En busca del sentido perdido
Hace 25 a?os, en agosto de 1980, Polonia cambi¨® la faz del mundo. Yo entonces ten¨ªa 34 a?os y era consciente de que mi generaci¨®n hac¨ªa algo especial. Reviso los apuntes de entonces, porque ya no conf¨ªo en la memoria, saturada de recuerdos amargos y tristes. Mi amigo, Wladyslaw Frasyniuk, l¨ªder de Solidaridad en Wroclaw, h¨¦roe de la clandestinidad, encarcelado durante la ley marcial, exhort¨® a los participantes de las protestas obreras de hace 25 a?os a mantener la concordia y la unidad que supimos crear en los d¨ªas de la gran protesta. Yo lo siento mucho, pero no puedo. Me es imposible festejar el nacimiento de Solidaridad con aquellos que hoy sacan sus conocimientos sobre el movimiento de protesta y la oposici¨®n democr¨¢tica de las actas de los archivos secretos comunistas. Esa gente me cubre de lodo, porque s¨¦ que es imposible describir los sentimientos y las experiencias de aquellos tiempos con el lenguaje de los informes de los confidentes y polic¨ªas. Tenemos que recuperar el sentido de nuestras biograf¨ªas.
En agosto de 1980 Polonia respir¨® por primera vez desde la II Guerra Mundial a pleno pulm¨®n. Una ola de potentes huelgas hizo tambalear el r¨¦gimen comunista y la huelga del astillero de Gdansk, inspirada por la oposici¨®n democr¨¢tica y apoyada por la intelectualidad y la Iglesia cat¨®lica, condujo a los acuerdos con el poder que dieron vida al sindicato Solidaridad, el primero libre e independiente del poder en el mundo comunista. En aquella ocasi¨®n los trabajadores no consiguieron una concesi¨®n temporal, sino que cuestionaron la legitimidad del sistema comunista que se defin¨ªa como la dictadura del proletariado, pero fue descalificado por la masiva protesta de los proletarios. Aquella fue una aut¨¦ntica revoluci¨®n, por sus dimensiones y el debilitamiento que provoc¨® del r¨¦gimen, pero ante todo fue un enorme triunfo de la democracia, porque le devolvi¨® el sentido a la dignidad humana, a la libertad y a la verdad.
Yo segu¨ª los acontecimientos de ese agosto desde la c¨¢rcel, porque el poder me arrest¨® para impedir que me sumase a la protesta. Conmigo estaban en los calabozos comunistas muchos compa?eros de lucha, porque la dictadura, como siempre, pensaba que la polic¨ªa arreglar¨ªa el problema. No lo arregl¨® y el 31 de agosto los huelguistas y el poder firmaron los famosos acuerdos que sellaron el nacimiento de Solidaridad. Polonia sinti¨® el maravilloso aroma de la libertad. Leo hoy en mis apuntes la apreciaci¨®n de que "los huelguistas demostraron una gran madurez, porque exigieron una reforma del poder, pero sin traspasar los l¨ªmites trazados por el imperio sovi¨¦tico y su presencia militar en Polonia". Apunt¨¦ tambi¨¦n: "Los obreros han luchado por los derechos y los intereses de toda la sociedad, por los derechos sociales y el nivel de vida, pero tambi¨¦n por los derechos ciudadanos y la libertad de expresi¨®n, los derechos sindicales y la excarcelaci¨®n de los presos pol¨ªticos". En mis apuntes recalqu¨¦ mi admiraci¨®n por los obreros que supieron renunciar a la demostraci¨®n de su fuerza y optaron por las negociaciones con el poder. Para m¨ª y los compa?eros de la oposici¨®n democr¨¢tica hab¨ªa llegado al fin la confirmaci¨®n de que la lucha que manten¨ªamos desde hac¨ªa a?os hab¨ªa dado frutos concretos y s¨®lidos. Recibimos la prueba definitiva de la utilidad de nuestros esfuerzos, porque sin el Comit¨¦ de Defensa de los Obreros y sin la oposici¨®n democr¨¢tica, los obreros no hubiesen conseguido un triunfo tan grande sin derramar una gota de sangre.
La dictadura comunista trat¨® siempre de desprestigiar y dividir a la oposici¨®n democr¨¢tica y lo hizo sin escr¨²pulos, con mentiras, provocaciones de toda ¨ªndole, tratando de enfrentar a unos contra otros. Estoy seguro de que con los papeles cubiertos de mentiras que fabricaron los agentes comunistas contra Jacek Kuron, el l¨ªder m¨¢s carism¨¢tico de la oposici¨®n democr¨¢tica, se podr¨ªa cubrir todo el Palacio de la Cultura y de la Ciencia, ese gigantesco edificio de m¨¢s de 30 pisos que adorna el centro de Varsovia. Lo que nadie pod¨ªa imaginar es que, desaparecida la polic¨ªa comunista, desaparecido el Partido Obrero Unificado Polaco y desaparecida incluso la Uni¨®n Sovi¨¦tica, los archivos dejados por los verdugos se convertir¨ªan en el arma principal para combatir a los adversarios pol¨ªticos, para llenarlos de lodo utilizando las denuncias de los confidentes.
Aquella fue una ¨¦poca de milagros: la elecci¨®n del polaco Karol Wojtyla como Papa y su primera visita a Polonia, el nacimiento de Solidaridad liderada por Lech Walesa y la conquista del Premio Nobel de Literatura por Czeslaw Milosz. Cerr¨¦ la visita del Papa con el siguiente apunte: "Es sorprendente, pero los polacos, tan ariscos y agresivos en las colas para comprar art¨ªculos de primera necesidad, se comportan como ciudadanos dignos y llenos de alegr¨ªa en las reuniones con el Papa". Fue entonces cuando el Papa les dijo a los polacos "?No tem¨¢is!", y los polacos perdieron el miedo. Entonces empez¨® a gestarse el agosto de 1980. El Papa y los obreros del astillero de Gdansk quitaron los primeros ladrillos del Muro de Berl¨ªn y el poeta Milosz descubri¨® ante el mundo los horrores de la mente esclavizada. Sus libros, en los que defend¨ªa a los pueblos b¨¢lticos esclavizados por la Uni¨®n Sovi¨¦tica, al fin dejaron de circular s¨®lo en la clandestinidad. Milosz se convirti¨® en el icono de la oposici¨®n democr¨¢tica, el papa Juan Pablo II en el rostro m¨¢s humano de la Iglesia cat¨®lica y Lech Walesa en el s¨ªmbolo de la rebeli¨®n de los obreros polacos. Esas tres figuras cambiaron la idea que ten¨ªa el mundo de Polonia y los polacos. Ya no era un pa¨ªs asociado s¨®lo a las cargas de la caballer¨ªa contra los tanques ni a los borrachos y los ignorantes. El mundo admiraba el valor de los obreros, pero no menos su sensatez y realismo. Solidaridad no quer¨ªa hacerse con el poder, quer¨ªa Estado con m¨¢xima participaci¨®n de los ciudadanos en la vida p¨²blica. En esa actitud hab¨ªa mucho sentido com¨²n, porque nadie quer¨ªa la confrontaci¨®n con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, pero tambi¨¦n mucha inocencia, porque en ninguna parte del mundo hab¨ªa una democracia como la que propon¨ªa Solidaridad. Mientras tanto, el poder comunista, presionado por Mosc¨², no sab¨ªa c¨®mo organizar la coexistencia con Solidaridad y cada d¨ªa era m¨¢s d¨¦bil. Para salvarse -y qui¨¦n sabe, quiz¨¢s tambi¨¦n para salvar al pa¨ªs de la intervenci¨®n sovi¨¦tica- implant¨® la ley marcial en la noche del 12 al 13 de diciembre de 1981. Los dirigentes de Solidaridad fueron encarcelados y el sindicato puesto fuera de la ley, pero no vencido. Solidaridad resisti¨® la represi¨®n, el abandono de sus filas por muchos dirigentes y la emigraci¨®n de miles de activistas. Resisti¨® siete a?os en la clandestinidad, ante todo gracias a sus l¨ªderes,en particular a Walesa. Tampoco capitularon los dirigentes de la oposici¨®n democr¨¢tica, entre ellos Jacek Kuron, Karol Modzelewski, Bronislaw Geremek y Tadeusz Mazowiecki. Tampoco retiraron su respaldo al sindicato el papa Juan Pablo II y muchos muy valientes sacerdotes cat¨®licos. Y sobre todo, gracias a cientos de miles de personas que no renunciaron a sus sue?os con una Polonia libre. Solidaridad continu¨® su lucha pac¨ªfica.
Vista desde la Polonia de entonces la perestroika de Mija¨ªl Gorbachov era un aut¨¦ntico milagro. Se abri¨® una nueva esperanza: la efervescencia social y pol¨ªtica en Rusia. La revoluci¨®n de Solidaridad fue para el sistema sovi¨¦tico como la Reforma para la Iglesia cat¨®lica, porque tambi¨¦n cuestion¨® todos los dogmas hasta entonces vigentes. En los debates se abordaban al fin temas que tambi¨¦n plante¨® Solidaridad: revelar toda la verdad sobre el r¨¦gimen de Stalin, implantar la libertad econ¨®mica y respetar el pluralismo pol¨ªtico. Los cambios que se produc¨ªan en la URSS exig¨ªan a los dirigentes comunistas polacos una reinterpretaci¨®n de la situaci¨®n. Las dos olas de huelgas de 1988 fueron el ¨²ltimo aviso para ellos. Propusieron las negociaciones de la Mesa Redonda que terminaron con la legalizaci¨®n de Solidaridad y la celebraci¨®n de elecciones, en junio de 1989, parcialmente democr¨¢ticas. En las elecciones Solidaridad barri¨® a los comunistas que entregaron el poder sin derramar una sola gota de sangre. La Mesa Redonda fue una magistral aplicaci¨®n del principio de no exigir nunca demasiado. Fue una obra de arte pol¨ªtica y ¨¦tica y probablemente evit¨® que Europa Central y del Este fuese ahogada en sangre. Pero, si es as¨ª, y yo pienso que as¨ª es, ?por qu¨¦ hay tanta gente que trata de desprestigiar aquellas negociaciones y el acuerdo que generaron? Volvamos por un momento al pasado: el 1 de agosto de 1944 estall¨® la insurrecci¨®n de Varsovia contra los ocupantes hitlerianos. Los varsovianos combatieron heroicamente durante 63 d¨ªas, pero tuvieron que capitular. Murieron decenas de miles de personas, la ciudad fue arrasada y no se consiguieron beneficios pol¨ªticos de ning¨²n tipo. Sin embargo, aquella insurrecci¨®n es una gesta profundamente venerada. Mientras tanto, la Mesa Redonda, que abri¨® el camino hacia la libertad y la democracia no solamente a los polacos, es tratada como una conspiraci¨®n y una traici¨®n. Los extranjeros suelen preguntar si los polacos solamente saben venerar sus fracasos y derrotas y no sus triunfos y ¨¦xitos.
Hace 15 a?os, con la ca¨ªda del comunismo termin¨® la lucha por la libertad, aparecieron las divisiones y comenz¨® la lucha por el poder. Aparecieron las promesas demag¨®gicas y las acusaciones m¨¢s canallescas, comenz¨® la corrupci¨®n, el desprecio por la verdad, empez¨® la difamaci¨®n de las figuras m¨¢s meritorias. Pero al mismo tiempo los ¨²ltimos 15 a?os son los mejores de Polonia en los ¨²ltimos tres siglos. El balance es muy positivo: los obreros conquistaron todos los derechos democr¨¢ticos que existen, en particular el derecho a poseer sindicatos independientes del poder, s¨®lo que es indispensable que modifiquen sus formas de lucha, porque no luchan contra una dictadura. ?Sabr¨¢n renunciar al populismo? ?Sabr¨¢n evitar las alianzas con partidos xen¨®fobos hostiles a la Uni¨®n Europea? Tambi¨¦n tienen plenos derechos los campesinos, pero en el campo predomina el temor ante la competencia y los cambios inexorables que se operar¨¢n en ese sector de la econom¨ªa. Tambi¨¦n los intelectuales y artistas gozan de todos los derechos democr¨¢ticos. La censura ideol¨®gica no existe y pueden publicar todo lo que crean, s¨®lo que las tiradas de los libros disminuyen sistem¨¢ticamente por falta de compradores. Tambi¨¦n la Iglesia cat¨®lica ha conseguido todos los derechos e, incluso, algunos privilegios, pero sus pastores se quejan de que las ovejas no vivan seg¨²n el dec¨¢logo. En una palabra, todos consiguieron lo que m¨¢s deseaban, pero nadie est¨¢ satisfecho.
Esa insatisfacci¨®n se refleja en las sucesivas elecciones parlamentarias. Los electores cambian una vez tras otra el color de los gobernantes, ejerciendo as¨ª el derecho conquistado a cambiar el poder por la v¨ªa pac¨ªfica. Lo malo es que se espera que cada cambio d¨¦ un milagro, lo cual es imposible.
Pero existe tambi¨¦n otro aspecto de la vida cotidiana que genera disgusto. Se trata de esa injusticia que consiste en que el mal por lo regular no ha sido castigado y el bien no ha sido premiado. M¨¢s a¨²n, el proyecto promovido por Solidaridad de crear un sistema de participaci¨®n ciudadana masiva en el ejercicio del poder, desde la empresa, pasando por el municipio, hasta el conjunto del Estado, no se ha realizado, porque se opt¨® por el sistema de democracia parlamentaria asentado sobre una econom¨ªa de mercado. El altruismo heroico desapareci¨®, reemplazado por el ego¨ªsmo m¨¢s brutal, la insolencia y el descaro. Hoy es m¨¢s eficaz enga?ar que decir la verdad. No puede extra?ar que la gente que entreg¨® sus mejores a?os a la lucha por una Polonia mejor se sienta frustrada. Por eso las consignas sobre una nueva revoluci¨®n generan nuevas esperanzas e ilusiones. Lo malo es que al fin de las consignas revolucionarias siempre suelen estar esperando la guillotina o los pelotones de fusilamiento.
El aprovechamiento de los archivos de la polic¨ªa pol¨ªtica comunista para calumniar a la gente de la oposici¨®n democr¨¢tica, de Solidaridad, es percibido por algunos como un acto heroico, mientras que otros opinan que sus efectos son como el de la granada lanzada a un mont¨®n de esti¨¦rcol. Lamentablemente, nos ha tocado celebrar el 25 aniversario de Solidaridad cubiertos de heridas, ara?azos, lodo y esti¨¦rcol. Tenemos que creer, no obstante, en que la sociedad polaca sabr¨¢ expulsar el veneno que la intoxica, porque nadie nos puede despojar del orgullo que nos da el haber desmontado la dictadura comunista, haber construido la democracia, haber organizado la econom¨ªa de mercado, de haber recuperado la independencia y la soberan¨ªa, de estar hoy con otros pa¨ªses democr¨¢ticos en la OTAN y la UE. En Polonia todo es posible, tambi¨¦n un cambio para bien.
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