Aventuras australianas
La apuesta que afronta el franc¨¦s Luc Jacquet con un filme como El viaje del emperador tiene, a priori, las caracter¨ªsticas de un suicidio: filme rodado enteramente en la Ant¨¢rtida, con ¨²nico (y absorbente) protagonismo de una sola raza de aves, el ping¨¹ino emperador; su duraci¨®n, que se acerca a la hora y media, amenaza con hacer que el respetable termine odiando para siempre a tan simp¨¢ticos como poco expresivos personajes. La raz¨®n por la que no termine haci¨¦ndolo es que, por el medio, se ha operado un aparente milagro: con paciencia y una astucia considerables, Jacquet nos ha literalmente obligado a identificarnos con sus criaturas, hasta el punto de sufrir, gozar y regocijarnos con lo que en la pantalla vemos. Lo dicho: casi un milagro.
EL VIAJE DEL EMPERADOR
Direcci¨®n: Luc Jacquet. Int¨¦rpretes: con las voces de Jos¨¦ Coronado y Maribel Verd¨² (versi¨®n espa?ola) y Charles Berling y Romaine Boringher (versi¨®n original). G¨¦nero: documental de naturaleza, Francia, 2005. Duraci¨®n: 85 minutos.
Y sin embargo, la operaci¨®n no tiene nada de sobrenatural, antes bien, es una buena lecci¨®n de c¨®mo utilizar creativamente los recursos dramat¨²rgicos que cualquier narrador m¨ªnimamente avezado suele emplear en los filmes de ficci¨®n. El primer elemento sobre el que descansa todo el sentido de la peripecia, que sumariamente cuenta un a?o en la vida de una pareja de ping¨¹inos y el nacimiento de su cr¨ªa (y m¨¢s generalmente, el ciclo completo de la existencia de la especie), es la voz off, sin la cual la pel¨ªcula literalmente no existir¨ªa.
No se trata aqu¨ª de individualizar, mediante la asignaci¨®n de un nombre, a uno o varios individuos de entre una manada, como hacen algunos documentales de sobremesa al uso, sino de hacer que la voz responda desde la subjetividad, encarn¨¢ndose en el personaje. De esa manera, se obtiene una identificaci¨®n secundaria sumamente eficaz, aunque un tanto tramposa, porque lo mismo vale para que suframos con los emperadores como para disimular si en realidad se trata de quien se nos dice que son los protagonistas, o de otros parecidos.
El segundo elemento que ayuda a conferir rotundidad a lo narrado en El viaje del emperador no es otro que el viejo tema del viaje: se trata de recorrer territorios hostiles, de afrontar peligros innominados (aqu¨ª, una feroz foca a la que vemos en sangrienta acci¨®n) y de regresar a tiempo para que la nueva vida no perezca... un elemento de suspensi¨®n de la incredulidad que va tan bien a cualquier narraci¨®n que se precie. El viaje, adem¨¢s, incluye como un adosado programa narrativo tanto al azar como a lo inesperado: si se podr¨¢n superar las dificultades del terreno, si se encontrar¨¢ la entrada para penetrar, desde los hielos eternos al oc¨¦ano que es la fuente nutricia principal de los ping¨¹inos; si las inclemencias del tiempo austral, con sus 40? bajo cero, permitir¨¢ el regreso; si, en fin, la orientaci¨®n ser¨¢ lo suficientemente atinada y fina como para permitir el regreso sin dificultades junto al resto del pueblo ping¨¹inil...
Sagaz y afectiva
Pero estos elementos no ser¨ªan nada sin lo que de verdad hace de El viaje del emperador una pel¨ªcula sagaz y efectiva: la emoci¨®n que el gui¨®n, escrito por el propio realizador, explota a gusto, haciendo que el espectador sufra con las andanzas y la indefensi¨®n de los improbables h¨¦roes, pero que tambi¨¦n obtenga las compensaciones que toda narraci¨®n sabia sabe administrar con un muy especial cuidado.
Y el resultado es una pel¨ªcula que a lo que menos se parece es a lo que en realidad es, un documental m¨¢s o menos interesante sobre la vida de la criatura que vive en los ¨¢mbitos m¨¢s meridionales del planeta en los que la vida es posible, y a lo que m¨¢s, a una pel¨ªcula de ficci¨®n, con sus avances, sus retrocesos, sus silencios narrativos, sus especulaciones, su suspense.
Emocionante cuando toca, ag¨®nica cuando se nos invita a sufrir con ella, El viaje del emperador es un largometraje que se ve casi siempre con gusto... a lo que no es ajeno un uso majestuoso de su impecable fotograf¨ªa y unos omnipresentes int¨¦rpretes que si no han cobrado por su trabajo, bien podr¨ªan exigirlo.
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