Verano urbano, la tortura cotidiana
Calor, ruido, vac¨ªo administrativo y obras p¨²blicas convierten el est¨ªo en una pesadilla en las ciudades espa?olas
Juan Antonio Salamanca empez¨® el mes de agosto acumulando argumentos contra el enemigo n¨²mero uno del Foro C¨ªvico de Guadalajara que preside: el ruido. La madrugada del 31 de julio le desvelaron los gritos de un grupo de gente que iba de marcha. Descolg¨® el tel¨¦fono y llam¨® a la Polic¨ªa Municipal, pero todo lo que consigui¨® fue enzarzarse en una agria discusi¨®n con el agente de guardia, poco dispuesto a movilizarse. Al d¨ªa siguiente fue un claxon destemplado el que le despert¨® a las dos de la madrugada. "Era un motorista que se desped¨ªa de su novia", recuerda. Y unas horas despu¨¦s, otra bocina, la de un coche con trabajadores que ven¨ªan a recoger a un compa?ero, le sac¨® de la cama a las siete. Nada excepcional trat¨¢ndose del verano espa?ol, una estaci¨®n re?ida con la calidad de vida en las ciudades, cuando el calor, el fragor del tr¨¢fico, las obras p¨²blicas, los conciertos al aire libre, las terrazas, los malos olores y las costumbres vecinales se conjuran para hacerle la vida imposible al que s¨®lo aspira a un poco de tranquilidad.
"El problema se agudiza en verano, porque el ocio est¨¢ fuera de control", dice Casola
"Los espa?oles tenemos muchas virtudes, pero en la cuesti¨®n del ruido vamos a peor", dice Salamanca. Es verdad que las protestas aumentan. Cada a?o se presentan unas 360.000 demandas por contaminaci¨®n ac¨²stica ante los tribunales, la punta del iceberg de un descontento que crece imparable, especialmente en verano. Porque no es s¨®lo el ruido. Julio y, sobre todo, agosto, son los meses perfectos para abrir zanjas, desviar conductos, arreglar pavimentos o se?ales de tr¨¢fico. Una atracci¨®n irresistible para los ayuntamientos de una punta a otra del pa¨ªs.
Zanjas y basuras
El resultado se ve en las calles. En las de Madrid, donde los atascos no han dejado de ser una constante, gracias al casi centenar de obras que han convertido la ciudad en una especie de gigantesco yacimiento arqueol¨®gico, pero tambi¨¦n en las de Huelva. O en Sevilla, acosada por atascos y estrecheces por las obras del metro y por la mejora de las l¨ªneas de distribuci¨®n el¨¦ctrica.
Entre atasco y atasco, la gente encuentra tiempo para la expansi¨®n. En Barcelona se programa hasta teatro frente al pl¨¢cido mar. Lo que significa toneladas de basura de todo g¨¦nero. Pese a campa?as espec¨ªficas en radio y televisi¨®n, el a?o pasado se recogieron m¨¢s de 10 millones de colillas en sus playas.
"El problema se agudiza en verano, porque el ocio est¨¢ fuera de control. Este barrio nuestro se convierte en un parque tem¨¢tico, con bares, discotecas, restaurantes y pubs". El que habla es Toni Casola, presidente de la asociaci¨®n Amigos del barrio del Carmen, de Valencia. Y su retah¨ªla de quejas es tan infinita como familiar para los habitantes de los barrios c¨¦ntricos de cualquier ciudad espa?ola. Botell¨®n y vandalismo rampante, que se cobra a diario su tributo en bolardos rotos, se?ales de tr¨¢fico arrancadas, o carritos de supermercado estampados contra los escaparates. Por no hablar de la proliferaci¨®n de terrazas. "Es como si nuestras calles estuvieran privatizadas. No podemos caminar, porque las aceras est¨¢n completamente invadidas. La polic¨ªa nocturna apenas tiene retenes para hacer frente a todo esto". Todo esto son 230 bares y 18 pubs en un espacio donde viven 6.000 vecinos. Casola reconoce que vivir en El Carmen, patrimonio hist¨®rico-art¨ªstico y lugar de referencia para los valencianos, tiene que tener un coste. "Aqu¨ª se hacen las procesiones del Corpus, o las ofrendas de flores a la Virgen, pero esto no significa que tengamos que convivir con una situaci¨®n que est¨¢ fuera de control, con una afluencia de 100.000 personas los fines de semana", a?ade. "Los lunes, nos encontramos con calles convertidas en piscinas de or¨ªn". ?Por qu¨¦ se otorgan las licencias para bares y restaurantes tan alegremente?, se pregunta Casola. Y ¨¦l mismo se responde. "Creo que hay complicidades ocultas, porque el ocio es una actividad que mueve much¨ªsimo dinero, a veces dinero negro. Es una maquinaria extraordinariamente poderosa, pero nuestra situaci¨®n es cr¨ªtica".
Eso piensa tambi¨¦n Jos¨¦ Ignacio S¨¢enz de Cosculluela, vecino desde hace 13 a?os del barrio de Moncasi, en otro tiempo una zona residencial de Zaragoza, convertido hoy en una de las sedes de la movida local. S¨¢enz de Cosculluela no parece resignado. Al contrario, batalla a diario desde la Plataforma Estatal contra el Ruido y las Actividades molestas (Peacram), que preside, integrada ya por un centenar de asociaciones. La plataforma ha celebrado el a?o pasado su primer congreso y ha conseguido aglutinar a una serie de expertos en la dif¨ªcil tarea de combatir la contaminaci¨®n ac¨²stica y ambiental. ??xitos? De momento pocos. Una sentencia hist¨®rica del Tribunal Constitucional en la que se reconoce que el ruido excesivo atenta contra la intimidad de la persona, y un par de sentencias del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, una de ellas de 2004, condenando a Espa?a en un litigio de ruidos por violaci¨®n de los derechos humanos.
Pero nada parece hacer mella en las autoridades municipales, ni en las judiciales, m¨¢s bien despreciativas con el problema. "Y eso que, seg¨²n la OMS, somos el pa¨ªs m¨¢s ruidoso del mundo despu¨¦s de Jap¨®n", dice el presidente de Peacram. Con todo lo que eso representa en estr¨¦s, en trastornos psicol¨®gicos y f¨ªsicos para la poblaci¨®n. "El descanso es un derecho constitucional, y que yo sepa la constituci¨®n no dice nada del derecho a la diversi¨®n", protesta. "Es verdad que todo es cuesti¨®n de sentido de la medida, de mayor educaci¨®n, pero no podemos esperar a que llegue una generaci¨®n m¨¢s educada para poder dormir".
A menudo, es la propia administraci¨®n la que no se molesta siquiera en predicar con el ejemplo. Camiones de recogida de la basura de madrugada, obras p¨²blicas molestas son una constante en el panorama veraniego. "En otros pa¨ªses de Europa cuando se va a acometer una obra p¨²blica se hace un cerramiento con pl¨¢stico para evitar la contaminaci¨®n por polvo, y otro m¨¢s con materiales absorbentes, para evitar los ruidos. En Espa?a ocurre pocas veces", explica Francisco Domingo Vi?ado, cuya empresa, Econatura, se ocupa de la medici¨®n y an¨¢lisis de la contaminaci¨®n medioambiental.
Cuando llega la noche y las excavadoras y tuneladoras callan, se pueblan las terrazas y las verbenas. Se mire adonde se mire el panorama es id¨¦ntico. Eso dice al menos el son¨®metro analizador que utiliza Domingo Vi?ado. Si un vecino del barrio zaragozano de Moncasi soporta ruidos de 95 decibelios en plena madrugada, otro de Elche se enfrenta a 80. Muy por encima de los 26 decibelios que fija la OMS como tope aceptable. La marcha hasta bien entrada la ma?ana no es, sin embargo, una tradici¨®n nacional. "Es una nueva cultura, una costumbre adquirida que ha llegado al ¨²ltimo pueblo de Espa?a", sostiene Vi?ado. Si Teruel tiene, gracias al Ayuntamiento, discoteca m¨®vil para disfrute de los vecinos hasta las 9.30 de la ma?ana, los 500 vecinos de Camarzana de Tera (Zamora) pueden presumir de haber celebrado estos d¨ªas su propio festival de bakalao.
En Madrid, quinta capital tur¨ªstica europea, con sus 5,3 millones de visitantes al a?o -seg¨²n datos del Ayuntamiento-, las terrazas, los conciertos al aire libre y la movida son la imagen de marca a la que ning¨²n consistorio est¨¢ dispuesto a renunciar. Es dif¨ªcil encontrar la medida en este tema, e incluso en los barrios saturados, como el de Las Letras, se siguen inaugurando locales. Y hasta restaurantes gigantescos como el que se prepara, sin licencia ninguna, en la calle del Prado. ?Qu¨¦ opinan los responsables al respecto? En agosto no hay respuesta. Ni en el Ayuntamiento de Madrid, ni en el de Barcelona, que han sido incapaces de encontrar interlocutores para responder a las preguntas de este diario. ?Ser¨¢ que la Administraci¨®n en pleno ha desaparecido? "No. Al menos en la Administraci¨®n general del Estado es obligatorio que queden en sus puestos no menos de la mitad de los trabajadores", asegura una portavoz de la Federaci¨®n de Servicios de Administraciones P¨²blicas de CC OO.
Otra cosa son los ayuntamientos, y dentro de una y otra administraci¨®n, los cargos pol¨ªticos a quienes compete, en buena medida, la soluci¨®n de este problema insoluble. ?Habr¨ªa que concentrar el ocio en zonas de las afueras ciudadanas? A los due?os de la noche se les eriza el vello s¨®lo de pensarlo. Sobre todo, porque no se sienten culpables. Para la federaci¨®n de hosteler¨ªa el verdadero problema no es el ruido del ocio, sino el del tr¨¢fico.
"El ocio es simplemente el chivo expiatorio", dice Vicente Pizcueta, consultor de comunicaci¨®n de la Asociaci¨®n Nacional de Empresario para la Calidad del Ocio (ECO), y vicepresidente de una ONG valenciana, Controla-Club, que, entre otras iniciativas, reparte bonos-descuento a los clientes de discotecas para que vuelvan a casa en taxi. "Los problemas del ocio son los problemas de la sociedad espa?ola. Falta organizaci¨®n, pero el debate est¨¢ muy verde. Se olvida adem¨¢s que Espa?a es un pa¨ªs tur¨ªstico. Que el turismo representa el 12% de nuestro PIB". ?No somos acaso el pa¨ªs con m¨¢s bares y restaurantes por metro cuadrado de Europa? "?sa es la percepci¨®n general. Tenga en cuenta que de ese 12% del PIB, el 8% lo aporta el sector hostelero. En Espa?a hay unos 300.000 empresarios de hosteler¨ªa". Una fuerza imponente que convierte al sector en un verdadero Goliat frente al peque?o David de asociaciones y plataformas
Una f¨®rmula exportada
La actitud de los ayuntamientos espa?oles hacia la marcha var¨ªa s¨®lo formalmente, seg¨²n Peacram. "Algunos han organizado jornadas sobre el ruido y tratan de mantener una cierta imagen, pero la situaci¨®n sobre el terreno es de permisividad", dice S¨¢enz de Cosculluela. Lo cierto es que esta forma de explotar el ocio est¨¢ teniendo ¨¦xito tambi¨¦n fuera de nuestras fronteras. Al menos los pa¨ªses reci¨¦n llegados al mercado tur¨ªstico han tomado muy buena nota. Praga, capital de la Rep¨²blica Checa, el pa¨ªs del Este con mayor crecimiento tur¨ªstico de los ¨²ltimos a?os, se est¨¢ convirtiendo ya en un gigantesco pub, seg¨²n declaraban los responsables del turismo local al International Herald Tribune, diario estadounidense que se edita en Europa. Muchos ciudadanos huyen de esas zonas tomadas literalmente por j¨®venes extranjeros abonados a la cerveza barata. Los checos no lo saben, pero la idea es espa?ola. Aunque nadie la ha patentado ni cobramos royalties.
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