Al son de las danzas
El ansia de bailar es uno de los instintos humanos m¨¢s poderosos, al extremo de que las sociedades encontraron aconsejable darle una expresi¨®n precisa, y as¨ª disciplinarlo, desde sus primeros tiempos. Las danzas rituales adornan los artefactos pict¨®ricos prehist¨®ricos. Los faraones, celebrando sus saraos, bailaban para delectaci¨®n de las multitudes del Nilo, y hasta el rey David hac¨ªa cabriolas frente a sus enanos. La historia cuenta con grandes jolgorios y deprimentes despertares.
La danza, as¨ª civilizada, fortalec¨ªa las relaciones sociales, reuniendo a todos sus miembros en disposiciones armoniosas y formales. Casi todos los bailes, desde la antig¨¹edad hasta anteayer, ten¨ªan una caracter¨ªstica com¨²n. Alternaban entre los momentos colectivos y los movimientos individuales, donde cada bailar¨ªn/pareja se convert¨ªa en centro de atenci¨®n y luego volv¨ªa a fundirse con la masa. As¨ª el baile expresaba los impulsos cohesivos e individualistas del personal, reuni¨¦ndolos en delicado equilibrio.
!Bailad, bailad!, que esto dura un suspiro e Igartiburu y los profesores de OT tampoco ponen not
Parece que hoy el baile no es tanto la expresi¨®n abierta de una sociedad ordenada como un pandem¨®nium; y el kalimotxo y la pika, el decibelio y el humo subrayan su naturaleza infernal. Se podr¨ªa decir que expresa con diab¨®lica precisi¨®n la fragmentaci¨®n, m¨¢s a¨²n, cierta complejidad de la sociedad. No hay pasos bonitos, y menos figuras colectivas; as¨ª una de Donnay -nuestro bardo guay, que viaj¨® al Uruguay- se fusiona con el ritmo caribe?o sin rima. Los danzantes llenan el espacio disponible en una turba. Est¨¢n desconectados. Pero, no importa.
Lejos de formar patrones sociales, rechazan incluso las parejas continuas, de modo que cada bail¨®n act¨²a solo, girando aut¨®nomamente en trance. Esas danzas enfatizan el aislamiento y la desesperaci¨®n del individuo en la era moderna, avis¨¢ndonos que el infierno, por marchoso que est¨¦, es un garito cutre.
Es posible, todav¨ªa, participar en un baile que nutre, une, consuela y refuerza la sociedad. Lo pudimos comprobar ayer, mientras la alegr¨ªa "bajaba del cielo" y miles de brazos siguieron su bola mientras las piernas botaban fren¨¦ticamente. L¨¢stima que el cava -?por qu¨¦ no la gaseosa del anuncio?- se derrame, los puros cada a?o est¨¦n m¨¢s caros y sean m¨¢s letales. "?Bailad, bailad!", en la plaza de los Fueros o en La Florida, en el refugio favorito y en las txoznas, que esto dura un suspiro y Anne Igartiburu y los profesores de OT tampoco ponen nota: estos d¨ªas, aprobado general y, en septiembre, a tripudiar con la m¨¢s fea. Los blusas ya no madrugan y, quienes no hemos podido despistar a La Blanca, lo agradecemos.
Si de la panza sale la danza, nuestra cocina -sin tantos platos universales ni "restauradores" estrellados- est¨¢ a la altura de las circunstancias. Que se lo digan a la flamante estatua de Celed¨®n, r¨¦plica del veterano Isasi, un aldeanito simp¨¢tico y bonach¨®n, tripontxi y socarr¨®n, que dej¨® atr¨¢s la dura vida ordinaria para romper la rutina. "Lo que no mata engorda", dicen conocidos bucaneros. Y m¨¢s preocupante: insensibiliza.
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