Desaf¨ªo atajado
La Ertzaintza cumpli¨® ayer con su deber de impedir que se llevara a cabo en el bulevar de San Sebasti¨¢n la manifestaci¨®n convocada por Batasuna y prohibida por el Departamento de Interior y el Tribunal Superior del Pa¨ªs Vasco. Y los seguidores de la formaci¨®n ilegalizada fueron tambi¨¦n fieles a su particular c¨®digo de conducta, protagonizando diversos incidentes -con m¨¢s de una decena de heridos, ajenos la mayor¨ªa al tumulto- en una ciudad que comenzaba ayer su Semana Grande, cuando vieron frustrado por el despliegue policial el pulso que hab¨ªan planteado a la legalidad.
La pol¨ªtica del apaciguamiento, de ceder al chantaje por tener la fiesta en paz, fue la que destil¨® en Euskadi ese caldo de impunidad del que se ha nutrido el mundo de ETA y que ha costado tanto achicar. Al convocar abiertamente la marcha, Otegi y los suyos, desalojados de las instituciones con su marca registrada, han pretendido afirmar su presencia p¨²blica y, al mismo tiempo, forzar las costuras de la ilegalizaci¨®n. Y de paso, suscitar contradicciones en los partidos del Gobierno vasco, contrarios a esa medida. La publicidad gratuita la han conseguido, sin duda, pero hubiera sido una irresponsabilidad ceder a la provocaci¨®n. Porque las opiniones pol¨ªticas que se tengan sobre la Ley de Partidos no eximen a los poderes p¨²blicos de cumplir las resoluciones judiciales firmes, ni menos a¨²n permiten cerrar los ojos a las evidencias.
Ciertamente, la ilegalizaci¨®n de Batasuna no priva a sus seguidores de sus derechos individuales. Pero si quien comunica una manifestaci¨®n es un miembro connotado de este partido; si los principales dirigentes de la formaci¨®n la convocan p¨²blicamente a continuaci¨®n; si su lema coincide con el que viene publicitando ¨¦sta, y la marcha propuesta coincide en lugar, d¨ªa y hora con las que ha venido celebrando en los ¨²ltimos 10 a?os, lo l¨®gico es concluir que se trata de un intento de Batasuna de burlar las consecuencias de la ilegalizaci¨®n mediante persona interpuesta. Por ello, resulta dif¨ªcil de entender el ang¨¦lico voto particular del presidente de la Sala de Vacaciones del Tribunal Superior del Pa¨ªs Vasco.
Quienes llamaron a la marcha pese a la prohibici¨®n y amagaron con provocar una "batalla campal" si no se les permit¨ªa actuar a sus anchas deben responder con todo rigor ahora por los da?os personales y materiales causados en una ciudad que fue tomada, oportunistamente, como escenario para su desaf¨ªo.
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