Los zombies de Romero

El cine de terror acostumbra a sepultar a directores de gran ¨¦xito gracias a una original y sorprendente primera pel¨ªcula que posteriormente son incapaces de superar. Tobe Hooper (La matanza de Texas, 1974) y los desaparecidos sin combate Eduardo S¨¢nchez y Larry Myrick (The Blair witch project, 1999) son s¨®lo un par de ejemplos de un caso cuyo m¨¢ximo exponente es, aunque le pese a sus fan¨¢ticos, George A. Romero. Tras encandilar con la poderosa rabia de La noche de los muertos vivientes (1968), el director se vio atrapado en una est¨¦tica de serie B que envejec¨ªa a un ritmo superior al habitual. Ahora, con 65 a?os, regresa a su particular universo de zombies con La tierra de los muertos vivientes, producci¨®n con algunas ideas resultonas y toneladas de v¨ªsceras y hemoglobina que s¨®lo contentar¨¢ a los que a¨²n lo tienen en los altares del cine de terror.

Como en Metr¨®polis (Fritz Lang, 1927), el apocal¨ªptico mundo que ha dejado la invasi¨®n zombi tiene dos partes muy diferenciadas: la de arriba, ocupada por los poderosos, las corporaciones y los consejos de administraci¨®n, lejos de la mortal amenaza gracias a un ej¨¦rcito con reminiscencias nazis; y la de abajo, hogar de la plebe. Un doble mundo en el que el centro comercial, que ya ejerci¨® de n¨²cleo en Zombi (1978), vuelve a tener gran importancia, esta vez como pat¨¦tico para¨ªso de los ricos. Romero alimenta sus di¨¢logos con continuas sentencias basadas en el sarcasmo, pero parece incapaz de dar a su pel¨ªcula la agilidad y la modernidad suficiente, algo que s¨ª consigui¨® la pasada temporada Zack Snyder con su notable remake de Zombi.