Pastorcillos
"Yo digo que hago cine de pastorcillos. Eso es lo que dec¨ªa Benet, y estoy de acuerdo, porque, como dice otro escritor, si hablas de los pastorcillos de tu pueblo, habr¨¢s conseguido hablar del universo. Yo trato de hacer un cine sencillo que hable de las personas y la condici¨®n humana". As¨ª respond¨ªa Montxo Armend¨¢riz a la pregunta de c¨®mo llamar¨ªa al sello personal que tienen sus pel¨ªculas y, m¨¢s concretamente, Obaba, el filme que inaugur¨® ayer la 53? edici¨®n del Festival de San Sebasti¨¢n.
Obaba es una pel¨ªcula s¨®lida, bien hecha, bien fotografiada e interpretada, con un gui¨®n funcional que adapta sint¨¦ticamente Obabakoak, el conjunto de relatos de Bernardo Atxaga con los que alcanz¨® la gloria cr¨ªtica y popular. Como muy bien dice su responsable cinematogr¨¢fico, es una pel¨ªcula de pastorcillos, una alabanza inteligente y comedida de la aldea. Inteligente porque no hay lugar para la mixtificaci¨®n, y comedida porque el exceso en el posible elogio de lo rural ser¨ªa inveros¨ªmil.
La cuesti¨®n es que ya nada es lo que era. H. M. Enzensberger suele decir desde hace tiempo que las dos reivindicaciones fundamentales en el nuevo milenio son las del silencio y el espacio. Las clases trabajadoras de los pa¨ªses desarrollados deber¨ªan aspirar a mejorar sus condiciones de vida en esos dos conceptos. El ruido y el hacinamiento son, sin duda, las consecuencias y manifestaciones visibles de la especulaci¨®n, algo que a¨²n no se ha consolidado del todo en el mundo rural. Si a ello se a?ade la homogenizaci¨®n en los gustos sociales y culturales que han impuesto la televisi¨®n e Internet, lo rural ha dejado de ser para los urbanos lo ex¨®tico y se ha convertido, al menos en parte, en lo envidiable. La aldea es Hollywood.
Un peque?o gran mundo
La octava pel¨ªcula de Armend¨¢riz narra, lenta y sosegadamente, una serie de historias personales en las que surgen buena parte de los sentimientos que caracterizan al ser humano: curiosidad, amor, locura, amistad, mezquindad, rencor... Trata, como explica Atxaga de su libro, de "crear un peque?o mundo que hable del grande; crear vidas que hablen de la vida en general". Naturalmente, las historias corales corren mayores riesgos de los habituales: no todos los personajes tienen la misma entidad y garra. Puede haber esbozos testimoniales que permiten intuir un desarrollo m¨¢s amplio y sugestivo en igual medida que otros pueden resultar anodinos o prescindibles. Quiz¨¢s uno de los aciertos de Obaba es el de haber seleccionado dr¨¢sticamente entre los 28 relatos del libro y concentrar la trama en tres o cuatro historias. Al fin y al cabo, si la aldea puede ser una met¨¢fora del universo, una vida puede representar a la humanidad.
B¨¢rbara Lennie, Pilar L¨®pez de Ayala, Juan Diego Botto, Eduard Fern¨¢ndez o Peter Lohmeyer, entre otros, cumplen dignamente con sus papeles. Javier Aguirresarobe demuestra nuevamente su dominio de la luz y Armend¨¢riz a?ade una oveja m¨¢s a su ya consistente reba?o cinematogr¨¢fico.
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