Los canarios olvidados de Chalmette
Una comarca habitada por descendientes isle?os se queja de no haber recibido ayuda
Los ojos del mundo est¨¢n puestos sobre la devastada Nueva Orleans, pero una comarca vecina habitada por numerosos descendientes de emigrantes canarios se ha llevado la peor parte del hurac¨¢n Katrina, al menos en el Estado de Luisiana. Los vecinos de la parroquia de St. Bernard, a¨²n sumergida bajo tres metros de agua dos semanas despu¨¦s del paso del cicl¨®n, afirman que toda la ayuda fue a parar a la gran ciudad y que s¨®lo en los ¨²ltimos d¨ªas est¨¢ empezando a llegar a su zona.
Aunque la cifra oficial de muertos en St. Bernard oscila entre 67 y 70, las autoridades locales temen que hasta 500 personas hayan perecido como consecuencia del paso del hurac¨¢n. Por su ubicaci¨®n en el extremo oriental de Luisiana, en una zona de marismas pr¨®xima a la costa del golfo de M¨¦xico, la parroquia ha sido siempre muy vulnerable a los tifones.
Las calles que no est¨¢n inundadas est¨¢n cubiertas por una espesa capa de barro
"Los d¨ªas posteriores al hurac¨¢n fueron un infierno", recuerda el presidente de la parroquia, Henry Junior Rodr¨ªguez, desde su puesto de coordinador de la ayuda a las v¨ªctimas, instalado en las oficinas de la refiner¨ªa que la petrolera Exxon-Mobil tiene en Chalmette, la principal ciudad de la zona. "Tuvimos que sacar a casi 10.000 personas en barcos particulares", se?ala. En un asilo cercano a Chalmette se encontraron esta semana 32 cad¨¢veres de ancianos que murieron ahogados tras ser abandonados por sus cuidadores.
La m¨¢xima autoridad local ha pedido a la poblaci¨®n que no intente regresar por ahora a St. Bernard ante el peligro de epidemias. Y ante el caos reinante en la vecina Nueva Orleans, el sheriff, Jack A. Stephens, ha prohibido terminantemente a los vecinos acercarse a sus casas. "La ciudad de Nueva Orleans parece sumida en un estado de insurrecci¨®n, y no permitir¨¦ que ¨¦ste se contagie a la parroquia de St. Bernard", advierte el jefe policial. "Cualquiera que se salte un control de seguridad se arriesga a recibir un castigo severo, incluyendo un disparo".
Como Rodr¨ªguez y Stephens, muchos de los habitantes de St. Bernard son descendientes de canarios que se establecieron en las marismas de la desembocadura del r¨ªo Misisipi a finales del siglo XVIII. Conocidos como isle?os, algunos hablan todav¨ªa un espa?ol arcaico plagado de voces canarias y celebran su herencia con festivales en los que no faltan la m¨²sica y la comida espa?olas. Una sociedad, Los Isle?os Heritage and Cultural Society (www.losislenos.org) mantiene viva la tradici¨®n y gestiona un museo que ha resultado muy da?ado por el hurac¨¢n. La parroquia, que cuenta con unos 65.000 habitantes, fue bautizada en honor de Bernardo de G¨¢lvez, primer gobernador espa?ol de Luisiana. En su d¨ªa, la mayor parte de sus habitantes se dedic¨® a la pesca, pero las refiner¨ªas de petr¨®leo son actualmente la principal fuente de trabajo.
En los d¨ªas posteriores al paso del Katrina, quienes desoyeron la llamada a la evacuaci¨®n lograron sobrevivir subi¨¦ndose a los tejados de las casas, acosados por la r¨¢pida subida del nivel de las aguas. Ken Winters, que dirige la peque?a emisora de televisi¨®n local, relata que uno de sus vecinos, con el agua al cuello en el ¨¢tico de su casa y el cad¨¢ver de su esposa flotando a su alrededor, se salv¨® abriendo un agujero en el techo de un pu?etazo. "Hay una sensaci¨®n de enorme frustraci¨®n entre la gente por lo tarde que lleg¨® la ayuda", explica Winters. "Tuvimos que ayudarnos a nosotros mismos". Por si fuera poco, una refiner¨ªa local verti¨® 58.000 barriles de petr¨®leo durante el paso del Katrina, y sus empleados tratan a duras penas de limpiar la mancha.
En Chalmette, las calles que no est¨¢n inundadas est¨¢n cubiertas por una espesa capa de barro. S¨®lo se ven patrullas de la Guardia Nacional llegadas de otros Estados del pa¨ªs para encargarse de la seguridad. En la carretera principal de acceso a la ciudad, junto a un puerto pesquero devastado por el hurac¨¢n, el hotel Econo Lodge muestra s¨®lo un esqueleto de madera. Del restaurante Lucky Bayou, especializado en marisco de la zona, queda s¨®lo un cartel que en su d¨ªa debi¨® ser luminoso. M¨¢s suerte ha corrido Planet X, un comercio de material para adultos, que s¨®lo ha perdido parte del techo.
Henry junior Rodr¨ªguez calcula que se tardar¨¢ unas tres semanas en habilitar las infraestructuras b¨¢sicas para que los habitantes de St. Bernard puedan volver a sus casas y recoger algunos enseres. Luego tendr¨¢n que marcharse de nuevo. El regreso definitivo, explica, tendr¨¢ que hacerse por etapas. ?Cu¨¢ndo? "Es imposible decirlo".
Rodr¨ªguez, un hombre voluminoso de unos 65 a?os, mata espesa de pelo blanco y pobladas cejas negras, dirige las operaciones agarrado a un bast¨®n de mando que realza su porte autoritario. Viste un polo azul celeste con el emblema de la parroquia, vaqueros atados con un cintur¨®n de piel de cocodrilo y botas camperas de punta fina. Sin levantarse de la silla, todo al mismo tiempo, da ¨®rdenes a sus colaboradores, habla con la prensa y toma todas las decisiones, por peque?as que sean. "Reconstruiremos St. Bernard", afirma convencido. "Aqu¨ª hay dos refiner¨ªas muy importantes, y va en el inter¨¦s nacional que as¨ª sea".
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