Naturaleza argentina en estado puro
De las ballenas de la Pen¨ªnsula Vald¨¦s a los valles calchaqu¨ªes del norte del pa¨ªs
Alguna vez o¨ª decir a un pescador que las olas en s¨ª no presentan furia alguna, que es el viento el que las vuelve temibles. "Si por ellas fuera", dijo, "ser¨ªan mansas como las ballenas". Hace algunas semanas -y en las tambi¨¦n mansas aguas de la Pen¨ªnsula Vald¨¦s- pude evocar en m¨¢s de una ocasi¨®n aquella frase.
La Pen¨ªnsula Vald¨¦s es una reserva natural ubicada a unos 1.400 kil¨®metros al sur de Buenos Aires, en las fr¨ªas aguas de la Patagonia argentina, y es tambi¨¦n el lugar escogido por una numerosa poblaci¨®n de ballenas francas australes para aparearse, dar a luz y ense?ar a sus cr¨ªas las primeras lecciones de vida y conciencia. La forma m¨¢s f¨¢cil de acceder consiste en volar hasta Puerto Madryn, y recorrer luego por tierra los 77 kil¨®metros hasta la reserva. Una vez all¨ª, y desde las playas de Puerto Pir¨¢mides -¨²nico asentamiento de poblaci¨®n en todo el parque-, resulta sencillo contratar los servicios de una de las muchas empresas que se dedican al avistaje, y compartir as¨ª una ma?ana con estos gigantes del mar. Personalmente recomiendo evitar las embarcaciones de gran envergadura y decantarse por los semirr¨ªgidos para la expedici¨®n. El tama?o de los mismos y la distancia que separa sus bordas de la superficie contribuyen a que casi se pueda tocar a los cet¨¢ceos, adem¨¢s de que el n¨²mero de turistas que los prefiere suele ser inferior, lo cual siempre es de agradecer.
Las orcas incluyen en su dieta una variedad de peces, aves y mam¨ªferos marinos, entre los que se cuentan los lobos de un solo pelo. Surgiendo de entre las olas los engullen en las orillas de la costa. Su sofisticada estrategia de predaci¨®n se organiza en forma de ataques coordinados a trav¨¦s de un repertorio de sonidos
Advertidos de todo esto contactamos con Fernando, patr¨®n de una de las lanchas de la empresa Moby-Dick, y de quien una amiga nos hab¨ªa dado las mejores referencias. La excursi¨®n, nos informan, durar¨¢ unas tres horas. Nos calzamos los chubasqueros y los salvavidas que nos han facilitado y, como astronautas camino de la nave, bajamos la barranca que conduce al embarcadero. A los 20 minutos de haber zarpado, Fernando apunta su dedo hacia el horizonte y coloca la proa en esa direcci¨®n. Transcurridos otros 10 reduce la marcha hasta detenerse, y entonces apaga el motor. Es todo un momento aqu¨¦l. Tras el ruido y los golpes que da la lancha contra el agua -y el viento helado que hiere el rostro y hace saltar l¨¢grimas de los ojos-, de pronto reina la calma. La superficie del mar se muestra amable y el sol comienza a entibiar los cuerpos, permitiendo incluso que nos desabriguemos un poco.
Entonces ocurre. As¨ª, de repente, se oye un ruido en el agua seguido de un hondo resoplido, y al girar nos encontramos con que han aparecido. A escasos dos metros de la barca asoma el negro lomo de una madre seguido del no menos impresionante torso de su hijo, ambos cubiertos de blancas callosidades. Parece ser que gracias a estas manchas se las reconoce e identifica. Hay muchas que tienen incluso nombre propio y a las que se recibe cada a?o como a una habitual visita. Antonia, Alicia, Docksider o Josefina son algunas de las veteranas que en m¨¢s de una ocasi¨®n han venido a presentar a sus cr¨ªas. Al parecer dedican tres a?os a cada una. En el primero se desarrolla el embri¨®n, en el segundo lo amamantan y en el tercero le ense?an los secretos de la vida en el mar. Entre temporada y temporada viajan hacia el sur. Es en aquellas g¨¦lidas aguas australes donde encuentran abundancia de plancton y de krill, el microsc¨®pico alimento que engullen por toneladas a trav¨¦s de las barbas que revisten sus bocas, y que sirve de sustento a sus desmesuradas existencias.
Cr¨ªas de cinco metros
Mientras miramos un par de ellas, un nuevo ruido se oye a nuestras espaldas. Se trata de otra madre que trae a jugar a su peque?o. Las hembras adultas pueden llegar a medir hasta 16 metros, y las cr¨ªas -los peque?os-, entre cuatro y cinco, es decir, la eslora total de nuestra embarcaci¨®n. Este nuevo reto?o se muestra m¨¢s curioso que su compa?ero. Cuando ambas madres se alejan y el otro sigue a la suya, ¨¦ste -al que hemos decidido bautizar poco imaginativamente con el nombre de Ni?o- parece tener ganas de quedarse un rato. Fernando nos explica que sienten curiosidad por la barca y que, como nunca nadie los ha molestado, no se muestran temerosos. "De hecho", advierte, "no se asusten si decide rascarse contra el casco, suelen hacerlo". Cerca de 15 minutos se qued¨® con nosotros. A ratos se met¨ªa bajo la embarcaci¨®n y, a pesar de que Fernando sonre¨ªa y nos aseguraba que no hab¨ªa de qu¨¦ preocuparse, a m¨¢s de uno debi¨® de pas¨¢rsele por la cabeza la imagen de los tebeos en la que el chorro de la ballena levanta una lancha por el aire. En una ocasi¨®n se qued¨® muy quieto y con la trompa casi tocando nuestra borda. Intent¨¦ por todos los medios dar con sus ojos para saber si me miraba, pero ni siquiera logr¨¦ establecer los l¨ªmites de la cabeza. A menos de un metro de distancia parec¨ªa que nos observ¨¢semos, ¨¦l flotando y yo de pie. En determinado momento hice el gesto de agacharme y, apenas me mov¨ª, el Ni?o se hundi¨® con urgencia. Luego volvi¨® a emerger. La reacci¨®n fue tan clara que comprend¨ª que me miraba como yo a ¨¦l, y una tibia emoci¨®n me hel¨® el est¨®mago. Cuando la madre vino a buscarlo, tuvo que insistir un par de veces antes de que aceptara irse con ella.
Verlas moverse es narc¨®tico. La madre pasa por debajo del peque?o y ¨¦ste se gira al verla pasar, y ah¨ª se queda, de costado, con una aleta fuera del agua. Luego la sigue y, a una se?al irreconocible para nosotros, ambos levantan la cola y desaparecen rumbo a las profundidades. Se hace imposible no pensar en el silencio. Por m¨¢s que afuera haya tormenta, bajo la superficie el mar siempre est¨¢ calmo. Tal vez acostumbradas a ese letargo aprendieron a moverse como lo hacen, lentas, so?olientas, mansas.
Cabeza abajo y cola afuera
Un poco m¨¢s adelante nos encontramos con una cola que sobresale recta y quieta, como si de una boya se tratase. Fernando explica que muchas veces se colocan as¨ª, cabeza abajo y cola afuera, como si descansasen. "?Es eso lo que hacen?", le pregunto, y ¨¦l me contesta que es una de las posibles explicaciones. Hay quien dice que es una postura de escucha a lo que alguna compa?era est¨¦ informando, y que los saltos que dan a veces tambi¨¦n representan una suerte de mensaje. Lo cierto es que nadie sabe a ciencia cierta c¨®mo interpretarlos.
No s¨®lo hay ballenas en la Pen¨ªnsula Vald¨¦s. Quien quiera recorrerla podr¨¢ disfrutar tambi¨¦n de sus colonias de elefantes marinos, de sus lober¨ªas de lobos de un solo pelo y de sus pintorescas comunidades de ping¨¹inos de Magallanes, as¨ª como de los guanacos y zorros que se cruzar¨¢n por el camino. Para los que elijan conducir el propio veh¨ªculo, dos recomendaciones de car¨¢cter t¨¦cnico: primero y principal, cargar combustible en Puerto Pir¨¢mides, ya que ser¨¢n largos los kil¨®metros en los que no habr¨¢ ocasi¨®n de hacerlo. Y segundo, limitar la velocidad a unos 50 kil¨®metros por hora, ya que el camino de ripio puede llegar a ser muy traicionero para quien no conozca sus secretos.
El final de la excursi¨®n deja a todo el mundo sedado. Nos despedimos de nuestro gu¨ªa y subimos al coche. Quedan todav¨ªa unos cuantos kil¨®metros de horizontes patag¨®nicos antes de alcanzar el hotel. El camino es silencioso. El sol se pone diferente en aquellas latitudes y las nubes forman un escudo dorado que enciende la estepa. Hacia all¨ª se escapan los ojos mientras uno repasa lo visto. Callados y detenidos, sin ganas de moverse, borrachos de mar y de aletas, mansos, como ellas.
- Javier Arg¨¹ello, escritor argentino nacido en Chile en 1972, es autor de Siete cuentos imposibles (editorial Lumen).
LA HISTORIA DE 'MEL'
MENOS NUMEROSAS y puntuales que las ballenas francas, la Pen¨ªnsula Vald¨¦s recibe tambi¨¦n la visita de algunas orcas. A diferencia de las primeras, las orcas -que en rigor no son ballenas, sino delfines de gran tama?o- incluyen en su dieta una variedad de peces, aves y mam¨ªferos marinos, entre los que se cuentan los lobos de un solo pelo. Surgiendo de entre las olas, los engullen en la orilla. Su sofisticada estrategia de predaci¨®n se organiza en forma de ataques coordinados que algunos ven posibles gracias al sistema de comunicaci¨®n que mantienen a trav¨¦s de un amplio repertorio de sonidos. Su presencia se hace visible en la retirada de las ballenas mar adentro, en donde ponen a salvo a sus cr¨ªas de las ¨¢vidas fauces de sus carn¨ªvoras primas.Como las ballenas francas, algunos ejemplares de orca han sido identificados. Uno de los m¨¢s veteranos lleva el nombre de Mel.A causa de su cuerpo peque?o y de su aleta dorsal curvada, en un primer momento Mel fue identificado como hembra y bautizado con el nombre de Melany. Con el correr de los a?os y al alcanzar su tama?o adulto, los observadores cayeron en la cuenta de su error. Se le ve¨ªa siempre en compa?¨ªa de otro macho, Bernardo, y un an¨¢lisis gen¨¦tico vino a desvelar que ambos eran hermanos. Debido a su mayor envergadura y agilidad, Bernardo era un gran cazador y juntos formaban un provechoso equipo. Semejantes dotes, sin embargo, encontrar¨ªan triste premio cuando, temeroso de que acabaran con toda la lober¨ªa de la zona, el Servicio de Conservaci¨®n de la Fauna y Lucha Contra las Plagas solicit¨® a la prefectura local y a la Polic¨ªa Federal que disparara contra los hermanos para matarlos o ahuyentarlos. En una de las gestas, Mel fue herido en su aleta dorsal y, aunque sobrevivi¨®, su forma se vio alterada. Bernardo fue visto por ¨²ltima vez en 1993 y se presume muerto. Mel viaja solo desde entonces.
GU?A PR?CTICA
Viajes organizadosLa mayorista argentina Gador Viajes (www.gadorviajes.com) organiza viajes a los parques nacionales del norte y el sur de Argentina que se pueden contratar a trav¨¦s de agencias de viaje espa?olas como Viajes Marfil (948 29 03 50), Muztag (932 85 02 61), Ussia Tours (935 89 61 50), Viajes Mundo Tres (943 43 05 69) y Bid¨®n 5 (915 47 61 26). Un programa de dos noches en Buenos Aires y tres noches en Salta, todo incluido, con recorrido por los valles calchaqu¨ªes, entre el 16 de agosto y el 9 de diciembre, cuesta 1.295 euros por persona en habitaci¨®n doble, m¨¢s tasas. Las mayoristas espa?olas Catai, Dimensiones, Nobel, Politours e Iberojet, entre otras, incluyen Argentina en sus cat¨¢logos.
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