El mundo, que va tan mal
1 La Travessera de Dalt (que otros llaman la Traves¨ªa del Mal) est¨¢ desde tiempos inmemoriales dejada a la buena de Dios, del Diablo quiero decir. Ni siquiera el hecho de que ¨²ltimamente se halle inundada de riadas de turistas que acuden al parque G¨¹ell ha conmovido a las autoridades. La Traves¨ªa es fea a morir, espantosa, parece la obra de un gigantesco Diablo superior. El problema, en todo caso, no es ¨²nicamente de est¨¦tica. Despu¨¦s de todo, para el ciudadano com¨²n la est¨¦tica no va nunca por delante de todo. (Me acuerdo de aquella panadera que le dijo a Roland Barthes: "Todav¨ªa hace buen tiempo", a lo que ¨¦ste le respondi¨®. "?Y la luz es tan hermosa!". La panadera no le contest¨® y Barthes, con un cierto sentido de clase, se pregunt¨® si no ser¨ªa que ver la luz depend¨ªa de una sensibilidad est¨¦tica que aquella mujer no ten¨ªa).
El problema de la Traves¨ªa del Mal no es s¨®lo est¨¦tico, sino auditivo y ligado a una sensaci¨®n de abandono municipal y dejadez insoportable. Hay en ella un ruido automovil¨ªstico infernal que dura las 24 horas del d¨ªa, puntuado siempre por unas ambulancias atronadoras. Hasta parece milagroso caminar por las maltratadas y repugnantes aceras. Y en fin, es una autopista disfrazada de Travessera. Desde hace m¨¢s de tres a?os, los vecinos han colgado modestas s¨¢banas de protesta en sus ventanas: "Clos: Autopista no. Carrer s¨ª".
Es para llorar. Pagan sus impuestos, soportan una fea y diab¨®lica Traves¨ªa, hablan del tiempo en las panader¨ªas, y tan s¨®lo piden que el lugar donde viven sea una calle. Quieren un lugar al que consigan llamar calle y por el que poder pasear. Una calle, s¨®lo quieren eso, y no la desagradable y demencial carretera que es ahora. Pero no les hacen ni caso. Y me temo lo peor. Encajonada entre las reformas de Lesseps y unos severos jardincitos nuevos junto a la ronda del Guinard¨®, la Travessera de Dalt va dejando al descubierto con el tiempo una misteriosa p¨¢tina de infelicidad, como si sobre ella hubiera ca¨ªdo hace a?os una maldici¨®n y el asunto ya no tuviera correcci¨®n posible.
2 "?C¨®mo est¨¢ el mundo"!, ha dicho una se?ora que ten¨ªa yo delante en la cola para comprar el peri¨®dico. Al parecer, acababa de enterarse de que Luis Bu?uel sol¨ªa so?ar que fusilaba al Papa. Me he preguntado qu¨¦ pensar¨ªa Bu?uel de este Benedicto XVI de ahora. Con tan egregio y excelso nombre seguramente le recordar¨ªa a aquel acartonado Benedicto XV de su adolescencia aragonesa y juventud francesa. Yo no s¨¦ si el ex cardenal Ratzinger (Benet para los cat¨®licos catalanes) es un buen o mal Papa, ni me importa demasiado. A la manera de Ambrose Bierce, que escribi¨® El Diccionario del Diablo, soy de los que piensan que las religiones son "acogedores ¨¢rboles en los que han anidado todos los p¨¢jaros confusos". Pero esta ma?ana me he levantado con ganas de que me importe todo.
Parece que es un Papa extraordinariamente conservador y un intelectual de cierta envergadura. Eso, en el fondo, despierta mi simpat¨ªa. Para bien o para mal, es un Papa que lee y piensa, y detesta la sociedad del espect¨¢culo, y no est¨¢ para esas alegr¨ªas a las que se entregaba su predecesor. Me encant¨® lo que el antiguo Ratzinger les dijo en Colonia a todos esos j¨®venes inmaculados que suelen armar peloteras en cuanto ven que el Papa sale de viaje. Les dijo que ve¨ªa riesgos en ellos de fragmentaci¨®n doctrinal y que la fe deb¨ªa traducirse en pr¨¢ctica cotidiana con los obispos y el Papa. Y a?adi¨®: "El sentimiento y las canciones no bastan". Ya s¨®lo falt¨® que este interesante Papa, hombre tan envarado como incapaz de cualquier campechan¨ªa y no muy inclinado al espect¨¢culo, les mandara a todos a estudiar y les sugiriera que desarrollaran vocaciones religiosas en lugar de tanta balada barbilampi?a.
3
Ayer, hacia las ocho de la tarde, cuando se estaba iniciando ya la evacuaci¨®n forzosa de Nueva Orleans a causa de los peligros del agua contaminada, me encontraba en el aeropuerto de El Prat y viv¨ª en primera l¨ªnea el temporal con tornados que -a ojos, al menos, del circo medi¨¢tico- transform¨® Barcelona en una nueva Nueva Orleans. Por lo visto, en esta ciudad tenemos que estar siempre a la ¨²ltima. Lo cierto es que dos aviones se vieron desplazados unos 20 metros por el viento. "Tengo susto", me dijo el amigo chileno que me acompa?aba. Enseguida nos pusimos a hablar de la devastaci¨®n de Nueva Orleans y de c¨®mo a la larga a¨²n les agradecer¨¢n con votos a Bush y compa?¨ªa que hayan tenido la amabilidad de haberles dejado morir como perros y luego transformar Nueva Orleans en una nueva Faluya.
Un torbellino (sin contacto con el suelo) barr¨ªa en ese momento el Baix Llobregat y Garraf. "Lo que nunca olvidar¨¦ de Nueva Orleans ser¨¢ el placer de sudar con el picante de los gumbos, nunca olvidar¨¦ sus espesas sopas con quimbomb¨®", susurr¨® mi amigo con una voz casi angustiosa, muy nost¨¢lgica. Y esta vez quien "tuvo susto" fui yo. Nunca llegamos a conocer bien a los otros.
4 Hoy he acompa?ado a un querido familiar a la sastrer¨ªa. Hac¨ªa una infinidad de a?os que no ve¨ªa a un sastre en acci¨®n. He recordado mi infancia mientras el familiar y el sastre se enzarzaban en una letan¨ªa de lamentos por la situaci¨®n general del mundo y de Barcelona en particular y me ha sido imposible no recordar un famoso di¨¢logo de una obra de Samuel Beckett: "Dios hizo al mundo en seis d¨ªas, y usted no es capaz de hacerme un pantal¨®n en seis meses", dice el Cliente. "Pero, se?or, mire el mundo y mire su pantal¨®n", responde el Sastre.
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