El le¨®n del Atlas ruge de nuevo
Los espa?oles desaparecieron en el ¨²ltimo tercio del marat¨®n, en el que Gharib repiti¨® triunfo
Cuentan de uno que estuvo a punto de perecer, solo, triste, impotente, porque se le atasc¨® la puerta de la cabina de la ducha del hotel -puerta de la habitaci¨®n cerrada con cadena-y no pod¨ªa salir despu¨¦s de la salut¨ªfera limpieza. Casi tan rid¨ªculo, y mucho m¨¢s triste, mucho m¨¢s doloroso, fue lo que le ocurri¨® a Vanderlei Lima en el marat¨®n ol¨ªmpico de Atenas, cuando perdi¨® el oro ol¨ªmpico porque un mamarracho orate le agredi¨®, le sujet¨®, intent¨® apartarle de la carrera.
Pero igual de triste, lamentable, aunque mucho m¨¢s rid¨ªculo, es lo que le pudo haber pasado a Julio Rey ayer. Entre los kil¨®metros 15 y 20 el marat¨®n, de la carrera de los 42.195 metros, al toledano, ansioso, siempre delante, se le hizo un nudo en el cord¨®n que le sujetaba los pantalones a la cintura. Para at¨¢rselo de nuevo, m¨¢s fuerte, para asegurarse los pantalones, necesitaba antes deshacer el nudo, lo que, corriendo a 20 por hora, braceando, brincando sobre un suelo irregular, ahora una v¨ªa de tranv¨ªa, ahora un tramo de pav¨¦s, un tobog¨¢n para arriba, una cuesta abajo, una encrucijada enorme, una explanada abierta a todos los vientos, una playa de aguas heladoras, y en pelot¨®n, es una tarea complicada de verdad. Y encima, sin apenas u?as en los dedos. "Y adem¨¢s, estaba tan sudado, tan empapado, que no hac¨ªa vida con ello", dijo Rey. "Pero al final pude at¨¢rmelos bien. Es que con el peso del sudor, se me ca¨ªan, los llevaba empapados". El an¨®nimo encerrado en la cabina de la ducha pudo, con m¨¢s fuerza que ma?a desarmar las puertas y liberarse; Lima, una vez liberado tras duro forcejeo con el energ¨²meno, regres¨® a la carretera para conquistar el bronce; lo de Rey con los pantalones no fue lo peor que le pod¨ªa haber pasado.
A Julio Rey le abandonaron las fuerzas en el momento clave, pero no se dej¨® ir
Lima corri¨® en Helsinki m¨¢s seguro que nunca, incrustado en el primer grupo, el que guiaba desde el primer kil¨®metro el tanzano Christopher Isegwe. A su espalda, cerrado el paso, polic¨ªas en bicicleta, feroces vestidos de azul, vigilaban para que nadie saltara las vallas. Corri¨® seguro Lima, pero el estado de gracia que le acompa?¨® en Atenas le hab¨ªa abandonado. Y, as¨ª, ¨¦l tambi¨¦n abandon¨® pasada la media marat¨®n. Julio Rey no abandon¨®. A ¨¦l le abandonaron las fuerzas llegado el momento clave, pero ¨¦l no se dej¨® ir. ?l estaba fuerte cuando hab¨ªa que estarlo, en el kil¨®metro 28. Estaba tan fuerte que hasta le dijo al marroqu¨ª Jauad Gharib: "Venga, vente conmigo, v¨¢monos. Hagamos como en Par¨ªs, los dos solos, y despu¨¦s ya veremos". Se fueron los dos como en Par¨ªs. Un cambio brutal. Pero el resto no fue como en Par¨ªs.
El resto fue que Gharib, el Le¨®n del Atlas, el marroqu¨ª que sorprendi¨® a todos ganando el Mundial de Par¨ªs, 500 metros despu¨¦s se desencaden¨® de tal manera en tan brutal ataque, cuesta arriba, que Julio Rey revent¨®. Y los que le aguantaron m¨ªnimamente, los que se empe?aron contra toda l¨®gica humana en tal esfuerzo a los dos tercios de un marat¨®n, acabaron peor. Stefano Baldini, el campe¨®n ol¨ªmpico, pocos minutos despu¨¦s sinti¨® un calambre que le dej¨® una pierna tiesa, de palo; el keniano Biwott, favorito para muchos, se vino abajo, aunque de una manera m¨¢s sostenida, al igual que el et¨ªope Shentama. S¨®lo los que miraron para otro lado cuando el Le¨®n del Atlas, antiguo futbolista que empez¨® a correr en serio a los 22 a?os, y tiene ahora 33, rugi¨® de nuevo, sobrevivieron. Sobrevivi¨® el japon¨¦s Ogata, que acab¨® tercero, y el incre¨ªble Isegwe, que regres¨® despu¨¦s de haber dejado un tiempo el protagonismo a otros compatriotas del sur del Kilimanjaro.
"F¨¢cil es decirlo, que deje irse a Gharib, que mire para otro lado", sentenci¨® Jos¨¦ R¨ªos, a quien las fibras le aguantaron hasta el kil¨®metro 28, al que un pinchazo de aviso le oblig¨® a abandonar. "Pero si se viene a un Mundial es para intentarlo todo, para morir intent¨¢ndolo"
Chema Mart¨ªnez, que acab¨® el 30?, en 2.20, el peor tiempo de su carrera, habl¨® de la marat¨®n m¨¢s dura de su vida, de una sed infame que no pudo quitarse de la boca aun bebiendo seis litros de agua, de cad¨¢veres de maratonianos que hab¨ªan dado un a?o de su vida por la cita de Helsinki abandonados por las calles; Julio Rey (8?), habl¨® de lo mismo, de la humedad, del exceso de sudor. Gharib, el Le¨®n del Atlas, dijo que le hab¨ªa dolido el est¨®mago.
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