Las dos varas de Batasuna
La formaci¨®n ilegalizada quiere volver a las instituciones usando los resquicios de la ley mientras sigue acosando a los concejales
Hay lugares donde todav¨ªa se apalabran palizas. La noche del pasado domingo, un concejal de Burlada (Navarra) llamado Txema Maule¨®n y perteneciente a la formaci¨®n nacionalista Batzarre, que en euskera significa asamblea, se encontraba tomando una copa en las fiestas de su pueblo. De pronto, un grupo de vecinos, entre los que sobresal¨ªa el ex concejal de Batasuna Jos¨¦ Luis Moreno, se le acerc¨® y comenz¨® a insultarle. "Eran unos ocho o diez", cont¨® Maule¨®n a este peri¨®dico, "me llamaron fascista, cabr¨®n y espa?ol. Moreno [que fue miembro de la Mesa Nacional de HB y en la actualidad es liberado del sindicato LAB] me dijo que en ese momento no me pegaba porque soy concejal y le iban a caer siete a?os, pero que cuando dejara de serlo me iba a inflar a hostias". Una vez apalabrada la paliza, y justo antes de marcharse, una de las mujeres del grupo agarr¨® las gafas del concejal y las meti¨® en un vaso de cerveza.
Los radicales logran colocar en Azkoitia a un candidato rechazado por la Ley de Partidos
Una mujer agarr¨® las gafas de un concejal de Burlada y las meti¨® en un vaso de cerveza
La escena, que un guionista de serie negra hubiera encontrado demasiado cargada para ser cre¨ªble, describe a la perfecci¨®n el ambiente que rodea a la ¨²ltima iniciativa de Batasuna: una carta, dirigida a los tres partidos que sostienen el Gobierno vasco y a la formaci¨®n nacionalista Aralar, para que le devuelvan las concejal¨ªas que, por mor de la Ley de Partidos, dejaron de ocupar. La misiva no es ni m¨¢s ni menos que el segundo cap¨ªtulo de una estrategia perfectamente calculada por la formaci¨®n que lidera Arnaldo Otegi.
El primer acto, desarrollado durante los dos ¨²ltimos a?os, viene consistiendo en el acoso sistem¨¢tico a m¨¢s de 400 concejales del Pa¨ªs Vasco y Navarra para que renuncien a sus cargos en favor de los candidatos que designe Batasuna. Un centenar de amenazados -seg¨²n c¨¢lculos de la propia formaci¨®n ilegalizada- no han sido capaces de aguantar la presi¨®n y se han marchado ya, pero el resto sigue resistiendo. La pregunta es hasta cu¨¢ndo.
Y la respuesta depende ahora de la direcci¨®n de los partidos interpelados. Todos -Eusko Alkartasuna, PNV, Ezker Batua (IU) y Aralar- han respondido en un primer momento que la propuesta planteada esta semana por Batasuna no es viable, pero la cuesti¨®n no se antoja tan sencilla. Seg¨²n reconocen en privado algunos dirigentes nacionalistas, el acoso a sus concejales les est¨¢ haciendo mucho da?o. Por varios aspectos.
El primero de ellos es el factor humano. Las v¨ªctimas del acoso son los concejales que llegaron al cargo despu¨¦s de que la formaci¨®n radical quedara fuera de juego. Se trata, en la mayor¨ªa de los casos, de militantes de base, vecinos del pueblo que se prestaron a ir de relleno en las listas sin imaginarse que pod¨ªan salir. Valga el ejemplo de un pueblo de Guip¨²zcoa muy significativo para la izquierda abertzale: Oiartzun.
En las elecciones municipales de 1999, Euskal Herritarrok -la denominaci¨®n de Batasuna entonces- logr¨® en Oiartzun ocho concejales, mayor¨ªa absoluta. Enfrente, y sin demasiado poder de oposici¨®n, estaban los cinco ediles de la coalici¨®n EA-PNV. No hac¨ªa falta m¨¢s que darse una vuelta por el pueblo para saber qui¨¦n mandaba all¨ª. Las fotograf¨ªas de los terroristas presos colgaban del balc¨®n del Ayuntamiento y los chavales jugaban al front¨®n bajo un anagrama azul de ETA que a nadie se le ocurr¨ªa borrar. Llegaron las municipales de 2003 y, en aplicaci¨®n de la Ley de Partidos, la lista avalada por Batasuna fue ilegalizada. El resultado fue que Eusko Alkartasuna consigui¨® siete concejales; el PNV, cuatro; y una coalici¨®n formada por Ezker Batua, un independiente y Aralar, dos. Batasuna contabiliz¨® entonces los votos nulos -2.258- como propios y estim¨® que al menos siete de las concejal¨ªas obtenidas por los otros partidos le hab¨ªan sido robadas. La persecuci¨®n a los titulares de esos cargos ha sido, y sigue siendo, terrible. Y eso que, como concesi¨®n a sus perseguidores, la actual corporaci¨®n nacionalista opt¨® por dejar colgados del balc¨®n consistorial los retratos de los presos. Las sedes de PNV y EA ya han sido atacadas en numerosas ocasiones con piedras y botes de pintura roja y amarilla. Los concejales considerados "ladrones" tienen que aguantar que les amenacen delante de sus hijos o que cuelguen sus fotograf¨ªas de las farolas. El verano est¨¢ siendo un calvario y alguno de ellos ya ha dimitido. "Nos est¨¢ costando mucho", reconoce un dirigente de Eusko Alkartasuna, "convencerlos de que aguanten. No es f¨¢cil en pueblos tan peque?os. Y todav¨ªa queda a?o y medio para las pr¨®ximas elecciones".
Hay otro factor, ¨¦ste de car¨¢cter pol¨ªtico, por el que a algunos partidos como PNV y EA les va a ser muy dif¨ªcil aguantar el envite de Batasuna. "Durante estos dos a?os", se sincera un dirigente de una de estas formaciones, "les hemos estado diciendo que, como contrarios que somos a la Ley de Partidos, nos gustar¨ªa cederles algunas de nuestras concejal¨ªas, pero que la legislaci¨®n no nos lo permite. Pero ya sabe lo que ha sucedido en Azkoitia...".
El pasado mes de junio, Asier Larra?aga, un miembro de una plataforma ilegalizada en 2003 por su vinculaci¨®n a Batasuna, se las ingeni¨® para tomar posesi¨®n como concejal en Azkoitia (Guip¨²zcoa) en sustituci¨®n de un edil de una plataforma independiente. La forma en que lo hizo es la que Batasuna pretende ahora exportar a otras localidades. Es necesario para ello que un concejal legalmente elegido dimita, y que todos los siguientes de la lista renuncien a sustituirlo. A continuaci¨®n, y seg¨²n el art¨ªculo 182.2 de la Ley Org¨¢nica de R¨¦gimen Electoral General (LOREG), el partido que provoca la vacante tiene la potestad de designar como concejal a una persona que no figure en las listas. Lo curioso del asunto es que ese art¨ªculo de la ley fue modificado para garantizar la democracia en los ayuntamientos del Pa¨ªs Vasco, donde tanto el PSE como el PP siguen teniendo muchos problemas para sustituir a los concejales que dimiten por la presi¨®n de ETA o de su entorno.
Sin embargo, ahora, no s¨®lo son los llamados partidos constitucionalistas los que se sit¨²an en la diana de Batasuna. "Y eso", admite un dirigente nacionalista, "est¨¢ provocando que algunos de los nuestros [cargos de PNV y EA] se est¨¦n cayendo del caballo. Hay concejales que nos llaman para decirnos: 'Mira, yo siempre estuve contra la Ley de Partidos, y lo sigo estando, pero c¨®mo quieres que le ceda mi puesto al que viene a mi casa a insultarme, al que me llama ladr¨®n delante de mis hijos".
El domingo pasado, cuando un dirigente de Batasuna le apalabr¨® una paliza al concejal de Burlada Txema Maule¨®n, tambi¨¦n se encontraba presente una edil de Izquierda Unida. "Es inadmisible", expres¨® al d¨ªa siguiente un portavoz de la coalici¨®n, "que pueda haber opciones pol¨ªticas que con una mano ofrezcan la paz y con la otra sigan dando bofetadas".
Por si acaso, Maule¨®n no present¨® denuncia en los juzgados. "Ser¨ªa", dijo, "como echar le?a al fuego".
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