Accidente mortal
Aunque dice el poeta Ungaretti que la muerte s¨®lo nos toca si es de un ser pr¨®ximo, y es verdad, porque de lo contrario vivir ser¨ªa insufrible, la muerte de Francisco Javier Infantes, un sevillano de 22 a?os, a quien, obviamente, no conoc¨ª, en un accidente en el Parque Warner de San Mart¨ªn de la Vega causa tristeza por absurda. Infantes muri¨® al ser arrollado por el mecanismo de una atracci¨®n llamada El Hotel Embrujado. El muchacho ya ha sido enterrado en Sevilla, la ciudad donde resid¨ªa, y me vienen a la memoria unos versos de su paisano Luis Cernuda: "La seguridad, / ese insecto que anida en los volantes de la luz". Los versos son espl¨¦ndidos pero, obviamente, y aunque Cernuda era licenciado en derecho, no encierran ninguna verdad jur¨ªdica. A un matem¨¢tico, sin sentido del humor, incluso lo podr¨ªan sacar de quicio. ?Qu¨¦ significa eso de "ese insecto que anida en los volantes de la luz"? Nada que, extra¨ªdo de su pirotecnia verbal, por otra parte, muy bella, sirva para otra cosa que para so?ar.
Es seguro que, en el posible juicio que suscite este accidente, ni los abogados de los familiares del fallecido ni los del Parque Warner van a citar estos versos de Luis Cernuda que, dicho sea de paso, tampoco ser¨¢n apreciados por las compa?¨ªas aseguradoras. No se imagina uno la -por otra parte, gran mecenas de las artes- compa?¨ªa de seguros Mapfre, cuyo potente edificio destaca a la izquierda de la M-30 cuando vamos a enfilar hacia, por ejemplo, la M-607, que nos lleva hacia la carretera de Miraflores de la Sierra, donde yace el chal¨¦ del poeta Vicente Aleixandre, ¨ªntimo amigo de Cernuda, no se la imagina uno, digo, iluminada de noche con una orla que recoja estos versos de He venido para ver, el ¨²ltimo poema del libro Los placeres prohibidos. Un t¨ªtulo de libro -Los placeres prohibidos- que tampoco es probable que, para sus viajes tur¨ªsticos por la archidi¨®cesis de Madrid, se tat¨²e en un muslo el cardenal Rouco Varela. He venido para ver, uno de los m¨¢s bellos poemas del siglo XX, es quiz¨¢ mi poema preferido de Cernuda.
Me di una vuelta, el s¨¢bado pasado, el d¨ªa del accidente, por Miraflores de la Sierra, que celebraba sus fiestas, y pens¨¦ en que este rico municipio, por estar enclavado en una monta?a, no tiene espacio para poder instalar unos caballitos -cantados por Antonio Machado en su maravilloso poema Pegasos, lindos pegasos...-, unos autos de choque o una monta?a rusa, cantada por el poeta chileno Nicanor Parra en el poema hom¨®nimo La monta?a rusa. En Miraflores de la Sierra -que, en su d¨ªa, se llam¨® Porquerizas y al ser habitado por residentes que construyeron hasta alg¨²n palacete le buscaron otro nombre al municipio m¨¢s acorde con las glorias de la burgues¨ªa- s¨®lo hab¨ªa, el s¨¢bado pasado, los t¨ªpicos tenderetes hoy copados casi en su totalidad por asi¨¢ticos. Caminando del bingo ambulante hacia el ayuntamiento, en la fila de tenderetes de la derecha, hab¨ªa, por cierto, una chica ?camboyana, tailandesa, japonesa? con una blusa casta que le llegaba hasta el cuello. Pero la chica, a la altura del pez¨®n izquierdo, se hab¨ªa colocado una bengala m¨¢gica que emit¨ªa unas luces psicod¨¦licas. Ten¨ªa, pues, el encanto de una cabaretera -vestida- del Crazy Horse parisiense. Creo que el cabar¨¦ -que hoy, obviamente, est¨¢ casi muerto- ha sido uno de los grandes inventos de la humanidad y por eso apreci¨¦ aquel alarde de fuegos inteligentes -o sea, lo contrario de los fuegos fatuos- como se merec¨ªa. Esa chica asi¨¢tica, por su servicio a la patria, bien se merece una medallita del alcalde de Miraflores.
El Parque Warner ha declarado que la v¨ªctima no cumpli¨® las normas de seguridad que dicta la empresa y los familiares del fallecido acusan de negligencia a este centro de ocio, que ya acumula un par de obreros muertos en su fase de construcci¨®n y algunos sustos graves de sus clientes en algunas atracciones. Acabo de estrenarme como lector de la revista As¨ª son las cosas que dedica un n¨²mero especial a "Las claves del crimen. As¨ª trabaja la Polic¨ªa Cient¨ªfica espa?ola". Y, por tanto, mi prudencia ha subido ya un pelda?o en rigor y me abstendr¨¦ de emitir ninguna opini¨®n sobre el accidente. Pero ?qu¨¦ absurda puede ser la vida! Francisco Javier Infantes vino a darse una vuelta por Madrid y encontr¨® la muerte en esa atracci¨®n -para ¨¦l, fatal- llamada El Hotel Embrujado, un nombre que, tras el accidente, habr¨ªa que rebautizar como El Hotel... Y yo a?ado una palabra cuatris¨ªlaba que, como la gran humorista Eva, tambi¨¦n tiene Hache.
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