Mojama
Es muy corriente en los rodajes de las pel¨ªculas que un amanecer se ruede a la puesta de sol y, al rev¨¦s, que la salida del sol sirva para rodar la escena en la que dos enamorados se ponen muy rom¨¢nticos a la ca¨ªda de la tarde ante un crep¨²sculo de alm¨ªbar. Los dedos de rosa sobre el mar con que Homero describe a la Aurora son los mismos que esa misma diosa se saca de la manga cuando anochece. Si existe alg¨²n matiz distinto de luz, la c¨¢mara no lo capta. Ayer fui a navegar con unos amigos de diversa ideolog¨ªa, unos de izquierdas y otros de derechas. Se empez¨® a hablar de pol¨ªtica y, en medio de un mar en calma, tan apacible, muy pronto el barco se llen¨® de gritos desaforados. El barco navegaba sobre un abismo poblado, tal vez, de monstruos convulsos y eso no era nada comparado con las pasiones que despertaban en cubierta los nombres de algunos pol¨ªticos de uno y otro bando. Aquella disputa vulneraba el silencio espectacular de la ma?ana. Cualquier embarcaci¨®n que se hubiera cruzado con la nuestra nos habr¨ªa tomado por un corral flotante de gallinas, cada una acabando de poner un huevo. La discusi¨®n se apacigu¨® en cuanto el patr¨®n sac¨® de la nevera unas cervezas y ofreci¨® viandas de anchoas, mojama y tomate sobre rebanadas de pan de centeno braseado. Record¨¦ lo que sucede en las comidas familiares del Pa¨ªs Vasco, a las que acuden hermanos, hijos, cu?ados, t¨ªos y sobrinos, entre los que hay ertzainas y kaleborrokas, todos unidos por el mismo apetito. Antes de empezar, la madre vasca con la autoridad que da el gobierno de la cocina, advierte: "se?ores, se proh¨ªbe hablar de religi¨®n y de pol¨ªtica, aqu¨ª s¨®lo se habla de cocochas". Ese deterioro de la convivencia se est¨¢ extendiendo a toda Espa?a. La agresividad verbal que usan algunos pol¨ªticos de la derecha, azuzados por los sermones incendiarios de algunos comentaristas, ha bajado ya a las sobremesas y en ellas los cuchillos de postre ya se utilizan como navajas. En el barco comenzaron de nuevo los improperios en cuanto se terminaron las viandas. Para elevar el nivel de la discusi¨®n alguien propuso que opin¨¢ramos sobre la diferencia de luz que existe en el amanecer y en la puesta de sol. La divisi¨®n pol¨ªtica de los pasajeros se traslad¨® tambi¨¦n a esta cuesti¨®n. Pese a que las c¨¢maras de cine no distinguen ning¨²n matiz, nadie se puso de acuerdo. A ninguno le importaba nada la distinta calidad de luz, sino la forma de llevar la contraria. Alguien grit¨®: "Sacad m¨¢s anchoas, m¨¢s mojama". Y s¨®lo entonces se produjo el consenso.
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