El cura Gliwitzki
Su nombre ha saltado a los peri¨®dicos por ser el primer hombre casado que ha sido ordenado sacerdote en Espa?a por parte de la Iglesia cat¨®lica. Al parecer, Evans David Gliwitzki hab¨ªa sido con anterioridad pastor de la Iglesia anglicana, pudiendo compatibilizar sin mayores problemas su labor pastoral con su vida matrimonial, fruto de la cual hab¨ªa tenido dos hijas. Como era de esperar, no han sido pocas las voces que se han preguntado si no estaremos ante un primer paso en el camino hacia la abolici¨®n del celibato, obligatorio hoy en d¨ªa para quienes quieran dedicarse al sacerdocio. En los ¨²ltimos tiempos, como es bien sabido, muchas personas vienen sosteniendo la tesis de la imposibilidad, a medio plazo, de que la Iglesia cat¨®lica cuente con suficientes curas para ejercer su misi¨®n, si no modifica dos reglas mantenidas hasta hoy como inamovibles: en primer t¨¦rmino, la cuesti¨®n del celibato, y en segundo lugar, el acceso de las mujeres al sacerdocio. Pero, hasta el momento, la jerarqu¨ªa de Roma ha venido mostr¨¢ndose muy firme a este respecto: nada de cambios.
Como era tambi¨¦n de esperar, el obispo de Tenerife -di¨®cesis en la que Gliwitzki ha sido ordenado sacerdote- ha sido interrogado por la prensa sobre los motivos de una decisi¨®n aparentemente contradictoria con las reglas de la Iglesia. Ante ello, el prelado no ha dudado en negar rotundamente la existencia de cambio alguno en la consideraci¨®n del celibato, justificando la ordenaci¨®n del nuevo cura por su pasado como pastor de la Iglesia anglicana. El obispo tinerfe?o considera su caso como "una muy singular excepci¨®n en consideraci¨®n a su situaci¨®n" y acorde con las directrices emanadas al respecto desde Roma. O sea, que si uno decide abrazar la fe cat¨®lica desde un anterior cargo pastoral en otra iglesia cristiana, puede ser sacerdote a pesar de estar casado, pero si lo hace, pongamos, desde el agnosticismo, deber¨¢ conformarse con ser sacrist¨¢n o esperar a enviudar.
Personalmente, nunca he entendido muy bien el porqu¨¦ de la regla del celibato, y siempre he sospechado que detr¨¢s de ella no hay otra cosa que la obsesiva identificaci¨®n de la mujer con el pecado por parte de la Iglesia cat¨®lica. Sin embargo, la salida a la luz del caso Gliwitzki me hace pensar que, como tantos otros muros que han ido cayendo, la supresi¨®n del celibato acabar¨¢ produci¨¦ndose tarde o temprano por una cuesti¨®n de oportunidad. En el caso que nos ocupa, la posibilidad de contar con un nuevo sacerdote, de lengua y cultura anglosajonas para m¨¢s se?as, no pod¨ªa ser despreciada en una di¨®cesis como la de Tenerife, isla en la que residen, o pasan temporadas, miles y miles de ciudadanos del norte de Europa. Su profesi¨®n de fe, y su voluntad de ejercer el sacerdocio, han podido m¨¢s en este caso que la regla general establecida. Pero ?qu¨¦ justifica esta excepci¨®n que no pueda justificar otras? El hecho objetivo es que Gliwitzki estaba casado ?o es ¨¦se por el contrario un dato accesorio, y lo fundamental es que hab¨ªa sido pastor protestante?
En el caso de que la respuesta sea esta ¨²ltima, me pregunto si un viejo conocido m¨ªo, que lleva muchos a?os casado y otros tantos deseando ser cura, podr¨ªa plantearse realizar el mismo trayecto que Gliwitzki: abrazar la fe anglicana, convertirse en pastor, y posteriormente pasarse de nuevo a la Iglesia cat¨®lica, para solicitar finalmente su ordenaci¨®n como sacerdote. Los defensores del celibato argumentar¨¢n que ambas situaciones no ser¨ªan comparables, insistiendo en el car¨¢cter excepcional del caso Gliwitzki. A m¨ª, que tal vez sea demasiado cartesiano para algunas cosas, me parece que lo de la excepci¨®n suena a poco consistente. Habr¨¢ que ver, por ¨²ltimo, que efectos tiene todo esto en la vida de una di¨®cesis en la que s¨®lo uno de sus curas gozar¨¢ a partir de ahora del derecho a irse a casa con su se?ora, en tanto el resto deber¨¢ continuar, al menos formalmente, llevando una vida c¨¦libe.
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