Subsuelo
PUBLICADA ORIGINALMENTE en 1864, el casi siglo y medio transcurrido hasta ahora no ha reducido un ¨¢pice la fuerza de esa extra?a novela de Fi¨®dor Dostoievski (1821-1881), titulada Memorias del subsuelo (Losada), sobre la que uno no se cansa de volver a lo largo de los a?os. No es para menos porque, en primer lugar, pertenece a un g¨¦nero inclasificable, no s¨®lo porque es, en efecto, un rar¨ªsimo relato romancesco -cuya primera parte es una especie de diatriba de car¨¢cter ensay¨ªstico contra el saber contempor¨¢neo y la doctrina del progreso, mientras que la segunda condensa en tres an¨¦cdotas las tribulaciones vitales del protagonista-, sino porque se presenta como las memorias de un don nadie, que se erige en portavoz de los que habitan en el subsuelo, ocultos, como se dice, debajo de la alfombra. El negativo, pues, de una realidad, en la que los ninguneados comienzan a ser la abrumadora mayor¨ªa. Pero Dostoievski no hace de su antih¨¦roe una simple v¨ªctima de la injusticia social, sino alguien que comprende que est¨¢ dolorosamente de m¨¢s, que no tiene sentido su existencia. En este caso, la lucidez, la consciencia, se vuelve contra s¨ª, mostrando el absurdo de la vida. Atropello y letargia encadenan a este desdichado ser que es, como apuntara Baudelaire, simult¨¢neamente el cuchillo y la herida.
No es dif¨ªcil encontrar las huellas de esta ¨¢cida novela en lo mejor de la literatura y el arte posteriores de nuestra ¨¦poca, porque su protagonista, enajenado e hist¨¦rico, es incapaz de dar un rumbo de ning¨²n tipo a su despreciable existencia, que se agita entre las m¨¢s rid¨ªculas quimeras y las correspondientes humillaciones. No obstante, cuando, de la manera m¨¢s impremeditada, irrumpa una peque?a luz en la proterva vida de nuestro antih¨¦roe, huir¨¢ despavorido, hundi¨¦ndose definitivamente en la vileza. Me refiero al amor que provoca en una joven prostituta, a la que persuade para abandonar su miserable esclavitud carnal, pero a la que, al notar que sus sentimientos no est¨¢n corrompidos y, a¨²n peor, que ¨¦l mismo siente intensamente por ella lo que jam¨¢s hab¨ªa sentido por nadie, rechaza de la forma m¨¢s cobarde.
Parece como si en nuestro mundo cupiera todo menos la verdad. Es significativo que todas nuestras ideas e ilusiones nos remitan constantemente al env¨¦s de lo que llamamos real o a las inescrutables fuerzas de sus aleda?os. Da igual cu¨¢l sea el punto de vista elegido, art¨ªstico, filos¨®fico o cient¨ªfico. El subsuelo. Lo marginal. El inconsciente. Lo surreal. Lo embrionario. Lo genom¨¢tico. Lo entr¨®pico. La nada. En medio de esta enervante marea, de repente un grito escalofriante rompe el silencio. Es el grito de la vida o de la parte que queda en ella. Es el grito de Dostoievski y el grito del arte, que a¨²lla en el desierto de las p¨¦rdidas, el memorial del subsuelo.
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