Terror en el para¨ªso liberal
En mi primera visita a Estados Unidos me asombr¨® contemplar, en el deep South sobre todo, tras tantas fachadas de ciudad moderna, una an¨¢rquica pobreza africana. Una cortina de riqueza y rascacielos oculta la miseria de la gente de color y la vida arrastrada de 30 millones de almas. Ese tercermundismo rodeado de ostentaci¨®n y tecnolog¨ªa punta, concentrado como siempre en el Sur, cohabita con el individualismo posesivo del calvinismo puritano y conservador, a menudo fascistoide, y tiene como m¨¢ximo referente Nueva Orleans, avanzadilla de la Cuba juerguista y prostibularia de antes de Castro, como Florida lo es del dinero fugado y del proyecto yanqui de recuperar la isla para s¨ª de nuevo. Dos de cada tres habitantes son de raza negra, descendientes de los esclavos llegados de ?frica. El 30% vive por debajo de la pobreza. Las v¨ªctimas del Katrina han sido en su inmensa mayor¨ªa pobres y negros, sin medios para escapar, sin coches, atrapados y aislados en su miseria como lo estaban sus ancestros por las leyes segregacionistas. Raza y clase han sido sus barreras para no saltar por los diques destruidos, que todos sab¨ªan que caer¨ªan, pues, pese a la continua exigencia de recursos para reforzarlos y a la predicci¨®n de los t¨¦cnicos del terrible n¨²mero de v¨ªctimas que habr¨ªa si no se reparaban, Bush recort¨® dr¨¢sticamente el presupuesto para invertir en la guerra de Irak. Los helic¨®pteros y los hospitales de campa?a necesarios estaban all¨ª o en Afganist¨¢n. Al fin y al cabo, Luisiana es pobre y cuenta con un reducido cupo electoral, nueve votos, frente a los 31 de Florida, de donde sali¨® elegido por primera vez, con trampas, el presidente reelegido Bush.
El hurc¨¢n Katrina ha puesto de manifiesto el abandono en que el liberalismo mantiene a los menos favorecidos
Dos de cada tres ciudadanos creen que el Gobierno no ha hecho lo necesario para ayudar a las v¨ªctimas y la mayor¨ªa piensan que la guerra iraqu¨ª no estaba justificada y que, mientras el desempleo crece, la sangr¨ªa humana y econ¨®mica persiste. Pero m¨¢s del 40% de la Guardia Nacional est¨¢ en Oriente y el sistema de seguridad del territorio nacional se ha dedicado a proteger el pa¨ªs del terrorismo isl¨¢mico y no a reforzarlo frente a los desastres naturales. El ej¨¦rcito, que finalmente ha sido enviado al lugar de la cat¨¢strofe, ten¨ªa por misi¨®n defender la propiedad y el orden de los propietarios, no salvar a las personas. Los medios de comunicaci¨®n se centraron en los saqueos y no en el problema humano. La desorganizaci¨®n, la ineptitud y el silencio de las autoridades ponen de relieve que el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo no est¨¢ preparado para situaciones colectivas de emergencia, como si se tratara de Guatemala, Honduras o el sureste asi¨¢tico. Sin servicios p¨²blicos eficaces y efectivos, sin Estado, los humanos han muerto como animales. Sin humanidad, la gente ha sido tratada como ganado, concentrada sin los m¨ªnimos servicios y sin comida y bebida, a punto de morir no por el hurac¨¢n, sino por la incapacidad y brutalidad de sus guardianes. Desaparecida una solidaridad imprescindible, a alguien que ped¨ªa ayuda se le contest¨®: "V¨¢yase al infierno, aqu¨ª cada uno se defiende a s¨ª mismo como puede". Era, en efecto, el terror infernal en el pa¨ªs que es la mejor muestra del para¨ªso liberal. M¨¢s muertos por el terror americano de Nueva Orleans que en la Nueva York del 11-S por el de Bin Laden.
La decadente potencia americana est¨¢ en manos de un grupo arrogante e inepto para gestionar los problemas de la gente, como en la triste experiencia de los gobiernos de Aznar. La misma idolatr¨ªa por el poder tecnol¨®gico, el dinero y la eficaz manipulaci¨®n embustera de la opini¨®n p¨²blica encierraEn mi primera visita a Estados Unidos me asombr¨® contemplar, en el deep South sobre todo, tras tantas fachadas de ciudad moderna, una an¨¢rquica pobreza africana. Una cortina de riqueza y rascacielos oculta la miseria de la gente de color y la vida arrastrada de 30 millones de almas. Ese tercermundismo rodeado de ostentaci¨®n y tecnolog¨ªa punta, concentrado como siempre en el Sur, cohabita con el individualismo posesivo del calvinismo puritano y conservador, a menudo fascistoide, y tiene como m¨¢ximo referente Nueva Orleans, avanzadilla de la Cuba juerguista y prostibularia de antes de Castro, como Florida lo es del dinero fugado y del proyecto yanqui de recuperar la isla para s¨ª de nuevo. Dos de cada tres habitantes son de raza negra, descendientes de los esclavos llegados de ?frica. El 30% vive por debajo de la pobreza. Las v¨ªctimas del Katrina han sido en su inmensa mayor¨ªa pobres y negros, sin medios para escapar, sin coches, atrapados y aislados en su miseria como lo estaban sus ancestros por las leyes segregacionistas. Raza y clase han sido sus barreras para no saltar por los diques destruidos, que todos sab¨ªan que caer¨ªan, pues, pese a la continua exigencia de recursos para reforzarlos y a la predicci¨®n de los t¨¦cnicos del terrible n¨²mero de v¨ªctimas que habr¨ªa si no se reparaban, Bush recort¨® dr¨¢sticamente el presupuesto para invertir en la guerra de Irak. Los helic¨®pteros y los hospitales de campa?a necesarios estaban all¨ª o en Afganist¨¢n. Al fin y al cabo, Luisiana es pobre y cuenta con un reducido cupo electoral, nueve votos, frente a los 31 de Florida, de donde sali¨® elegido por primera vez, con trampas, el presidente reelegido Bush.
Dos de cada tres ciudadanos creen que el Gobierno no ha hecho lo necesario para ayudar a las v¨ªctimas y la mayor¨ªa piensan que la guerra iraqu¨ª no estaba justificada y que, mientras el desempleo crece, la sangr¨ªa humana y econ¨®mica persiste. Pero m¨¢s del 40% de la Guardia Nacional est¨¢ en Oriente y el sistema de seguridad del territorio nacional se ha dedicado a proteger el pa¨ªs del terrorismo isl¨¢mico y no a reforzarlo frente a los desastres naturales. El ej¨¦rcito, que finalmente ha sido enviado al lugar de la cat¨¢strofe, ten¨ªa por misi¨®n defender la propiedad y el orden de los propietarios, no salvar a las personas. Los medios de comunicaci¨®n se centraron en los saqueos y no en el problema humano. La desorganizaci¨®n, la ineptitud y el silencio de las autoridades ponen de relieve que el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo no est¨¢ preparado para situaciones colectivas de emergencia, como si se tratara de Guatemala, Honduras o el sureste asi¨¢tico. Sin servicios p¨²blicos eficaces y efectivos, sin Estado, los humanos han muerto como animales. Sin humanidad, la gente ha sido tratada como ganado, concentrada sin los m¨ªnimos servicios y sin comida y bebida, a punto de morir no por el hurac¨¢n, sino por la incapacidad y brutalidad de sus guardianes. Desaparecida una solidaridad imprescindible, a alguien que ped¨ªa ayuda se le contest¨®: "V¨¢yase al infierno, aqu¨ª cada uno se defiende a s¨ª mismo como puede". Era, en efecto, el terror infernal en el pa¨ªs que es la mejor muestra del para¨ªso liberal. M¨¢s muertos por el terror americano de Nueva Orleans que en la Nueva York del 11-S por el de Bin Laden.
La decadente potencia americana est¨¢ en manos de un grupo arrogante e inepto para gestionar los problemas de la gente, como en la triste experiencia de los gobiernos de Aznar. La misma idolatr¨ªa por el poder tecnol¨®gico, el dinero y la eficaz manipulaci¨®n embustera de la opini¨®n p¨²blica encierrauna frialdad inhumana, un desprecio por la persona, sobre todo si es pobre o est¨¢ necesitada, y una resoluci¨®n violenta de cuanto perjudique los intereses y la deteriorada imagen de unos gobernantes al servicio de los grandes negocios causantes de pobreza y desgracia incluso en pa¨ªses que aparentan progreso y libertad. Lo ocurrido en el gran coloso del imperialismo mundial es un ejemplo vivo que convence por s¨ª solo del terror que provoca el liberalismo del mercado, del beneficio ego¨ªsta,de la pobreza de muchos provocada por la riqueza de unos pocos, de las clases sociales subalternas y las razas sometidas. Lo que, por una m¨ªnima moralidad, est¨¢ destinado a remediar los males evitables de la naturaleza se emplea en bombardear naciones, asesinar a miles de personas, robar materias primas y energ¨¦ticas, abandonar en la enfermedad m¨ªsera a millones de seres mientras se destruye el ecosistema para proteger los negocios de quienes por eso compran votos ingenuos que alcen en el poder pol¨ªtico a una pandilla de locos sin complejos.
Pese a todo ello, o por eso mismo, la potencia americana decae y su prestigio hace agua. La torpe inocencia patri¨®tica y el vano orgullo nacional de su poblaci¨®n m¨¢s inculta y aborregada est¨¢n desapareciendo con los huracanes terror¨ªficos que levantan sus presuntos dirigentes. Pero el para¨ªso liberal, cuyas virtudes siguen cantando impert¨¦rritos economistas venales o de estupidez notoria, sigue en pie en la mente de quienes todav¨ªa ven en su mitolog¨ªa la enga?ifa m¨¢s ¨²til para su voracidad explotadora. No seremos los que escribimos lo anterior los que acabemos con ella. Han de ser las v¨ªctimas de ese terrorismo las que digan de una vez para siempre "?basta ya!" ante tanto terror, ante tanto cinismo.
J. A. Gonz¨¢lez Casanova es profesor de Derecho Constitucional de la UB.
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