'La misi¨®n' y el turismo solidario
'La misi¨®n' pertenece a la categor¨ªa de pel¨ªculas que pasan a la historia por su banda sonora. La compuso Ennio Morricone, un especialista en subrayar las emociones que los cineastas intentan transmitir. Cuenta la historia de dos hombres que, a mediados del siglo XVIII, practicaron dos tipos de turismo: el solidario y el depredador. El solidario lo representa Jeremy Irons, un jesuita que viaja hasta la selva para contribuir al progreso de sociedades primitivas a cambio de cristianizarles. El depredador lo representa Robert de Niro, el capit¨¢n Mendoza, un traficante de esclavos que, adem¨¢s de cargarse a bastantes nativos, mata a su hermano por un qu¨ªtame ah¨ª esa novia. Para ganarse a los ind¨ªgenas, Irons toca el oboe en medio de la selva; De Niro, en cambio, recurre a la espada. Aunque parezca mentira, gana el oboe: los nativos aceptan a Irons como l¨ªder de esta misi¨®n imposible y, entre todos, fomentan la educaci¨®n y explotan sus riquezas en plan autarqu¨ªa socialista. A De Niro, mientras tanto, le corroe el remordimiento de haber matado a su hermano. Irons le propone redimirse en la selva, junto a los guaran¨ªs, y expiar sus pecados haciendo m¨¦ritos para ingresar en la orden de los jesuitas.
Para ganarse a los ind¨ªgenas, Irons toca el oboe en medio de la selva; De Niro recurre a la espada
Que se ordene a un asesino ex traficante de esclavos puede parecer chocante, pero estamos en 1750, cuando Espa?a y Portugal compart¨ªan su voluntad de expolio sobre unos territorios que ve¨ªan como fuente de riqueza, lo cual explicar¨ªa este discutible criterio de selecci¨®n de personal. Para los jesuitas de la pel¨ªcula (de los de verdad, no respondo) prevalec¨ªa la voluntad de evangelizaci¨®n, que se trunc¨® cuando los Estados empezaron a limitar el poder de la Iglesia. El conflicto de autoridad perjudic¨® a los d¨¦biles: matan a todos los buenos, lo cual no deja de ser un retrato bastante fiel de lo que ocurre all¨ª donde los principios de la justicia y del reparto de la riqueza son combatidos por asesinos y ex traficantes de esclavos. Con o sin excesos mel¨®dicos por parte del genio Morricone, la pel¨ªcula, filmada en la comunidad waunana, a orillas del r¨ªo Don Diego, plantea un tema muy actual: cu¨¢l debe ser la actitud de los privilegiados frente a las sociedades primitivas.
Con o sin protocolos jesu¨ªticos o estatales, la historia se repite en muchas iniciativas que, en los lugares m¨¢s necesitados, llevan a cabo algunas organizaciones no gubernamentales. J¨®venes y adultos concienciados aprovechan sus vacaciones para participar en proyectos de desarrollo y ayuda humanitaria. Es una forma de solidaridad a tiempo parcial que revierte a favor de causas encomiables, tanto sobre el papel como sobre el terreno. Mal administrada, sin embargo, esta adrenalina ideol¨®gica corrompe el compromiso de los aut¨¦nticos misioneros, laicos, religiosos o no sabe, no contesta. Tangencialmente, La misi¨®n plantea que a veces las motivaciones de los evangelizadores no tienen nada que ver con las necesidades de los ind¨ªgenas. La redenci¨®n sustituye a la caridad y el altruismo encubre penitencias y autoodios. "No somos miembros de una democracia, somos miembros de una orden", dice uno de los jesuitas para situar la dimensi¨®n real de su vocaci¨®n. En algunos pa¨ªses, la cosa est¨¢ tan mal que las ¨®rdenes religiosas y el trabajo de sus miembros, al igual que el de los voluntarios de las ONG, alivia la falta de democracia. El debate entre los intereses de Dios y los de las ¨®rdenes que dicen representarlo guarda cierto paralelismo con el contraste entre la justicia y el discurso de quienes subvierten, por inter¨¦s o egolatr¨ªa, la palabra solidaridad. Y eso no lo disimula ni Ennio Morricone.
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