La lenta desaparici¨®n del mundo
A primeros de agosto, mi lejana vecina de p¨¢gina Maruja Torres -es como si ella viviera en el entresuelo y yo en el sobre¨¢tico- me mand¨® un amable y a?orante art¨ªculo ("Para J M", se atrevi¨® a titularlo) del que hasta ahora no he podido ni acusar recibo, como si fuera un descort¨¦s, al encontrarme ausente del edificio durante el mes pasado. Lo que m¨¢s me conmovi¨® de su misiva fue la nostalgia que dec¨ªa sentir de su gran amigo muerto Terenci Moix, la ¨²nica persona, aseguraba, con la que pod¨ªa hablar no s¨®lo del excelente cine italiano de los a?os cincuenta y sesenta, sino de sus actores y actrices m¨¢s raros, epis¨®dicos y encantadores. Yo la comprendo bien, porque desde hace unos meses, tras la muerte de Guillermo Cabrera Infante, me consta que una persona menos del mundo sabr¨¢ a qui¨¦nes me refiero si menciono los nombres, por ejemplo, de Elisha Cook Jr, Arlene Dahl, Henry Daniell, Dolores Hart, Robert Morley o Diane Varsi. A esos nombres, y a centenares m¨¢s de ellos, sab¨ªa que Cabrera les pondr¨ªa rostro inmediatamente, y aun que evocar¨ªa algunas de sus interpretaciones m¨¢s relevantes, aunque siempre secundarias, con una memoria enciclop¨¦dica y un gusto tan verdadero por el cine que en m¨¢s de una ocasi¨®n me confes¨® sin ambages haber sacado, como literato, mucho m¨¢s partido de las pel¨ªculas que de los libros y aun de su propia experiencia. Por fortuna todav¨ªa me quedan otros amigos, y alg¨²n hermano, que, si acabaran de leer esta escueta e improvisada lista, no me tomar¨ªan por mero exc¨¦ntrico ni por pedante y al instante sabr¨ªan de qui¨¦nes estaba hablando. Pero cada uno tiene sus "conocimientos mani¨¢ticos", y, al igual que Terenci Moix recitar¨ªa de carrerilla todo el cine italiano, Cabrera Infante sent¨ªa una devoci¨®n especial por los caracter¨ªsticos del cine americano cl¨¢sico. Si yo dec¨ªa en su presencia "John McGiver", ¨¦l saltaba: "Oh s¨ª, ¨¦l era un hombre muy c¨®mico sin pretender serlo, como en Su juego favorito y en Desayuno con diamantes". Y si le confesaba que mi primer amor cinematogr¨¢fico fue Rhonda Fleming (cuando era muy, pero muy peque?o), no s¨®lo repasaba su filmograf¨ªa entera, sino que me contaba los hechos m¨¢s sabrosos de su biograf¨ªa.
"Tengo para m¨ª que los m¨¢s placenteros son los saberes in¨²tiles"
Tengo para m¨ª que los m¨¢s placenteros son los saberes in¨²tiles, los que uno adquiere como sin querer, por mera afici¨®n, y a los que apenas saca ning¨²n provecho. Y, siempre que muere alguien, una de las cosas que m¨¢s me chocan y me resultan m¨¢s incomprensibles es la desaparici¨®n repentina, abrupta, de cuanto el vivo recordaba y sab¨ªa hasta hac¨ªa unos momentos. ?D¨®nde va todo eso, los apellidos de los profesores y compa?eros del colegio, los rostros de los primeros novios o novias, aquellos que nos pudieron gustar s¨®lo a distancia, los millares de an¨¦cdotas de cualquier vida, las lenguas que habl¨¢bamos y le¨ªamos, los infinitos nombres almacenados, de conocidos imprescindibles y de desconocidos superfluos, como las bien recordadas y admiradas, por Maruja Torres y por m¨ª, Elsa Martinelli y Antonella Lualdi? Comprendo bien la a?oranza de su amigo Moix, y eso, la falta de quienes conformaban el mundo (distintos para cada uno), a medida que cumplo a?os me parece la maldici¨®n m¨¢s atroz de nuestras existencias, y me lleva a fijarme en el cada vez m¨¢s escaso mundo restante de los ancianos. Tengo a uno bien cerca, mi padre, que ha cumplido noventa y uno. Pese a contar con hijos y nietos, a veces creo advertir en sus ojos una mezcla de desamparo y desconcierto, sobre todo cada vez que se le muere un amigo m¨¢s. Ya cayeron los m¨¢s viejos que ¨¦l, en su casi totalidad; tambi¨¦n los de su edad, en su mayor¨ªa; e incluso bastantes m¨¢s j¨®venes, pero que ven¨ªan ya de antiguo. A veces me parece que debe de preguntarse: "?Qu¨¦ ha pasado? ?D¨®nde se ha ido todo el mundo? ?Por qu¨¦ ya no es lo que sol¨ªa ser, lo que era y yo daba por descontado? ?Por qu¨¦, si yo a¨²n aqu¨ª sigo?" No es de extra?ar que, entre esa sensaci¨®n de orfandad de amistades y el poco caso que nuestra sociedad hace a los viejos (nunca se ha visto una actitud m¨¢s suicida: lo seremos todos, y quiz¨¢ muy largos a?os), a menudo se consideren sobrantes, estorbos, engorros.
Se lamentaba Maruja Torres, en su carta p¨²blica, del absoluto desd¨¦n de las generaciones nuevas por el cine "menor" de anta?o, en el que todo verdadero aficionado se educa tanto como en las obras maestras, al igual que todo escritor aprende tanto de las novelas de aventuras y policiacas como de Proust, Conrad, Flaubert y Dickens. Ay, si s¨®lo fuera eso. Pero quiz¨¢ sea tema para otro art¨ªculo. S¨®lo adelantar¨¦ que a lo largo de los siglos, el que ejerc¨ªa una actividad art¨ªstica ten¨ªa la obligaci¨®n, al parecer hoy derogada, de conocer cuanto se hab¨ªa hecho en su arte antes de su llegada. Y no por "adquirir cultura", ni por enciclopedismo, ni siquiera por respeto a sus predecesores. Sino por algo mucho m¨¢s pr¨¢ctico, que hoy sin embargo parece olvidado, y as¨ª nos van demasiadas artes: para no repetir lo que ya estaba hecho, ni andar descubriendo Mediterr¨¢neos.
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