La doble prisionera
Se edita el estremecedor relato de Margarete Buber-Neumann sobre su paso por los campos de concentraci¨®n
La pesadilla comenz¨® la noche del 27 al 28 de abril de 1937 cuando la NKVD, la polic¨ªa secreta sovi¨¦tica, llam¨® a su puerta. Margarete Buber-Neumann (Postdam, 1901-Francfort, 1989) tardar¨ªa siete a?os en salir de ella. Su libro Prisionera de Stalin y Hitler: un mundo en la oscuridad (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores), publicado en 1948 y editado ahora por primera vez en castellano con pr¨®logo de Antonio Mu?oz Molina, recoge el estremecedor relato de su paso por los campos de concentraci¨®n de los reg¨ªmenes totalitarios que asolaron Europa en el siglo XX.
El calvario que empez¨® aquella madrugada con la detenci¨®n de su segundo marido, Heinz Neumann -destacado miembro del Partido Comunista alem¨¢n-, la conducir¨ªa desde las largas colas ante las puertas de las oficinas de las prisiones en Mosc¨² hasta los campos de trabajo en Siberia. La alianza entre la Alemania nazi y la URSS estalinista, sellada en el Pacto M¨®lotov-Ribbentrop de 1939, dar¨ªa un nuevo giro macabro a la vida de esta mujer. Una de las cl¨¢usulas secretas del Pacto de No Agresi¨®n, por el que Hitler y Stalin se repart¨ªan Europa oriental, dispon¨ªa el regreso a su pa¨ªs de origen de los alemanes detenidos en las prisiones sovi¨¦ticas. Los campos nazis aguardaban su llegada. Ravensbr¨¹ck fue el destino de Buber-Neumann hasta su liberaci¨®n en abril de 1945. "Yo hab¨ªa pensado en todas las posibilidades de una salvaci¨®n; la huida ante los rusos con ayuda de las polacas, la desaparici¨®n en el revuelo que se originase despu¨¦s de que escaparan las SS, pero nunca pens¨¦ en ser puesta en libertad", escribe.
Afiliada al Partido Comunista alem¨¢n desde los 25 a?os, Margarete -casada en primeras nupcias con el hijo del fil¨®sofo Martin Buber- conoci¨® a Neumann en el partido. Juntos emprender¨ªan el viaje a Mosc¨² en mayo de 1935. ?l hab¨ªa abandonado la oficina pol¨ªtica del partido en 1932 por "divergencias pol¨ªticas" y no se llamaba a enga?o: "Quiz¨¢ vayan a detenerme en Leningrado", le dec¨ªa a su esposa. Su estancia en el hotel Lux de Mosc¨² junto al resto de los emigrados confirm¨® el clima de sospecha y detenciones que reinaba en la URSS: "En Mosc¨², la atm¨®sfera era asfixiante". Aquella fue la primera etapa del infierno.
Margarete pas¨® meses vagando de una prisi¨®n a otra investigando acerca de su esposo, junto a centenares de esposas y madres desesperadas, escuchando c¨®mo las purgas se cebaban con amigos y conocidos, con una maleta bajo la cama preparada para cuando los agentes de la NKVD vinieran a por ella. Finalmente, llegaron y escribe Buber-Neumann que no se asust¨® "en absoluto". En un Ford, camino del centro penitenciario de Lubanka, recuerda en su libro: "Mi reloj luminoso y el pensamiento de que en mucho tiempo no volver¨ªa a ver aquello fueron las ¨²ltimas impresiones de libertad".
El relato de su paso por los campos naci¨® a partir de su amistad con la periodista Milena Jesensk¨¢ -novia de Franz Kafka-. Fue ella quien le propuso que escribiera su tr¨¢gica experiencia. "En su fantas¨ªa cre¨® una obra sobre los campos de concentraci¨®n de las dos dictaduras en la que hablar¨ªa de las llamadas a recuento, las marchas en columna y la degradaci¨®n de millones de seres a la esclavitud; una dictadura en nombre del comunismo y la otra por el bienestar de los tiranos", escribe Buber-Neumann, autora de Milena (Tusquets), la biograf¨ªa de su gran amiga.
En las p¨¢ginas de Prisionera de Stalin y Hitler, Margarete describe un mundo complejo, en el que figuran desde la anciana prisionera que se alegra de llegar a la prisi¨®n moscovita tras su paso por Siberia, hasta la vigilante jefe de Ravensbr¨¹ck, Langefeld, que reniega de Auschwitz. Historias siniestras, como la del doctor Rosenthal y su amante (la prisionera Gerda Quernheim), que se dedicaban al asesinato sistem¨¢tico de mujeres embarazadas y ni?os -fueron finalmente detenidos por robar las piezas dentales de oro de sus v¨ªctimas-, se entrecruzan con las de militantes comunistas como Erika Buchmann, que "hab¨ªa interiorizado la teor¨ªa fascista del exterminio". Un mundo contradictorio y cruel que se extend¨ªa m¨¢s all¨¢ de la alambrada, como pudo comprobar cuando acab¨® su cautiverio. Sobre ella pesaba la sospecha de la v¨ªctima y arranc¨® entonces su desesperada huida del Ej¨¦rcito Rojo plagada de encuentros: con un oficial de la Gestapo, con comunistas que negaban el terror estalinista, con alemanes que desconocen lo acontecido en el lager.
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