Meirelles cierra la secci¨®n oficial con su descarnada mirada al drama de ?frica
'El jardinero fiel' clausura un festival que tiene a George Clooney y Ang Lee como favoritos
Las intrigas de John Le Carr¨¦, como las de Raymond Chandler, no son mecanismos de relojer¨ªa. Son cr¨®nicas desencantadas en las que el juego no consiste en descubrir al asesino, sino en intuir por qu¨¦ las cosas son como son. El jardinero fiel, pel¨ªcula del brasile?o Fernando Meirelles sobre la novela hom¨®nima de Le Carr¨¦, deja en la pantalla tantos cabos sueltos como el libro, o m¨¢s. Tambi¨¦n proporciona al espectador una denuncia contra los abusos criminales de las grandes corporaciones farmac¨¦uticas, una original historia de amor y unas cuantas claves sobre el funcionamiento del mundo actual. La segunda noche de bodas, de Pupi Avati, se proyect¨® tambi¨¦n en la ¨²ltima jornada.
Con la proyecci¨®n de El jardinero fiel, una de las pel¨ªculas m¨¢s esperadas, qued¨® vista para sentencia la Mostra de Venecia. El jurado dispone hoy de un margen de maniobra aparentemente estrecho: Buenas noches y buena suerte, de George Clooney, representa la sobriedad elegante; Brokeback Mountain, de Ang Lee, la originalidad y el sentimiento; El jardinero fiel, un escal¨®n por debajo de las dos anteriores, podr¨ªa constituir una alternativa gracias a la exuberancia visual y el inter¨¦s de la trama. M¨¢s all¨¢ de esas tres obras se abre un p¨¢ramo de piezas simplemente correctas, experimentos fallidos y academicismos indigestos.
Pero El jardinero fiel ense?a una lecci¨®n ya bastante bien sabida. Que nada es lo que parece, que el mal siempre se abre paso, que la "raz¨®n de Estado" suele encubrir intereses repugnantes, que la injusticia es la ¨²nica moneda que nunca se deval¨²a. La pel¨ªcula final constituye, pues, una apropiada introducci¨®n a las deliberaciones de cualquier jurado. Otra consideraci¨®n que hay que tener en cuenta se relaciona con el virtuosismo t¨¦cnico. Los profesionales del cine tienden a valorar las virguer¨ªas de la c¨¢mara, los encuadres complejos, las secuencias bien enlazadas, perdiendo a veces de vista que todo eso sirve de poco si no hay historia que contar o si la historia no se cuenta con eficacia. Cuando uno, por un mal momento o por lo que sea, relee unas cuantas poes¨ªas de Jos¨¦ de Campoamor, tiene la misma sensaci¨®n que se tiene a veces en la Mostra. La m¨¦trica es buena, la rima es buena, las poes¨ªas no tienen el menor inter¨¦s.
La pel¨ªcula de Meirelles abusa del ritmo y la est¨¦tica del video-clip. Mucha c¨¢mara de mano, mucha epilepsia del camar¨®grafo, mucho color quemado y un montaje de v¨¦rtigo, caracter¨ªsticas ya presentes en Ciudad de Dios, la anterior obra del cineasta brasile?o. Tambi¨¦n padece de zigzagueo narrativo: a ratos historia de amor, a ratos thriller pol¨ªtico, a ratos documental sobre ?frica, la historia da a veces la impresi¨®n de correr muy deprisa hacia ninguna parte. El propio Meirelles admite ignorar todav¨ªa en qu¨¦ g¨¦nero se ha desenvuelto, lo cual le honra. Tanta irregularidad queda compensada por el magnetismo del conjunto.
El jardinero fiel se bebe como agua y deja en el espectador una cierta sensaci¨®n de haber visto realidad. No verdad, porque esa es una palabra demasiado rotunda. Los abusos de la industria farmac¨¦utica, la inmoralidad diplom¨¢tica, la explotaci¨®n de los africanos y de sus vidas barat¨ªsimas, la cobard¨ªa de todos nosotros: simple realidad. Habr¨ªa sido magn¨ªfico un final m¨¢s veros¨ªmil, pero no se puede pedir todo.
En la ¨²ltima jornada tambi¨¦n se proyect¨® La segunda noche de bodas, del italiano Pupi Avati, que, como Cristina Comencini el d¨ªa antes, adapta una novela propia. Se trata de una historia de amor tenue y tard¨ªo en una aldea de la posguerra, no exenta de ternura ni de gracia. Avati es un insigne veterano, autor de una filmograf¨ªa amplia e irregular, y posee la maestr¨ªa necesaria para salir con bien de un rodaje. El problema es atreverse con algo como La segunda noche de bodas. Las miserias de la posguerra, el mundo rural, la maledicencia, las peque?as mezquindades y la magia del amor fueron los materiales con que una gran generaci¨®n de cineastas italianos construy¨® una largu¨ªsima serie de maravillas agridulces. Inevitablemente, uno piensa que La segunda noche de bodas le habr¨ªa salido mejor a Vittorio de Sica.
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