Las hijas del visir
Una vez se encontraron un ave marina y una tortuga, esta historia se la cont¨® al rey la hija del visir, Sherezade, en la noche 148. El p¨¢jaro hab¨ªa tenido que abandonar su pa¨ªs. Hu¨ªa de los cad¨¢veres que llegaban tra¨ªdos por la corriente del mar y vagaba expulsado tambi¨¦n por las aves carro?eras que devoraban esos cad¨¢veres. Al poco el cuento interrumpe su acci¨®n para hablar del sino de los emigrantes y de los exiliados, y entonces hay un momento en que se lee: "El mundo es la casa de los que no poseen hogar". En Las mil y una noches se incluyen narraciones de todo tipo: p¨ªcaras, morales, religiosas, de aventuras, y, desde luego, las hay tambi¨¦n sobre el exilio; en ellas uno ve que el mundo es lo ¨²ltimo que nos queda, o que quiz¨¢ es lo ¨²nico que tenemos. El caso es que la tortuga brind¨® enseguida su amistad al p¨¢jaro marino ("no hay pena mayor que la del extranjero separado de la familia y de la patria", le dijo la tortuga), y a continuaci¨®n el cuento incide en que lo que m¨¢s se necesita cuando los acontecimientos le echan a uno fuera de casa es a otra persona: "Si el hombre no encuentra un amigo que le consuele, se le cierran para siempre las puertas del bien y para siempre ser¨¢ esclavo del mal". Al final, el p¨¢jaro marino regresa a su tierra; pero es para peor, porque la vuelta va a costarle la vida.
Lo contempor¨¢neo se acicala con sus adornos de piedra, como estas mujeres se ponen sus pa?uelos de algod¨®n para sentirse contempor¨¢neas de s¨ª mismas
Desde los tiempos de Las mil y una noches, y desde mucho antes, por supuesto, y hasta hoy, claro, el mundo es lo que le queda a quien no tiene nada en el mundo y acaba sentado sobre el muro de hormig¨®n de un museo, a veces, en una ciudad que se anuncia como "la mejor tienda del mundo". La gente huye de su casa y anda por los caminos y se sienta donde puede, y, con su descanso y con su desamparo, cuando toma el fresco en los trancos y en las tapias de los museos la gente est¨¢ mostrando que hay m¨¢s verdad fuera de ¨¦stos que en sus salas y galer¨ªas. Quiz¨¢ lo que en muchas ocasiones se encierra en los museos es la b¨²squeda de una verdad; pero la verdad suele estar ah¨ª afuera, ya lo dijo el cl¨¢sico.
La gente huye de los cad¨¢veres, pero sobre todo huye de su propio cad¨¢ver, y con frecuencia se lo encuentra en el mismo huir al atravesar el estrecho en una patera, o yendo de matute en un carguero, o metida en el portaequipajes de un avi¨®n, o agarrada al cig¨¹e?al de un cami¨®n. Un cig¨¹e?al es una cig¨¹e?a de acero fundido y por eso se agarran a ella los emigrantes. La gente, cuando hace el equipaje, s¨®lo puede meter dentro un poco, o un s¨ªmbolo, de lo que es, y el resto de s¨ª misma lo deja en su pa¨ªs. Estas mujeres de la fotograf¨ªa, vestidas a la manera de su tierra, se han sentado sobre la palabra contempor¨¢neo, que forma parte del r¨®tulo del Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona (vamos, el Macba), y en el buen rato de su conversaci¨®n le dan la espalda a dicha palabra y a todo lo que ¨¦sta aqu¨ª significa. Pr¨¢cticamente junto a ellas, se levanta una escultura de Oteiza y en una pared del fondo se encuentra un mural de Chillida, que recubre un grafito ya borrado de Keith Haring. En la plaza del Macba lo contempor¨¢neo se acicala con sus adornos de piedra para tomar el fresco, como estas mujeres se ponen sus pa?uelos de algod¨®n y de seda para sentirse contempor¨¢neas de s¨ª mismas. Se es m¨¢s contempor¨¢neo cuanto se est¨¢ m¨¢s vivo. La Sherezade contempor¨¢nea es la que a lo largo de 1.001 noches se las ingenia para mantener el pescuezo a salvo. De la otra, la que al final lo salva, poco se ha sabido. En su lucha por la vida estas mujeres viven de espaldas a lo contempor¨¢neo, acaso porque presienten que para contempor¨¢neas bastante tienen ellas.
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