?Est¨¢ ah¨ª la virtud republicana?
Hay una apreciaci¨®n p¨²blica generalizada, la de que ha existido una llamativa sobreactuaci¨®n en la reacci¨®n del Gobierno ante el accidente sufrido por nuestros militares en Afganist¨¢n. Una sobreactuaci¨®n que, en ocasiones, ha llevado a situaciones de dif¨ªcil, sino imposible, compatibilidad con posiciones ideol¨®gicas asentadas y proclamadas por ese mismo Gobierno (?c¨®mo se explican unos "funerales de Estado" que se materializan en una celebraci¨®n religiosa?). Desde luego, cabe explicar esa forma de actuar de la Administraci¨®n por las contingencias de la lucha pol¨ªtica cotidiana, es decir, por el leg¨ªtimo deseo de subrayar la diferencia de comportamiento en este caso con el de todo punto lamentable que observ¨® el anterior Gobierno en otro accidente similar. Al igual que el inter¨¦s en distinguir la tarea de nuestras tropas en Afganist¨¢n (una acci¨®n militar buena) de la que desarrollaron en Irak (una guerra perversa), aunque esta distinci¨®n es mucho m¨¢s borrosa que la anterior y no resistir¨ªa probablemente un an¨¢lisis desapasionado.
Se tratar¨ªa de utilizar la actuaci¨®n de los militares como un paradigma del comportamiento de entrega a lo p¨²blico
Ha existido una llamativa sobreactuaci¨®n en la reacci¨®n del Gobierno en el accidente de nuestros militares en Afganist¨¢n
Sin embargo, creo que, con independencia de las conveniencias partidistas, la actuaci¨®n de Rodr¨ªguez Zapatero ha estado guiada esencialmente por el deseo, de honda raigambre en el republicanismo que profesa, de concretar la virtud c¨ªvica en ejemplos o s¨ªmbolos accesibles a la opini¨®n p¨²blica. Se tratar¨ªa as¨ª de utilizar la actuaci¨®n de los militares al servicio de la patria y de la paz como un paradigma de ese comportamiento de entrega personal a lo p¨²blico que el republicanismo exige como condici¨®n misma de posibilidad de la pol¨ªtica. La supervivencia de la polis reclama la virtud del ciudadano y s¨®lo hay virtud all¨ª donde existe un coste personal, una entrega altruista (el dulce et decorum pro patria mori ciceroniano).
Es cierto, efectivamente, que el republicanismo hist¨®rico ha asociado siempre la conservaci¨®n de la libertad p¨²blica con la milicia popular, tanto por el sacrificio que supone su prestaci¨®n para el ciudadano como por la funci¨®n educativa de ese sacrificio. Maquiavelo no tuvo duda al respecto: fue el servicio de armas ciudadano el componente esencial de la virt¨² que garantiz¨® la Rep¨²blica romana. Y los historiadores se?alan con igual convicci¨®n que fue el tipo especial¨ªsimo de ciudadano/soldado el que dio el ¨¦xito militar a griegos y romanos en su lucha con d¨¦spotas orientales (Victor D. Hanson). Al igual que, muchos siglos despu¨¦s, los jacobinos franceses reinventaron al citoyen en armes para salvar la revoluci¨®n del cerco de los ej¨¦rcitos de las potencias realistas.
Es en este sentido en que el republicanismo puede sentir la tentaci¨®n de reutilizar el ejemplo de la milicia y sus muertos para alentar ese tipo de comportamientos que juzga tan necesarios, y al tiempo tan dif¨ªciles de lograr en las condiciones de las sociedades modernas. Pero es m¨¢s que dudoso que ello sea todav¨ªa posible, y me explico.
Al igual que el ideal republicano conecta con una cierta situaci¨®n social de, si no pobreza, por lo menos austeridad (Fernando Inciarte) y por ello es tan contradictorio con las sociedades de la abundancia que adoptamos como meta ideal de nuestra evoluci¨®n, sucede que el ideal de entrega personal virtuosa a la defensa de la patria o de la paz es de imposible cohonestaci¨®n con la realidad de unos ej¨¦rcitos profesionales y mercenarios como la que vivimos hoy. El valor c¨ªvico de la milicia se perdi¨® irremisiblemente en el momento en que surgi¨® el ej¨¦rcito permanente, profesional y retribuido, como angustiadamente constataron los pol¨ªticos country en la Inglaterra del siglo XVIII (J. A. Pocock). En esto, como en tantas cosas, el fen¨®meno de la racionalizaci¨®n burocr¨¢tica t¨ªpico de la modernidad hizo imposible la supervivencia de los valores propios de las comunidades pol¨ªticas previas. Sin mencionar, adem¨¢s, el dato constatado de que en los conflictos b¨¦licos actuales es mucho m¨¢s arriesgado el papel de civil que el de soldado.
Precisamente por este desfase es por lo que exaltar como modelo de virtud ciudadana a los militares fallecidos, siendo las que son las condiciones actuales de la milicia, genera contradicciones argumentales irresolubles. Si estamos ante unos profesionales que desarrollan un trabajo retribuido muy concreto, la igualdad ciudadana resulta seriamente comprometida cuando se concede a su fallecimiento en accidente una relevancia especial y ejemplarizante, de la que carecer¨ªan los dem¨¢s accidentes de trabajo. Y no digamos si las diferencias no son s¨®lo de orden simb¨®lico sino material (?percibir¨¢n los familiares de los muertos al extinguir incendios las mismas compensaciones especiales que las de los militares?). Como siempre sucede, puede parecer mezquino hablar de estas cosas cuando los muertos son recientes, pero es precisamente la sobreactuaci¨®n gubernamental la que genera estas contradicciones lamentables con el principio de igualdad.
Por eso, precisamente, es por lo que se deber¨ªa reflexionar si tiene fundamento desde la ¨®ptica de un pensamiento republicano la utilizaci¨®n de la milicia como paradigma ejemplarizante de la virtud ciudadana, o si no ser¨ªa m¨¢s conveniente buscar ¨¦sta en otro lugar. El problema, claro est¨¢, es el de en d¨®nde encontrarla.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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