Varias temporadas en cartel
Hace un par de semanas fui a disfrutar del espect¨¢culo de Faemino y Cansado. Ir a verlos es una de esas cosas que realmente tienen sentido. Como siempre, me re¨ª como nunca. Mientras explicaban sus haza?as en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, empec¨¦ a pensar en lo mucho que me gustar¨ªa que todo el mundo pudiera estar disfrutando igual que yo. Siempre queremos que los dem¨¢s conozcan aquello que nos entusiasma, y ellos me vuelven radicalmente loco. Mir¨¦ hacia atr¨¢s, en direcci¨®n a las gradas, y vi cientos de caras desencajadas, llorando literalmente de risa. El teatro estaba lleno, por supuesto, y sab¨ªa que al d¨ªa siguiente volver¨ªa a estar igual, pero antes o despu¨¦s las representaciones acabar¨ªan y los dos talentos se ir¨ªan a descansar alegremente. Cuando termin¨® la actuaci¨®n, ya en la calle, me dio por calcular el n¨²mero de a?os que los humoristas deber¨ªan estar en cartel para que pudieran acudir a verles todos los habitantes del planeta Tierra. Supe que para realizar mi tarea precisar¨ªa de una calculadora con much¨ªsimos d¨ªgitos. As¨ª que, sin pensarlo, fui corriendo a mi casa, encend¨ª el ordenador y empec¨¦ a manejar el rat¨®n. Inicio. Programas. Accesorios. Calculadora.
Ellos me vuelven radicalmente loco. Mir¨¦ en direcci¨®n a las gradas y vi cientos de caras desencajadas, llorando literalmente de risa
La sala donde vi actuar a Faemino y Cansado ten¨ªa un aforo de quinientas personas. En el mundo hay seis mil millones de espectadores potenciales. Dividimos ambas cifras y obtendremos el n¨²mero de noches que deber¨ªan estar actuando: doce millones. Eso equivale a casi treinta y tres mil a?os en cartel, el tiempo transcurrido desde la desaparici¨®n del hombre de Neandertal.
Al terminar mi c¨¢lculo, llam¨¦ por tel¨¦fono a Javier Cansado, el menos alto de los dos. Le telefoneo sin motivo aparente una vez cada cuarenta y tres d¨ªas. Me dijo, con much¨ªsimo tacto, que a Faemino y a ¨¦l no les hac¨ªan demasiada ilusi¨®n los proyectos a largo plazo, y que tener la agenda apretada durante los pr¨®ximos trescientos treinta siglos no era algo que cuadrara demasiado bien con sus intereses. Insist¨ª lo que pude, pero fue en vano. A ellos, para nuestra desgracia, les gusta descansar de vez en cuando. Antes de colgar el tel¨¦fono, y por hacer algo, decid¨ª explicarle sucintamente la historia de mi vida, desde mi nacimiento hasta hoy, pero creo que a ¨¦l no le interes¨® excesivamente.
Resulta claro, por tanto, que tendremos que conformarnos con que ese espect¨¢culo sea visto por un reducid¨ªsimo n¨²mero de humanos, de quinientos en quinientos. Me da rabia, pero la realidad es as¨ª. Uno no puede luchar contra la mortalidad, las matem¨¢ticas y las ganas que tienen de descansar estos se?ores.
Sin embargo, se me ocurre una soluci¨®n de emergencia. Tal vez sea una aut¨¦ntica locura, pero les aseguro a ustedes que han llegado a realizarse cosas much¨ªsimo m¨¢s extra?as. Se tratar¨ªa de que alguien con sentido com¨²n ofreciera a Faemino y Cansado un programa de televisi¨®n en horario de m¨¢xima audiencia. Creo, sinceramente, que no es pedir demasiado.
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