Un Mahler fascinante y m¨¢gico
Se dice pronto: 35 conciertos para grandes masas sinf¨®nicas, 35. Aunque el Festival de Lucerna est¨¢ haciendo en los ¨²ltimos a?os un esfuerzo por ampliar y diversificar la oferta, su columna vertebral reposa en el desfile de orquestas. Seis de ellas est¨¢n consideradas como "residentes". Condici¨®n imprescindible: presentar al menos tres programas diferentes. Responden a ello nada menos que la Sinf¨®nica de Chicago, con Barenboim; la Filarm¨®nica de Nueva York, con Maazel; la Orquesta de Cleveland, con Welser-M?st; la Filarm¨®nica de Viena, con Gatti, Mehta y Eschenbach; la Concertgebouw de Amsterdam, con Jansons, y la propia orquesta del Festival, con Abbado. Entre las que acceden a Lucerna solamente con un par de programas est¨¢n la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, con Rattle; la Gewandhaus de Leipzig, con Chailly; la Filarm¨®nica de Londres con Masur, o la del Mariinsky de San Petersburgo, con Gergiev. Qu¨¦ nivel. Y adem¨¢s cuando act¨²an aqu¨ª echan el resto por eso de dejar bien claro qui¨¦n es qui¨¦n.
La alegr¨ªa de hacer m¨²sica se impone en los tres movimientos centrales. En el ¨²ltimo, el virtuosismo lleva al asombro, al trance
Media docena de orquestas interpretan este verano en Lucerna una sinfon¨ªa de Mahler. Todas las impares y la Sexta. Mahler, la verdad, no pasa de moda. Al contrario: cada vez se interpreta con m¨¢s frecuencia. Claudio Abbado lo ha tomado como referencia en sus actuaciones al frente de la Orquesta del Festival de Lucerna, su orquesta, llena de grandes solistas que le adoran. Primero fue la Segunda, despu¨¦s la Quinta. Este a?o le ha tocado el turno a la m¨¢s escurridiza y seg¨²n Marc Vignal "la m¨¢s fascinante": la S¨¦ptima. El nivel interpretativo se ha situado en el reino de la excelencia.
Abbado extrae de la orquesta un sonido l¨ªricamente sereno, brillante, luminoso, transparente. Da la sensaci¨®n de que se est¨¢ escuchando a una gigantesca orquesta de c¨¢mara. La seducci¨®n de las versiones de Abbado con la Orquesta del Festival tiene su origen en una compenetraci¨®n con los m¨²sicos que llega a cotas de complicidad creadora. Es un ejercicio de di¨¢logo llevado al l¨ªmite, de ejercicio de democracia en m¨²sica. El autoritarismo del director es m¨ªnimo, por no decir nulo. Todos elaboran la m¨²sica desde s¨ª mismos y en funci¨®n de los otros. Con un elevado sentido participativo. Con responsabilidad colectiva. Los solistas son de f¨¢bula y los instrumentistas de la Mahler Chamber Orchestra que han completado los huecos de la Orquesta del Festival estableciendo el necesario equilibrio sonoro est¨¢n supermotivados por la experiencia. Algunos son espa?oles: la flautista Julia Gallego, el clarinetista Vicente Alberola, el viola Josep Puchades... Comparten la aventura, pongamos por caso, con Sabine Meyer, o Natalia Gutman, o el cuarteto Alban Berg. La b¨²squeda del color es prioritaria. La "orquesta de solistas" permite que el recorrido hacia la luz de la S¨¦ptima, con todos sus vaivenes y contradicciones, sea incluso n¨ªtido. Se escucha hasta el detalle m¨¢s ins¨®lito e intervenciones "ex¨®ticas", como las de la guitarra o la mandolina en el cuarto movimiento, adquieren un singular relieve. La melod¨ªa, la alegr¨ªa de hacer m¨²sica, se imponen en los tres movimientos centrales. En el ¨²ltimo, la espectacularidad del virtuosismo lleva al asombro, al trance. Es evidente la capacidad de comunicaci¨®n, el efecto hipn¨®tico. Las ovaciones, impresionantes, sirven de desahogo a la tensi¨®n acumulada.
La soprano estadounidense Ren¨¦e Fleming ya particip¨® el a?o pasado en uno de los conciertos de Abbado en Lucerna. Su actuaci¨®n de anteayer, con los cinco lieder orquestales, opus 4, de Alban Berg sobre textos de Peter Altenberg, ha sido deslumbrante, de una voluptuosidad y una homogeneidad dif¨ªcilmente superables. Sali¨® despampanante la se?ora Fleming, con tules, lentejuelas y zapatos plateados, al m¨¢s puro estilo de Hollywood en noche de entrega de Oscar. Desde que abri¨® la boca se produjo el embelesamiento. Su t¨¦cnica es muy completa, pero no se nota por la naturalidad de su dicci¨®n y fraseo. La fantas¨ªa camina de la mano de la sensibilidad. Lo reiter¨® inmediatamente en tres canciones de Schubert -Nacht und Tr?ume, Die Forelle, Gretchen am Spinnrade- orquestadas por Max Reger y Benjam¨ªn Britten, que, gracias a ella, estuvieron envueltas en un perfume m¨¢s po¨¦tico, cautivador, y hasta so?ador, que doliente.
El concierto tuvo una atm¨®sfera m¨¢gica, una qu¨ªmica especial. Abbado y sus m¨²sicos superstars actuar¨¢n por primera vez fuera de Lucerna en octubre, en el Auditorio Parco della Musica de Roma. Por otra parte, la S¨¦ptima, de Mahler, de anteayer se pasar¨¢ por el canal Arte de televisi¨®n tambi¨¦n en octubre: el 2, a las 19,00 horas.
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