Desenterrar la realidad
Fred Vargas es distinta. Esta novela lo muestra a las claras. No cae en la tentaci¨®n de la denuncia socio-pol¨ªtico-econ¨®mica a costa de una conspiraci¨®n de poderes, ni cae en el cl¨¢sico detective descre¨ªdo harto del Estado, la Justicia, la corrupci¨®n y de s¨ª mismo, ni se dedica a matar a diestro y siniestro a todo bicho viviente, ni deja cabos sueltos por todas partes, que es lo m¨¢s corriente. No. Esta novela pertenece a una literatura francesa de corte policiaco que procede de Simenon, que tiene mucho de vida local con un aire inconfundible de barrio franc¨¦s y cuyo retrato de personajes, entre misterioso y psicol¨®gico, es indisociable de la misma trama. Sin embargo, tambi¨¦n en ello es distinta. Lo es en el modo en que busca la distancia del lector con respecto a su relato, en el desparpajo con que lo consigue y en el peculiar desenvolvimiento de una trama admirablemente medida.
QUE SE LEVANTEN LOS MUERTOS
Fred Vargas
Traducci¨®n de Helena del Amo
Siruela. Madrid, 2005
264 p¨¢ginas. 19,90 euros
Para Fred Vargas, las sorpresas en una narraci¨®n deben ser las justas, pero todas eficientes y bien ligadas entre s¨ª. La novela comienza con un ¨¢rbol que aparece de la noche a la ma?ana plantado en el jard¨ªn de una casa particular; la due?a de la casa lo toma como una advertencia indescifrable, su esposo se inhibe, un joven observa el caser¨®n desvencijado vecino de la primera casa; el joven, Marc, se presenta por s¨ª mismo, lo mismo que los otros dos, Mathias y Lucien, a los que recluta para compartir el caser¨®n: tres muertos de hambre dedicados respectivamente a la Edad Media, la prehistoria y la guerra del 14-18. La mujer se acerca a los tres una tarde para ofrecerles una respetable suma de dinero por desenterrar el ¨¢rbol y a trav¨¦s de los ojos de ella recibimos al cuarto habitante del caser¨®n, un ex polic¨ªa expulsado del Cuerpo, padrino de Marc.
A partir de aqu¨ª, la novela se va abriendo lentamente; nada de un gancho trepidante que atrapa al lector y no lo deja respirar. La acci¨®n se circunscribe a una calle y, paso a paso, van apareciendo otros personajes, todos recluidos en el mismo espacio. La autora va dejando caer discretamente peque?os golpes de efecto que urden la intriga de manera discreta, casi subrepticia: cada vez que el hilo de la intriga parece olvidado, lo retoma; nada m¨¢s. Entretanto, lo que vamos descubriendo es el singular pacto que establece con el lector. Est¨¢ hecho sobre una situaci¨®n que parece falsa de puro trabajada, semeja un juego en el que la autora parece recordar siempre, por el modo de marcar la intriga, que es ella quien manda y hay que obedecerla. Esto, que puede tomarse como una intromisi¨®n, es sin embargo un gui?o al lector: le hace reconocer que, a pesar de lo ficticio, lo forzado de la situaci¨®n y de los personajes, no puede abandonar; la situaci¨®n parece una c¨®moda invenci¨®n en la que prima el gusto y autosatisfacci¨®n de la autora sobre la dosis de realidad exigible, pero la sensaci¨®n de que ella tiene un as en la manga es muy intensa; por ah¨ª corre tambi¨¦n una dosis de "humor policiaco", de malicia de autor, que obliga a seguirla. El lector acepta y lo que parec¨ªa forzado se admite con naturalidad. Una vez que las reglas del juego quedan claras, ya se puede jugar porque los personajes, y sus actos, no pretenden representar la realidad sino s¨®lo interpretarla. El relato ya no necesita m¨¢s regla que cumplir que la de su propio inter¨¦s.
Y de pronto, la novela, en vez de ahogarse en esa peque?a calle, empieza a abrirse. Todo lo que era reducido empieza a expandirse, personaje por personaje y suceso por suceso, y el lector se encuentra, fascinado, con que de un sombrero sale un mundo; la intriga empieza a mostrar su complejidad y, sobre todo, su formidable armaz¨®n de atr¨¢s adelante. Es como si sali¨¦ramos de un cuarto modesto y casero a un sal¨®n de baile con espejos donde figuras y hechos se multiplican hasta llegar a un giro maestro que desencadena un final un tanto efectista, pero muy efectivo.
?ste es el cuento de un ¨¢rbol que fue desenterrado tres veces, de tres j¨®venes historiadores sin un duro, de un ex polic¨ªa que va siempre por delante de la polic¨ªa (un efecto magn¨ªfico para construir la intriga), de una cantante de ¨®pera retirada y asesinada y de una historia que poco a poco horada el pasado para regresar al pie del ¨¢rbol y consumar una narraci¨®n criminal tan singular como atractiva. Fred Vargas es muy moderna en su clasicismo, posee un sentido ir¨®nico que afecta m¨¢s a la estructura que a los detalles -lo que habla de su inteligencia narrativa- y un tono desenfadado, pero riguroso, que se convierte poco a poco en dram¨¢tico a la hora de resolver una historia despiadada. De entre toda la novela criminal que nos viene llegando en estos a?os de indiscriminaci¨®n, la de Fred Vargas tiene toda la pinta de convertirse en un aut¨¦ntico caballo ganador.
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