Agua para los muertos
"?Agua, agua!" es el grito, el lamento y el quejido que se desvanec¨ªa con la muerte grabado en la memoria de todos los supervivientes que recorrieron el infierno de Hiroshima el mismo d¨ªa del lanzamiento de la bomba at¨®mica. Decenas de miles de abrasados por los rayos calor¨ªficos de la fisi¨®n nuclear ped¨ªan agua y se precipitaban tambaleantes sobre los muchos brazos del Ota, el r¨ªo que recorre la ciudad, para morir en cuanto beb¨ªan el primer sorbo.
En su honor, la ceremonia oficial de ayer comenz¨® por una ofrenda de agua a los muertos. Hasta 16 ca?as de bamb¨² se llenaron en las fuentes de otros tantos barrios de la ciudad. Familiares y supervivientes vertieron el agua frente al cenotafio en dos recipientes que posteriormente fueron volcados al estanque que bordea el monumento f¨²nebre.
"No s¨¦ si era una reacci¨®n, pero en cuanto beb¨ªan se mor¨ªan. Yo les recuerdo pidi¨¦ndola desesperadamente. La palabra agua era la ¨²nica que se entend¨ªa clara en aquella letan¨ªa de lamentos. Ven¨ªan desde el centro, como en procesi¨®n, con los brazos abiertos para que la carne sin piel no se rozara con el cuerpo. Todos dec¨ªan lo mismo, como una oraci¨®n, como un mantra: '?Agua!', pero, si beb¨ªan, se mor¨ªan", afirma Shotaro Kodama, de 75 a?os y residente en Tokio, para quien la ceremonia ha sido especialmente emotiva porque es la primera vez que asiste a ella.
Volver a nacer
Kodama ten¨ªa 15 a?os cuando sus padres lo enviaron junto con su hermano menor a casa de sus t¨ªos en Hiroshima, en junio de 1945. Para entonces los dos eran ya supervivientes de las bombas incendiarias que en la noche del 9 al 10 de marzo de 1945 calcinaron el centro de Tokio y mataron a 85.000 personas. Aquello no hab¨ªa sido m¨¢s que el primero de una campa?a de bombardeos incendiarios indiscriminados y, en un intento por salvarles de la muerte, fueron enviados a Hiroshima, en donde los Kodama volvieron a nacer por tercera vez. Regresaron a Tokio en octubre, en cuanto se restableci¨® el servicio ferroviario. "Hasta nuestra vuelta, mi madre rezaba todos los d¨ªas mirando a Hiroshima", dice Shotaro sin poder reprimir sus propias l¨¢grimas.
El agua, tan conectada a la filosof¨ªa japonesa, al budismo zen y a los principios animistas sobre los que se desarroll¨® el sinto¨ªsmo, tuvo un protagonismo especial. Anoche, una multitud interminable de japoneses y pacifistas internacionales se congreg¨® en las orillas del Motoyasu, uno de los siete brazos en que se divide el Ota a su paso por Hiroshima, y prendieron sobre sus aguas miles de linternas. El objetivo de la bomba at¨®mica fue el puente en forma de T sobre dos de los brazos del Ota, pero se desvi¨® unos metros y explot¨® sobre el hospital privado de Shima, en la margen derecha del Motoyasu.
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