Huevos frescos
Confieso que lo pol¨ªticamente correcto (esa filosof¨ªa barata, ese escu¨¢lido corpus ideol¨®gico que gobierna nuestro tiempo) consigue fascinarme, y que sus intentos de gobernar nuestras conciencias desde presupuestos tan endebles acaban por confundirlo todo en una ci¨¦naga moral, en un verdadero l¨ªo.
El chupinazo de la Aste Nagusia de 2005 se convirti¨® en un nuevo ejemplo de magma indistinguible, que incluso proyect¨® sus tent¨¢culos contra el balc¨®n del Arriaga desde donde se daba inicio oficial a la fiesta. Al preg¨®n de Juanjo San Sebasti¨¢n y al chup¨ªn de Aitziber Adell, se uni¨® esta vez la presencia de una traductora de lenguaje de signos. La traslaci¨®n gestual del preg¨®n era una loable iniciativa, si bien hay que dudar de su verdadera eficacia, habida cuenta del feroz ametrallamiento de huevos frescos del balc¨®n presidencial.
En efecto, all¨ª se encontraban el concejal Jon S¨¢nchez, el pregonero, la chupinera, y a la izquierda de ¨¦stos un tipo muy alegre que fumaba sin parar. Concejal y fumador ejercieron con sus palmas de pantalla ante el constante ataque de ovales proyectiles sobre pregonero y chupinera. De hecho, hubo alg¨²n momento en que la traductora de signos se me apareci¨® como una improvisada karateka, que con sus vertiginosos movimientos manuales tambi¨¦n intentaba detener los disparos de huevo fresco. De hecho, tal era el caos de brazos y de manos que acaso la transcripci¨®n del preg¨®n al lenguaje de signos result¨® de sintaxis algo confusa.
Pero volvamos al l¨ªo de lo pol¨ªticamente correcto, o pol¨ªticamente incorrecto, o incorrectamente pol¨ªtico, o como se quiera llamar. Si es correcta la traducci¨®n al lenguaje de los signos, ?qu¨¦ tal ese aluvi¨®n de mierda proyectado sobre el teatro Arriaga? El tipo que fumaba sin descanso en el balc¨®n, ?no pod¨ªa haberse evitado? Y si esto no era correcto, ?qu¨¦ pensar de lo que ocurr¨ªa m¨¢s abajo? Ignoro si las reflexiones son pertinentes (incluso si son leales a la mera realidad), porque sigo el arranque de las fiestas en versi¨®n televisiva, por aquello de no acabar perdidos. La verdad es que los materiales con que se amasa (o se amalgama) la multitud que acude al chupinazo resultan cada vez m¨¢s molestos y untuosos: a la harina, al vino y al champ¨¢n se les han unido ¨²ltimamente los huevos frescos, el ketchup y la mostaza.
Parece que las comparsas se mantienen en este acto en un discreto segundo plano, con el fin de preservar su integridad. Sin duda saben que la guarrer¨ªa general espanta a mucha gente de las fiestas, pero la tradici¨®n est¨¢ consolidada y no parece que vaya a remitir. La ¨²nica novedad podr¨ªa ser la aportaci¨®n a la harinada general de nuevos y m¨¢s engorrosos compuestos, si bien, tras la aparici¨®n del ketchup y la mostaza, resulta todo un desaf¨ªo encontrar algo m¨¢s guarro. Yo propondr¨ªa salsa de patas de cerdo, botes de fabada asturiana, inyecciones de silicona l¨ªquida, ¨¢cidos y sulfuros diversos. No me den las gracias: cualquiera habr¨ªa hecho lo mismo.
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