'Pauline en la playa' y los adolescentes
Eric Rohmer, director de Pauline en la playa, es un anciano inteligente, mel¨®mano y amante de las historias sencillas. Es un tipo de cine sin efectos especiales ni grandes movimientos de figurantes. Rohmer hace esas pel¨ªculas que los directores norteamericanos critican diciendo que son tan lentas que uno puede ver crecer la hierba. Pauline en la playa podr¨ªa pertenecer a esta categor¨ªa aunque merece m¨¢s la denominaci¨®n de arte y ensayo, un apelativo que, en este caso, es m¨¢s descriptivo que despectivo. ?El argumento? Un argumento de Rohmer. Para definirlo, rescatemos aquel di¨¢logo de Tip y Coll: "Coll: ?Y de qu¨¦ trata la pel¨ªcula? Tip: Todo gira alrededor del mismo argumento. Coll: Entonces me parece que ya la he visto". Algunos, sin embargo, no nos cansar¨ªamos de ver las parecidas pel¨ªculas de Rohmer sobre argumentos parecidos y con di¨¢logos parecidos.
La adolescencia termina cuando descubres que ser adulto consiste en saber enga?arte a ti mismo
La historia narra el viaje a Breta?a de dos primas. Una est¨¢ a punto de divorciarse y ama las grandes pasiones. La otra, Pauline, es una quincea?era que veranea por primera vez sin sus padres. ?A partir de qu¨¦ edad conviene dejar solos a los hijos?, se preguntan muchos padres y, sobre todo, bastantes hijos. Pauline lo tiene claro: "No es muy divertido pasar dos meses de vacaciones con tus padres, aunque sean encantadores". Y hay otro elemento a tener en cuenta: ver a tus padres en traje de ba?o, a partir de determinada edad, puede tener consecuencias nefastas para tu salud mental. Pero a lo que ¨ªbamos: entre marea y marea, Pauline conoce a un chico de su edad con el que tontea, a uno mayor que resulta ser un plasta y a Feodor Atkine, un canalla maduro. Con esta pel¨ªcula, Atkine afianz¨® su prestigio, aunque su curr¨ªculo incluye trabajos con, entre otros, Woody Allen, Sidney Pollack, Pedro Almod¨®var o Bigas Luna. Dicen que habla siete idiomas, entre los cuales japon¨¦s, ruso (su padre era ruso), espa?ol (pas¨® su infancia en Suram¨¦rica) y catal¨¢n, y arrastra, le guste o no, dos etiquetas reduccionistas: inquietante y ecl¨¦ctico.
En la pel¨ªcula es un vividor que intenta convencer a Pauline de que la vida son momentos y que hay que aprovecharlos. Ella, en cambio, defiende su ideal: "No entiendo a los mayores. No hacen nada con sinceridad". Atkine, mientras tanto, se prenda de todas las mujeres, evita que se le peguen demasiado y hace discursos sobre la libertad individual que huelen a coartada para justificar el popular sistema del si te he visto, no me acuerdo. "Si viera a un turista, ser¨ªa capaz de matarle", dice sum¨¢ndose al ej¨¦rcito de los que intentan practicar un tipo de vacaciones de arte y ensayo, esquivando masivos movimientos de figurantes y los efectos especiales del turismo multinacional. Atkine, pese a tener un atractivo oscuro que encandila a las mujeres curtidas en mil desamores, no consigue embaucar a la adolescente Pauline. Al final, ella intuye que la adolescencia termina cuando descubres que ser adulto consiste en saber enga?arte a ti mismo. Y que las penas de amor, sobre todo las penas de los amores de verano, son como las mareas bretonas: cuando bajan descubren restos de terribles naufragios que, a la ma?ana siguiente, se vuelve a llevar el agua, como si nada. Atkine, pues, representa la libertad que los adolescentes no tienen con sus padres y algunos de sus peligros. De cerca, no parece tan peligroso. Cuando rodaba Lola en Barcelona, en 1985, coincid¨ª con ¨¦l en la barra del bar Snooker. Lo que tiene el cine: cuando ¨¦l ped¨ªa una copa con ese vozarr¨®n que Dios le ha dado, la camarera se desviv¨ªa por atenderle mientras que yo ten¨ªa que desga?itarme para que me hiciera caso, como un t¨ªmido, inseguro y mit¨®mano adolescente.
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