Nervio y exactitud
Mariss Jansons ha convertido este a?o la Sexta, de Mahler, en su tarjeta de presentaci¨®n al frente de la Orquesta Concertgebouw de Amsterdam, de la que es director titular desde 2004, una vez consumada la marcha de Riccardo Chailly a la Gewandhaus de Leipzig. Lleva Jansons esta sinfon¨ªa all¨¢ donde va, desde Madrid a Lucerna, pongamos por caso. Salzburgo no pod¨ªa ser una excepci¨®n y all¨ª la present¨® anteayer. La elecci¨®n es apropiada. La orquesta holandesa posee una gran tradici¨®n en la interpretaci¨®n mahleriana y la sinfon¨ªa es probablemente la m¨¢s personal y densa del compositor, lo que permite un trabajo a fondo del director. Jansons, en efecto, lo ha hecho, y sus hallazgos prevalecen muy por encima de sus limitaciones.
El director nacido en Riga establece como uno de los valores fundamentales la exactitud. La energ¨ªa y el nervio que continuamente despliega est¨¢n al servicio de que cada detalle est¨¦ donde tiene que estar. Todo es previsible. Bueno, en realidad casi todo. La colocaci¨®n del andante por delante del scherzo, aunque se ha hecho a veces por el propio autor, result¨® una sorpresa. Mahler opt¨® al final de su vida por volver a los or¨ªgenes y coloc¨® el scherzo antes. Jansons es un director de raza, pero su fantas¨ªa es limitada. En realidad, no est¨¢ en los primeros lugares de su escala de prioridades. No es que renuncie a ella, pero solamente la persigue si lo dem¨¢s est¨¢ totalmente controlado. Lo que Jansons sit¨²a como imprescindible son la planificaci¨®n matem¨¢tica del sonido y la estructura, el dominio y equilibrio entre secciones, la brillantez. Nada que objetar. El ¨²ltimo movimiento de la Sexta, por ejemplo, fue mod¨¦lico en cuanto a la correspondencia de intenciones y resultados. El posible arrebato emocional se produc¨ªa precisamente en la b¨²squeda del perfeccionismo. Es una postura l¨ªcita e intelectualmente sana.
La orquesta holandesa del Concertgebouw es s¨®lida, compacta, dominadora. No destaca ninguna secci¨®n en particular. Es la unidad lo que prevalece. La cuerda puso un sentimiento especial en el andante, la madera se mostr¨® juguetona, dentro de un orden, en el scherzo y la percusi¨®n estuvo impecable en el allegro final. La gestualidad de Jansons es elegante. No se desmelena. Ser¨ªa un contrasentido con sus objetivos musicales. La realizaci¨®n fue imponente y el p¨²blico celebr¨® tanto el rigor de lo expuesto como la inmediatez de la comunicaci¨®n. En sinfon¨ªas de tantas tensiones y conflictos como la Sexta es de agradecer una aproximaci¨®n tan directa y sin grandilocuencia como la que Jansons propone. Asisti¨® al concierto el escritor Mario Vargas Llosa. Unos d¨ªas antes hab¨ªa contado maravillosamente en su secci¨®n Piedra de toque de este peri¨®dico los or¨ªgenes de su pasi¨®n y fidelidad mahlerianas.
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