Abajo el bipartidismo
Si es cierto que el PSOE e IU han acordado revisar el sistema electoral, puede ser una de las mejores noticias para la calidad de la democracia en Espa?a. Suele decirse que estas cosas no interesan mucho a los ciudadanos, lo cual es como decir que los conductores habituales no est¨¢n interesados en la mec¨¢nica del autom¨®vil. Pero no hay duda de que los conductores est¨¢n interesados en que la m¨¢quina funcione bien, como los ciudadanos est¨¢n interesados en que el sistema pol¨ªtico sea representativo y efectivo. El hecho es que la m¨¢quina del sistema electoral espa?ol no funciona bien y produce un nivel muy alto de polarizaci¨®n pol¨ªtica, es decir, de concentraci¨®n del poder, confrontaci¨®n y exclusi¨®n de amplios sectores de la gobernaci¨®n del Estado, por lo que su reforma es del m¨¢s amplio inter¨¦s.
En el dise?o del sistema electoral durante la transici¨®n, as¨ª como en su confirmaci¨®n por el PSOE en los a?os ochenta, hubo, desde luego, un c¨¢lculo interesado para conseguir gobernar en solitario con una minor¨ªa de los votos populares. Pero tambi¨¦n hubo una extra?a confusi¨®n acerca de los precedentes democr¨¢ticos en Espa?a que hizo creer a algunos l¨ªderes pol¨ªticos que la inestabilidad pol¨ªtica de la Segunda Rep¨²blica hab¨ªa sido causada por una excesiva fragmentaci¨®n del sistema de partidos. En realidad, el multipartidismo republicano hab¨ªa sido m¨¢s bien un mito franquista para justificar la supresi¨®n de todos los partidos, ya que durante los a?os treinta hab¨ªa habido una gran polarizaci¨®n en dos bloques que aplastaron el centro moderado, lo cual gener¨® la confrontaci¨®n que precedi¨® a la Guerra Civil.
En contra de aquellos temores, cabe sostener que no hay mejor receta para la estabilidad democr¨¢tica que el multipartidismo y los gobiernos de amplia coalici¨®n, cuya viabilidad depende en gran parte del sistema electoral. Con las actuales reglas electorales para el Congreso de los Diputados hay, en cambio, muy poca proporcionalidad de la representaci¨®n y mucha ventaja para los dos partidos mayores. El resultado es que Espa?a es el ¨²nico pa¨ªs de Europa continental en que no ha habido nunca un Gobierno basado en una mayor¨ªa de los votos populares ni un Gobierno de coalici¨®n pluripartidista. Desde 1977, todos los gobiernos han estado formados por un solo partido con el apoyo de s¨®lo una minor¨ªa de los votos populares -en cinco ocasiones, con una mayor¨ªa de esca?os fabricada por el sistema electoral, y en las otras cuatro, con una minor¨ªa de esca?os protegida por las reglas parlamentarias que permiten formar gobierno en minor¨ªa, pero requieren una mayor¨ªa alternativa para derrocarlo-.
Entre los mayores perjudicados por el sistema electoral se encuentra, desde luego, IU, que ahora parece haber conseguido situar el tema en la agenda pol¨ªtica, pero a¨²n m¨¢s lo han sido aquellos partidos centristas que, a lo largo de los a?os, han sido ya no subrepresentados, sino liquidados por el sistema electoral, como la Democracia Cristiana, los liberales, el Partido Socialista Popular, el Centro Democr¨¢tico y Social o el Partido Reformista Democr¨¢tico, todos los cuales podr¨ªan haber actuado como balanza intermedia entre socialistas y populares, y contribuir a ensanchar las bases de apoyo de los gobiernos y la moderaci¨®n pol¨ªtica general. Ha sido el sistema electoral el que ha creado un alto grado de polarizaci¨®n de la competencia pol¨ªtica que no corresponde a las preferencias sinceras de muchos electores.
Indirectamente, el sistema electoral ha favorecido el poder de negociaci¨®n de los partidos nacionalistas, como se ha repetido una y otra vez. Pero lo cierto es que la Converg¨¨ncia i Uni¨®, la Esquerra Republicana de Catalunya a veces, el Partido Nacionalista Vasco, el Bloque Nacionalista Galego y la Coalici¨®n Canaria suelen recibir una representaci¨®n bastante proporcional a sus votos. Es decir, no est¨¢n sobrerrepresentados, en contra de lo que algunos suelen decir. Lo que ocurre es que, debido a la subrepresentaci¨®n o la desaparici¨®n de los partidos medianos y peque?os de ¨¢mbito espa?ol, los partidos nacionalistas se han convertido en el ¨²nico elemento de pluralismo pol¨ªtico del actual sistema representativo. Esto, naturalmente, ha ayudado a centrar en gran medida la agenda p¨²blica en las cuestiones de distribuci¨®n territorial del poder. Pero los espa?olistas que se sienten inc¨®modos con las reivindicaciones nacionalistas y descentralizadoras deber¨ªan entender que ¨¦stas son la penitencia que pagan por el pecado de mantener un sistema electoral excluyente que ha eliminado otros elementos potenciales de pluralismo.
Es en gran parte, pues, el sistema electoral el que ha mantenido el proceso continuado de descentralizaci¨®n del Estado. Por ello, parece l¨®gico que la oportunidad de su reforma incluya la del Senado, que de hecho ya est¨¢ en parte en la agenda gubernamental. Actualmente el Senado tiene una composici¨®n a¨²n m¨¢s favorable a los dos grandes partidos de ¨¢mbito espa?ol que el Congreso de los Diputados. Para que se convirtiera en una c¨¢mara de representaci¨®n territorial, podr¨ªa ser conveniente que los ciudadanos eligieran a sus senadores al mismo tiempo que el Parlamento auton¨®mico, de modo que la mayor¨ªa de gobierno en cada comunidad aut¨®noma obtuviera la correspondiente representaci¨®n senatorial.
En otras ocasiones, algunos sectores del PP y del PSOE han propuesto reformas del sistema electoral en un sentido contrario al aqu¨ª sugerido, es decir, a¨²n m¨¢s restrictivo y bipartidista que el actualmente vigente (por ejemplo, imponiendo una barrera m¨ªnima del 3% al nivel espa?ol, en vez de la circunscripci¨®n). Con ello se pretender¨ªa, al parecer, "quitarse a los nacionalistas de encima" en la gobernaci¨®n del Estado. Pero lo que m¨¢s probablemente se conseguir¨ªa ser¨ªa, por el contrario, aumentar la exclusi¨®n y el rechazo de los resultados electorales y que se pusiera en cuesti¨®n la legitimidad del sistema representativo. La buena oportunidad puede consistir ahora, en cambio, en abrir la competencia pol¨ªtica y favorecer el pluripartidismo y la pol¨ªtica de coalici¨®n.
Josep M. Colomer, profesor de investigaci¨®n en Ciencia Pol¨ªtica en el CSIC y la Universidad Pompeu Fabra, es autor de C¨®mo votamos. Los sistemas electorales del mundo: pasado, presente y futuro, premio Leon Weaver sobre Representaci¨®n y Sistemas Electorales de la Asociaci¨®n Americana de Ciencia Pol¨ªtica.
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