Tres visitas a Santo Tom¨¢s
Una tarde de primavera del a?o pasado se celebr¨® en la iglesia de Santo Tom¨¢s, en el barrio de la Mala Strana, junto a la plaza del mismo nombre, un servicio de difuntos por una desgracia impeorable que hab¨ªa sucedido en Madrid. Es l¨®gico que se celebrase en este templo, y no en ninguna de las centenares de iglesias fastuosas con que la Contrarreforma sembr¨® la ciudad, porque en Praga a Santo Tom¨¢s se lo conoce como "la iglesia de los espa?oles" por lo menos desde el siglo XVII, cuando los embajadores de la corte espa?ola empezaron a frecuentarlo y beneficiarlo con sus donativos, sufragando la estatuaria, los frescos de las b¨®vedas, los altares, los cuadros piadosos de las capillas y la fabulosa colecci¨®n de reliquias -las reliquias entonces eran m¨¢s valiosas que el dinero, y su sobreabundancia hac¨ªa re¨ªr al mismo Felipe II, seg¨²n la biograf¨ªa de Joseph P¨¦rez- y all¨ª encontraron tambi¨¦n su sepultura algunos, de lo que testimonian las l¨¢pidas en la iglesia y el monasterio. A la entrada de la nave se exhiben en sus urnas de cristal los esqueletos venerables de San Justo y San Bonifacio, vestidos, como era lo propio entonces, con galas caballerescas, hoy algo mustias; era tan t¨¦trica la visi¨®n de las calaveras asomando como flores podridas de las gorgueras que sensatamente se ha optado por cubrirlas con m¨¢scaras, la una de yeso y la otra de metal, que produce un escalofr¨ªo cuando uno, movido por la devoci¨®n, se acerca demasiado a la urna y ve su propio rostro reflejado en el rostro met¨¢lico. Ambos santos, en posici¨®n yacente, sostienen en la mano un coraz¨®n en llamas: s¨ªmbolo de la orden de San Agust¨ªn.
En Praga, que tiene cerca de dos millones de habitantes, los domingos s¨®lo 8.000 personas van a misa
El padre Vito hab¨ªa cargado sobre sus espaldas una historia de persecuciones y sufrimientos
Una nueva ley garantiza a partir del a?o pr¨®ximo la ense?anza optativa de la religi¨®n
Al oficio de difuntos, que un sacerdote pol¨ªglota celebr¨® simult¨¢neamente en idioma checo, ingl¨¦s y espa?ol, asistieron nuestro embajador, algunos miembros del cuerpo diplom¨¢tico y tambi¨¦n la reducida comunidad que suele participar de la actividad religiosa de esta iglesia: apenas ochenta personas, casi todas latinas. A ochenta personas solamente atiende esta f¨¢brica prodigiosa, con su apoteosis de angelotes mofletudos y su letan¨ªa de estatuas asomando de las columnas y de los altares, las santas Dymphna, Casilda, Catalina y ?rsula ofreciendo la palma del martirio, las ext¨¢ticas Rosal¨ªa, Clara, Br¨ªgida y Ver¨®nica, los mitrados que se?alan con el puntero un libro a los fieles, o sostienen la pluma de escribir, los caballeros de m¨¢rmol y de madera de tilo pintada de blanco, San Vaclav con la bandera nacional y San Vito con el gallo de la vigilancia. Aun siendo uno de los templos m¨¢s perfectos de Praga, Santo Tom¨¢s suele estar desierto, gracias a (o por culpa de) la vecindad de San Nicol¨¢s, que se considera el esplendor m¨¢ximo del barroco y que arrambla con tantos turistas que, para disuadir a algunos, se cobra la entrada. As¨ª que la marabunta se orienta hacia su c¨²pula verde, y luego sigue hacia el Castillo y la catedral, o baja como los tranv¨ªas camino al palacio Wallstein o al puente Carlos, pasa hacia todos esos puntos tan hermosos pero que a fuerza de reunirnos en ellos ya hemos vuelto invisibles para nosotros mismos, sin fijarse en una de las fachadas m¨¢s espectaculares, que ya es decir, de la arquitectura de Praga. Eso, en cuanto a los turistas; en cuanto a feligres¨ªa, no la hay ni en santo Tom¨¢s ni en ning¨²n otro lugar. La Rep¨²blica Checa es el m¨¢s agn¨®stico y descre¨ªdo de todos los pa¨ªses europeos; el mito de su "conciencia nacional" se funda en las vencidas revueltas protoprotestantes del siglo XV y en un supuesto anhelo secular de independizarse del imperio Habsburgo, tan asociado a la Iglesia Cat¨®lica. Por estos y otros motivos, entre ellos la comparaci¨®n con Eslovaquia y Polonia, pa¨ªses cat¨®licos que en estos ¨²ltimos quince a?os han prosperado menos, cuanto huela a religiosidad los checos lo asocian con ignorancia, servidumbre y retraso econ¨®mico. En el ¨²ltimo censo, el a?o 2001, el 70 por ciento de los ciudadanos se declaraban ateos, y un 20 por ciento, "bautizados". En toda Praga, que tiene cerca de dos millones de habitantes, los domingos s¨®lo 8.000 personas van a misa.
Aquella tarde escuchando el consolador serm¨®n, igual que horas antes al leer los art¨ªculos en los peri¨®dicos, me dije una vez m¨¢s que hablamos despu¨¦s de las cat¨¢strofes no tanto para comprenderlas, evitar que se repitan o extraer de ellas ense?anzas, como nos gusta creer, cuanto para asimilarlas, para aceptarlas; mencion¨¢ndolas una y otra vez nos figuramos que las domesticamos un poquito, siendo la glosa propiamente un conjuro atenuado. Concluido el oficio salud¨¦ en la puerta al sacerdote pol¨ªglota, que result¨® ser espa?ol y llamarse Juan Provecho; se ofreci¨® a ense?arme la iglesia.
Unos d¨ªas m¨¢s tarde vi todos los prodigios que he mencionado y otros, irreductibles a palabras, y en la sacrist¨ªa, donde una viejecilla beata escuchaba una misa de Bach en un tenue transistor y donde a¨²n se conservan vestigios de frescos medievales (los agustinos llegaron a este pa¨ªs en el siglo XIII), Juan me mostr¨®, disimulada en la l¨¢mina de labrada madera que forra las paredes, la puerta estrecha de una estancia secreta. Durante los tiempos de persecuci¨®n comunista, cuando cerraron los siete monasterios checoslovacos, los miembros de la orden se reun¨ªan una vez al mes en ese cuartito secreto: iban entrando en la helada nave de la iglesia de uno en uno, a intervalos de unos minutos, como fieles seglares salidos del "basurero de la historia"; pasaban a la sacrist¨ªa, se deslizaban en el cuarto secreto, y all¨ª, despu¨¦s de las imaginables escenas de emocionado reencuentro, le¨ªan las reglas de San Agust¨ªn, las Constituciones, le¨ªan las cartas de ¨¢nimo que llegaban desde Roma, donde tiene su sede la "curia general" de los agustinos, a trav¨¦s de Alemania, se informaban de los problemas de tal o cual compa?ero, la defunci¨®n de uno o la rendici¨®n de otro. Estas reuniones confortaban un poco a los asistentes, condenados a vivir separados los unos de los otros y quebrando las normas mon¨¢sticas, y a asistir con resignaci¨®n a la mengua y lenta extinci¨®n de la orden. Luego iban saliendo del cuarto secreto, se arrodillaban un rato en la nave central frente al altar mayor y pasando ante el coche de la polic¨ªa secreta que vigilaba todos aquellos movimientos y desapariciones, regresaban a la estaci¨®n de tren y de all¨ª a sus provincias perdidas.
Esa habitaci¨®n de las conspiraciones ha sido reciclada como un cuarto de aseo, que ahora es m¨¢s ¨²til, y bajo el mismo signo de la praxis y de lo pragm¨¢tico se desarrolla la vida de los agustinos en Praga, esforzados en mantener el patrimonio que las autoridades les han restituido, en pleitear por los lienzos de Rubens que les fueron expoliados y que se exhiben en la Galer¨ªa Nacional, y en educar a una generaci¨®n que revitalice la desfalleciente orden en la agn¨®stica Praga.
Prolongamos aquella segunda visita con un paseo por el claustro. Bajo los arcos de la galer¨ªa me llam¨® la atenci¨®n la silueta de un hombre entrado en a?os, y era, creo, el ¨²ltimo checo de la comunidad de cinco agustinos que viven en este pa¨ªs (los otros cuatro son dos americanos y dos espa?oles). El padre Vit, o sea Vito, hab¨ªa cargado sobre aquellas espaldas suyas, que a¨²n manten¨ªan cierto empaque en su ropa seglar, una historia de persecuciones y sufrimientos. El lento aplomo con el que se alejaba hacia una oscura puerta me record¨® un poema que el jesuita barcelon¨¦s Juan Bautista Bertr¨¢n compuso despu¨¦s de ver al poeta Humberto Saba una tarde de oto?o, paseando abstra¨ªdo por un puerto italiano. Bertr¨¢n le vio tan abstra¨ªdo que prefiri¨® no saludarle:
"(...) fue la ¨²ltima vez. Un sol postrero / de rayo horizontal traz¨® m¨¢s larga / en las losas de piedra / del malec¨®n desierto su figura".
Esas losas de piedra, el ambiente de soledad y recogimiento, el aldabonazo sonoro de la palabra "malec¨®n" como el ta?ido de una campana grave, y la sombra que se alargaba agregando m¨¢s dignidad a la figura de un anciano, lo vi tambi¨¦n en el padre Vit y el otro d¨ªa volv¨ª a la iglesia por tercera vez con el prop¨®sito de conocerle. Pero me dijeron que ya ha pasado a mejor vida.
La que deja detr¨¢s, me dijo Juan Provecho, no ha sido un camino de rosas. En 1952, el Estado lanz¨® la llamada "Operaci¨®n K", de Klaster, monasterio. La vida religiosa quedaba tolerada en Checoslovaquia bajo estrictas regulaciones; en cuanto a la vida mon¨¢stica, quedaba prohibida por decreto. Como las ¨®rdenes se mostraban renuentes a autodisolverse, cada mes llegaba una caravana militar a la puerta de un monasterio, lo evacuaba y trasportaba a los religiosos a un campo de concentraci¨®n. En Praga hab¨ªa 30 agustinos estudiantes internos en un "seminario menor" y algunos otros que hab¨ªan concluido ya los estudios de Teolog¨ªa pero no hab¨ªan sido todav¨ªa ordenados; a todos ellos se les envi¨® a su casa. En cambio el provincial y 20 sacerdotes fueron embarcados en el cami¨®n. A Vit Marecek y a 150 compa?eros de infortunio procedentes de otros monasterios y otras ¨®rdenes les tocaron trabajos forzados en el campo de Kralik (en checo, Conejera), un monasterio cisterciense. All¨ª se dedic¨® a trabajos forestales durante los siguientes ocho a?os. En aquellos tiempos preconciliares las misas no se pod¨ªan concelebrar y los doscientos prisioneros organizaban turnos para poder celebrar misa todos desde las cinco a las siete de la ma?ana, antes de salir al tajo. En el a?o 1960 Vit Marecek fue liberado, pero con la prohibici¨®n de llevar vida religiosa, de modo que para eludir la ley de vagos y maleantes sigui¨® siendo le?ador. Durante diez a?os m¨¢s trabaj¨® en los bosques hasta que el padre provincial de los Agustinos, Wojtiech Primes, que se hab¨ªa reciclado en sacrist¨¢n de la catedral de Pilsen, logr¨® hablar con el obispo de Praga, el cardenal Tomasek, que en atenci¨®n a los problemas de salud de Marecek consigui¨® que se le permitiese volver a la capital, con el cargo de capell¨¢n o coadjutor parroquial de la iglesia de Santo Tom¨¢s. Desde los acontecimientos de 1968 -la "primavera de Praga", su liquidaci¨®n por las tropas del Pacto de Varsovia y la "normalizaci¨®n" del pa¨ªs- la presi¨®n del Estado sobre la sociedad se hab¨ªa suavizado un poco mediante un pacto t¨¢cito entre gobernantes y gobernados, por el que los primeros no extremar¨ªan la represi¨®n ni las exigencias laborales y los segundos se mantendr¨ªan sumisos y podr¨ªan holgazanear. Cuando Marecek regres¨® a Santo Tom¨¢s hab¨ªa perdido la salud y el monasterio expropiado se hab¨ªa convertido en asilo de ancianos.
No es f¨¢cil de entender la situaci¨®n de los religiosos bajo el r¨¦gimen comunista sin saber que dentro de la iglesia cat¨®lica conviv¨ªan tres curias: en primer lugar, los religiosos de la iglesia romana "normal"; en segundo lugar los que se adscribieron a la organizaci¨®n Pacem in terris, que bajo el nombre de esta enc¨ªclica del Papa Juan XXIII colaboraba con el r¨¦gimen. Finalmente, la escasez de vocaciones religiosas y el desmantelamiento de los seminarios llev¨® a P¨ªo XII a autorizar una "iglesia subterr¨¢nea" o clandestina, donde el aprendizaje del ministerio y el cumplimiento de los dogmas de la vida sacerdotal se relajaban mucho. Los sacerdotes incluso eran autorizados a casarse. La Iglesia se resignaba a ese apostolado precario porque los eclesi¨¢sticos estaban convencidos de que la situaci¨®n no cambiar¨ªa ya nunca en Checoslovaquia. Vit impart¨ªa la catequesis a salto de mata, en estaciones de tren y en bancos de parques p¨²blicos, la Dogm¨¢tica en Brno, el derecho Eclesi¨¢stico en Kutna Hora, y los encuentros clandestinos entre el sacerdote y los "seminaristas" se desarrollaban como los encuentros entre esp¨ªas en las novelas de John LeCarr¨¦. (A?os m¨¢s tarde, una vez recobrada la libertad de culto, Juan Pablo II imparti¨® nueva doctrina por la que se permit¨ªa a los miembros casados de esta curia subterr¨¢nea ser di¨¢conos, un rango inmediatamente inferior al de sacerdote; pero la mayor¨ªa, alegando que si hab¨ªan asumido la dignidad sacerdotal en los a?os de privaciones extremas ten¨ªan derecho a mantenerla cuando ya no era un calvario tan empinado, no aceptaron esta soluci¨®n y siguieron ejerciendo como sacerdotes, incluso con sus obispos paralelos. Este conflicto se aire¨® en la prensa, enajen¨® simpat¨ªas a la Iglesia y dej¨® heridas abiertas entre escasos fieles.
Est¨¢bamos sentados en el jard¨ªn del claustro, el padre Juan explic¨¢ndome la vida de Vit. En un momento determinado se levant¨® para atender a unos caballeros que ven¨ªan con una oferta para establecer un negocio en el claustro, un restaurante o un hotel. De los siete conventos que el Estado restituy¨® a la orden en el a?o 91, dentro de la pol¨ªtica general de devolver a sus due?os las propiedades nacionalizadas a la fuerza despu¨¦s de la segunda guerra mundial, los agustinos ya se han desprendido de dos para reparar Santo Tom¨¢s con los beneficios de la venta; el de Domalzlice, casi en la frontera con Alemania, se ha alquilado a una escuela de m¨²sica; en el de Rocov se han instalado unas casitas; el de Bela ha sido dividido en once viviendas; el de Santa Dobrotiva, a unos sesenta kil¨®metros de Praga, se reconvertir¨¢ en centro juvenil. En el monasterio de Praga todav¨ªa est¨¢ por decidir si se instalan oficinas o un albergue... Estas operaciones inmobiliarias eran inevitables para mantener viva la orden y restaurar los edificios, me explicaba Juan. Es un hombre joven, animado por una fiebre de actividad, despierto, obviamente inteligente.
Le pregunto qu¨¦ hace un castellano como ¨¦l en este monasterio praguense y me entero de que hace unos a?os ya s¨®lo quedaban tres agustinos checos, los tres de muy avanzada edad; a principios de los a?os noventa Checoslovaquia, como otros pa¨ªses de Centropa, experiment¨® un boom de vocaciones religiosas y las iglesias volvieron a llenarse. Pero r¨¢pidamente los nuevos adeptos se encontraron que las exigencias de la vida religiosa eran m¨¢s elevadas o m¨¢s severas de lo que esperaban y fueron colgando los h¨¢bitos. Casi puede decirse que la mayor actividad de estas iglesias checas es como sala de conciertos y atracci¨®n tur¨ªstica. Por cierto que tambi¨¦n Santo Tom¨¢s cuenta con un coro excelente y un ¨®rgano soberbio. La menguada orden recibi¨® algunos refuerzos de Espa?a. Entre ellos, Juan. Los dos primeros a?os en Praga los dedic¨® a estudiar el idioma a fondo, para predicar sin acento. Ahora esa inversi¨®n de tiempo en su formaci¨®n le hace prever que se quedar¨¢ aqu¨ª por mucho tiempo, hasta que su misi¨®n se haya cumplido: hasta que pueda pasar el testigo a diez agustinos checos, salidos de una generaci¨®n nueva de cristianos. Para lograrlo, los agustinos organizan algunas actividades en el cercano gimnasium Josefsk¨¢, donde centenares de ni?os estudian bachillerato. Adem¨¢s, una nueva ley garantiza a partir del a?o pr¨®ximo la ense?anza de la religi¨®n, como asignatura optativa que las escuelas deben proveer en el caso de que haya siete alumnos por lo menos interesados en estudiarla: es una luz que ven al fondo de un t¨²nel que parad¨®jicamente se les ha hecho m¨¢s oscuro y m¨¢s estrecho despu¨¦s del fin de las persecuciones.
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