?Existen exiliados felices?
SON AL mismo tiempo dos realidades y dos met¨¢foras de la emigraci¨®n: salen en una patera y llevan consigo un hatillo. La patera (a veces un desecho) es el primer instrumento, y s¨®lo despu¨¦s viene el hatillo. Este ¨²ltimo contiene las cosas m¨¢s elementales: ropa de primera necesidad, algunos documentos necesarios, fotos familiares, a veces un objeto m¨¢s personal, ligado a un recuerdo. Son pocos los que deslizan un libro en alguna parte, a menos que se trate de un breviario para las oraciones o de un manual para aprender la lengua del pa¨ªs de destino. Muchas emigraciones, no s¨®lo desde los pa¨ªses pobres, han partido con mochilas sin libros escritos en la lengua materna. Tanto que podemos distinguir la emigraci¨®n con libro de la emigraci¨®n sin ¨¦l. Por ejemplo, las grandes oleadas de la emigraci¨®n italiana partieron con peque?as im¨¢genes de un santo o una virgen, rara vez con un breviario. Y cuando hoy viajamos a trav¨¦s de las Am¨¦ricas, nos damos cuenta de que muchos emigrantes de origen italiano se han convertido en excelentes abogados, cient¨ªficos, ingenieros u otras cosas, pero entre ellos, en relaci¨®n con la literatura, se encuentran poqu¨ªsimos nombres de escritores. Borges dec¨ªa de Argentina: un pa¨ªs italiano de habla hispana.
En torno a la emigraci¨®n y el exilio, sus sensaciones, su significado, sus motivos
La emigraci¨®n rusa (no sovi¨¦tica) ha tenido tres premios Nobel de literatura y al menos otro grand¨ªsimo escritor: Bunin, Solzhenitsin, Brodsky (que, para continuar el exilio, pidi¨® que le enterraran en Venecia, y no en su San Petersburgo natal); Nabokov fue lo bastante grande sin haber recibido el premio sueco. La emigraci¨®n polaca, por su parte, ha tenido un Mickiewicz en el siglo XIX y un Gombrowicz en el XX, representantes no s¨®lo de su literatura nacional. Los emigrantes y los exiliados de hoy, los de la ex Europa del Este, parten sin libro. Los del Magreb rara vez llevan el Cor¨¢n, a menudo lo consiguen en el pa¨ªs al que llegan.
El exilio tiene un lugar particular en la historia y en la fe. Los libros sagrados contienen varias experiencias. Se lee en el ?xodo (¨¦xodo y exilio se diferencian s¨®lo porque el ¨¦xodo es un exilio colectivo): "No molestar¨¢s al extranjero, ni le oprimir¨¢s, porque tambi¨¦n vosotros fuisteis extranjeros en tierra de Egipto" (Dt. 10,14; 16,19). El Deuteronomio recomienda adem¨¢s: "Ama al forastero y dale pan y vestidos. Amad pues al forastero, porque tambi¨¦n vosotros fuisteis forasteros en tierra de Egipto". Y tambi¨¦n: "Cuando siegues la mies en tu campo y dejes en ¨¦l olvidada una gavilla, no te volver¨¢s a recogerla; ser¨¢ para el forastero, el hu¨¦rfano y la viuda, a fin de que Yahv¨¦, tu Dios, te bendiga" (Dt. 24, 19-22). Muchas ense?anzas de los libros sagrados se refieren al exilio. Pocos creyentes las siguen.
Exist¨ªa anta?o una instituci¨®n olvidada, que a mi parecer se encontraba entre las cosas m¨¢s po¨¦ticas que existen en la tradici¨®n del exilio: el Resh Golutha era un cargo jud¨ªo que designaba a una persona de total confianza, elegida por los exiliados. El t¨¦rmino en lengua hebrea significaba "jefe (Resh) del ¨¦xodo (Golutha)"; la palabra se traduc¨ªa en griego como exilarkon, de donde deriva tambi¨¦n el italiano esilarca. Algunos autores franceses de origen jud¨ªo, conocedores del Talmud, idearon una traducci¨®n m¨¢s moderna: pr¨ªncipe del exilio (prince de l'exil). Muchos se inspiraron en el Midrash Rabba que el exilarca Rabbi Huna dedic¨® a los exiliados y a sus perseguidores. La di¨¢spora mantuvo durante mucho tiempo el papel del Resh Golutha y respet¨® sus funciones. De todas formas, el exilarcado se apag¨® con Rabbi Ezequ¨ªas, pero no fue olvidado. Ya no era posible renovarlo. Los pocos datos que he conseguido reunir muestran que estos dignatarios se distingu¨ªan sobre todo por la paciencia y especialmente por el sufrimiento que hab¨ªan interiorizado: eran aut¨¦nticos faros sobre el cabo de buena esperanza, capitanes en las islas del exilio. El Mediterr¨¢neo puede preciarse de que una instituci¨®n semejante haya nacido en sus orillas.
A veces un extranjero percibe el significado de algunas palabras en la lengua del pa¨ªs al que ha llegado mejor que quien las dice en su lengua materna. En estos ¨²ltimos tiempos me ha llamado la atenci¨®n, al leer textos italianos sobre el exilio y la emigraci¨®n, el hecho de hallar en ellos una gran profusi¨®n de t¨¦rminos que tienen significados cercanos, o sin¨®nimos: pr¨®fugos, refugiados, fugitivos, evacuados, deportados, exiliados, emigrantes, expulsados, rechazados, expatriados. Y podr¨ªa a?adir otros: por ejemplo, clandestinos o regulares. Existe una importante diferencia entre exilio forzoso, por una parte, y exilio voluntario, por otra; tambi¨¦n entre el exilio sin esperanza de regreso y el que mantiene esta esperanza. Ser exiliado con honor, ser exiliado sin honor es otra alternativa, antiqu¨ªsima. Es doloroso ser a un tiempo exiliados y deshonrados sin poderse defender. Los reg¨ªmenes totalitarios practican este tipo de exilio: deshonran al que se va, "es un traidor", "ha vendido a su pa¨ªs", "es un ap¨¢trida". Podr¨ªa citar much¨ªsimas mentiras que en varias partes de la ex Yugoslavia se publicaban a prop¨®sito de algunos escritores, yo incluido, que hab¨ªan elegido partir para no compartir la responsabilidad del crimen o del genocidio.
Me ha obsesionado una pregunta: ?existen exiliados felices? No he conocido a ninguno. Pero he conocido a muchas personas felices de poderse exiliar. He aqu¨ª una paradoja que habr¨ªa que considerar. Existe una sintaxis particular, utilizada por los exiliados. Se caracteriza por una especie de desdoblamiento en el discurso, en el que se distingue entre "nuestros" y "de ellos", entre "nosotros" (llegados de fuera) y "¨¦stos" (habitantes del pa¨ªs al que hemos venido). A esto se corresponde una topograf¨ªa singular, tambi¨¦n partida: "aqu¨ª", donde hemos llegado, y "all¨ª", de donde procedemos. Se alimenta de nostalgia. Se puede a?adir una temporalidad an¨¢loga que tambi¨¦n corta en dos la biograf¨ªa de los exiliados-emigrantes, separando la vida de "antes" de la partida de la de "despu¨¦s": "ahora", por una parte, y "entonces" o "antes", por otra. Es, en efecto, de una escatolog¨ªa de la que pocos se dan cuenta.
Ya he dicho que el discurso de la emigraci¨®n es a veces el de una consolaci¨®n, a menudo escondida. Nos consolamos comparando nuestro destino, seg¨²n se ha materializado, con el que habr¨ªa podido ser. Hay una nota de Plutarco, escrita a su mujer en los albores de la historia, que transmite una especie de sabidur¨ªa del exilio: "Muchos eran exiliados. Arist¨®teles era de Estagira, Teofrasto de Ereso, Estrat¨®n de L¨¢mpsaco, Glic¨®n de la Tr¨®ade, Arist¨®n de Qu¨ªos, Critolao de Fars¨¦lida y, en la escuela estoica, Zen¨®n era de Cisio, Creante de Aso, Crisipo de Sori, Di¨®genes de Babilonia... y todos tuvieron que marcharse". Y el historiador a?ad¨ªa: "Si no se hubieran marchado, quiz¨¢ no habr¨ªan hecho lo que hicieron". Son muy pocos los momentos en que este consuelo consigue satisfacer a los verdaderos emigrantes y exiliados.
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