A?o luz
A m¨ª me ha pasado lo contrario que a Charlton Heston en El planeta de los simios. ?l se iba en una nave espacial al conf¨ªn del universo y cuando regresaba los monos hab¨ªan tomado el control del planeta. Para ¨¦l hab¨ªa transcurrido s¨®lo un a?o, viajando de estrella en estrella, pero en la Tierra hab¨ªan pasado siglos. Son cosas de la Teor¨ªa de la Relatividad. Pues bien, como Charlton Heston yo tambi¨¦n me he pasado un a?o lejos de la tierra, de Almer¨ªa. Pero al regresar me he encontrado con que todo sigue m¨¢s o menos igual que antes. Algunos cambios s¨ª he notado. Se?alo tres.
Uno: la melenita que se ha dejado Rafael Hernando. Est¨¢ mono, no digo que no, pero ni comparaci¨®n con los gorilas de Charlton Heston. Aquellos s¨ª que daban miedo. Y eso que Hernando intent¨® emularlos en los pasillos del Congreso. Eso me han dicho. Pero que result¨® pat¨¦tico, que no da la talla.
Dos: nuevas organizaciones pol¨ªticas. Andaluces por el Cambio o algo as¨ª, que se vende como plataforma de independientes liderados por Javier Arenas, lo cual es una contradicci¨®n en sus propios t¨¦rminos, y que me resulta tan fiable como una asociaci¨®n laica presidida por Rouco Varela. El otro, de ¨¢mbito almeriense, se llama PAL, como las televisiones, y lo ha fundado el humanista Juan Enciso, que cuando me fui todav¨ªa era del PP. C¨®mo lamento haberme perdido todo eso. Aqu¨ª sufrimos una inflaci¨®n de partidos terminados en AL. Yo ya los confundo. Porque supongo que sigue existiendo aquel engendro de Juan Megino, llamado GIAL. (Y hablando de Megino, nuestro concejal de urbanismo: ?qu¨¦ va a hacer ahora este hombre una vez que ha cumplido su sue?o de aparecer al lado del Rey en la foto de la inauguraci¨®n de los Juegos del Mediterr¨¢neo?)
Tres: El Toyo, esa monumental cagada en medio del campo. El Toyo es, para quien no sea de Almer¨ªa, la villa ol¨ªmpica y sus aleda?os, lo que los Juegos del Mediterr¨¢neo han dejado a la ciudad: una cosa que est¨¢ a 10 kil¨®metros del centro. He paseado por ¨¦l. Muy bonito todo, s¨ª: qu¨¦ jardines tan frondosos cuando crezcan, qu¨¦ campo de golf tan verdecito, qu¨¦ miradores de madera tan al borde del mar, qu¨¦ plaza tan in¨²til con locales comerciales tan vac¨ªos y qu¨¦ lago artificial tan grande... ?Y ahora qui¨¦n cuida todo esto? Porque el riego ya est¨¢ fallando y algunas zonas empiezan a deteriorarse. Lo cuidar¨¢ una entidad de conservaci¨®n, me dicen, independiente del Ayuntamiento. Mejor, mejor; porque si el Ayuntamiento no es capaz de mantener limpio el casco urbano, dudo mucho que pueda hacerse cargo de la fara¨®nica obra de El Toyo. Pero al mismo tiempo vislumbro problemas: ?estar¨¢n dispuestos los futuros vecinos de El Toyo (si los hay) y los due?os de los hoteles a costear el cuidado de una zona que no es privada, sino de disfrute p¨²blico? Me sorprender¨ªa tanta abnegaci¨®n.
De todo esto y mucho m¨¢s hablaremos las pr¨®ximas semanas. Lo importante es que el Cabo de Gata sigue en su sitio y que a la ca¨ªda de la tarde el sol lo sigue ba?ando con la misma luz dorada que yo recordaba. Y los amigos, claro. Bienvenido, me digo. Regresar tiene su cosa, aunque la casa est¨¦ tomada por los monos.
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