R¨¦quiem por Hiroshima y Nagasaki
Los sobrevivientes a situaciones de violencia extrema que se han sucedido a lo largo de las guerras y genocidios del siglo XX han dado testimonio repetidas veces de la dificultad de narrar su experiencia. En los campos de concentraci¨®n y exterminio, en las ciudades aniquiladas por bombardeos masivos o bombas nucleares y en los santuarios ecol¨®gicos de las selvas tropicales invadidos con armas bioqu¨ªmicas el horror vivido se encontraba m¨¢s all¨¢ de lo que el lenguaje com¨²n pod¨ªa expresar.
Existe una serie de experiencias de angustia y terror que cristalizan en las met¨¢foras del abismo, de la nada y de la p¨¦rdida de sentido de todo lo que es, y que en sus ¨²ltimas consecuencias traspasa la frontera de lo decible. Experiencias de una realidad frente a la cual las palabras pierden su significado. ?ta Y?ko, sobreviviente de Hiroshima y autora de Ciudad de cad¨¢veres, relataba la doble constelaci¨®n de una memoria indeleble del holocausto, y la incapacidad de dar una forma literaria a su visi¨®n de la destrucci¨®n y la agon¨ªa nucleares. En los interrogatorios militares a los que fue sometida se le prohibi¨® la publicaci¨®n de su testimonio po¨¦tico y se la conmin¨® a olvidar su experiencia. Su respuesta fue un¨ªvoca: "No puedo olvidar..., incluso si no puedo publicarlo, tengo que escribir". Pero en el momento de relatar su experiencia, ?ta ten¨ªa que renunciar a la forma narrativa porque "al p¨²blico que desconoce la naturaleza de la bomba de uranio estos hechos tienen que parecerle falsos".
El terror total arranca las palabras de su ser. Las convierte en signos sin referente. Palabras vac¨ªas. "En un mundo perdido, en un tiempo perdido", como escribi¨® de T?ge Sankichi en sus Poemas de la bomba at¨®mica. Su verdad es la imposibilidad de dar un sentido a lo existente. Es el silencio de la palabra.
"Enunciar el extremo horror a trav¨¦s del silencio" ha sido un motivo central repetidas veces recordado en la poes¨ªa de Paul Celan y en la teor¨ªa est¨¦tica de Theodor W. Adorno en directa relaci¨®n con la Shoah jud¨ªa. S¨®lo el silencio en las palabras puede expresar el significado verdadero de un horror que implosiona su sentido. Akiya Utaka, poeta sobreviviente de Hiroshima, escribi¨®: "Todo lo que creo / son las palabras dentro del silencio, / palabras atestadas de peligro".
Existen otros aspectos importantes en los relatos de estas situaciones extremas de violencia. Masuji Ibuse y Shohei Imamura han puesto de manifiesto una percepci¨®n elemental en la experiencia de Ground Zero Hiroshima: la de ser y sentirse cobayas de experimentaci¨®n en manos de laboratorios desconocidos y poderes inaccesibles. Esta conciencia se acrecent¨® en Hiroshima y Nagasaki ante la evidencia de que los autores intelectuales de las bombas de uranio no sab¨ªan cu¨¢les iban a ser sus efectos, y que los equipos m¨¦dicos del ej¨¦rcito de ocupaci¨®n examinaban a las v¨ªctimas de la radicaci¨®n nuclear no para aliviar su agon¨ªa, sino para clasificarla. El genocidio como medical matter y la deshumanizaci¨®n de la ciencia en la era industrial se pon¨ªa tan dr¨¢sticamente de manifiesto en los campos de muerte de las ciudades japonesas cuanto en los campos de concentraci¨®n y exterminio europeos. Ambas cat¨¢strofes ponen de manifiesto una misma indiferencia de las instituciones y aparatos del desarrollo cient¨ªfico y tecnoindustrial frente a sus consecuencias inhumanas.
Existe una tercera circunstancia que se repite tambi¨¦n en todos los relatos de Hiroshima y Nagasaki: sus v¨ªctimas, al igual que en los campos de concentraci¨®n y exterminio, y de los genocidios coloniales, son incontabilizables e inombrables. En ellas se cumple literalmente el significado griego de holokauston: la cremaci¨®n total de la v¨ªctima sacrificial hasta que ya no queden de ella m¨¢s que cenizas.
Sin embargo, la mayor¨ªa de las muertes de Hiroshima y Nagasaki no se debi¨® a las explosiones nucleares, sino a la subsiguiente exposici¨®n a su radicaci¨®n letal. Por eso las v¨ªctimas del holocausto nuclear no son solamente sus muertos, sino en primer lugar sus sobrevivientes. ?stos tampoco ten¨ªan ni tienen que contabilizarse, puesto que de todos modos las met¨¢stasis cancer¨ªgenas, las lesiones gen¨¦ticas y los da?os biol¨®gicos de la radiaci¨®n nuclear se expanden en un espacio y en un tiempo indefinidos e ilimitados.
La naturaleza a la vez invisible e ilimitada de la muerte es una caracter¨ªstica central de la guerra nuclear y biol¨®gica contempor¨¢nea. Ella no comprende solamente a los millones de humanos exterminados sin rastro en las sucesivas guerras industriales modernas. Adem¨¢s, incluye a una masa humana indefinida a los que la contaminaci¨®n ambiental, la destrucci¨®n irreversible de los h¨¢bitats ecol¨®gicos, la radicaci¨®n nuclear o la exposici¨®n a agentes bioqu¨ªmicos letales condenan a una muerte integrada a la vida.
Esta dimensi¨®n de una muerte anterior e interior a la vida, esta radical inversi¨®n metaf¨ªsica del ser, es asimismo el momento supremo y el significado trascendental de todos los relatos de sobrevivientes en las sucesivas estrategias de concentraci¨®n y exterminio, desde los campos de reconcentraciones de la Cuba colonial a los gulags sovi¨¦ticos. Es el triunfo de la nada, como lo llam¨® Jos¨¦ Mart¨ª.
Es la expresi¨®n ¨²ltima y radical del nihilismo moderno: la devastaci¨®n a gran escala, la muerte y el silencio. Muerte como la verdad radical de la existencia. Y l¨ªmite del sentido. El extremo existencial de la nada y el vac¨ªo como condici¨®n de nuestro tiempo vivido.
La nada se instala en el ser. Y en nuestras palabras el silencio. Celan escrib¨ªa: "Una nada / ¨¦ramos nosotros, / somos nosotros, / seguiremos siendo, / florecientes...".
Eduardo Subirats es profesor de Filosof¨ªa, Est¨¦tica y Literatura; actualmente ense?a en la Universidad de Nueva York.
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