Calma, es Par¨ªs
Entre las pruebas que habr¨ªa de cumplir una ciudad para merecer tal nombre est¨¢ la de ser capaz de alimentar una colecci¨®n de libros como la de Paris est ¨¤ Nous, publicados por Parigramme, una editorial dedicada en exclusiva a la ciudad. Se trata de libritos muy manejables, claros, bien editados, de alrededor de un centenar de p¨¢ginas, con sujeto y predicado. El sujeto (Par¨ªs) es invariable. Entre los predicados se encuentran algunos enteramente previsibles: caf¨¦s, restaurantes, hoteles, bicicletas o ni?os. Pero hay otros mucho m¨¢s sorprendentes. D¨®nde besarse en Par¨ªs. O bien, previo y textual: Trouver un Jules ¨¤ Paris. O una gu¨ªa detallada y eficaz para convertirse en un verdadera parisina. O un meloso Paris chocolat. Llevan ya m¨¢s de cincuenta t¨ªtulos y no parece que se hayan agotado ni la imaginaci¨®n de los editores, Jean-Christophe Napias y Sandrine Gulbenkian, ni las posibilidades de Par¨ªs. Los autores son diversos, pero se nota en ellos una f¨¦rrea mano de edici¨®n: buena organizaci¨®n, escritura eficaz, serio trabajo de documentaci¨®n y una imaginaci¨®n muy notable para que afloren las esquinas m¨¢s rec¨®nditas del predicado. Son libros para parisienses; es decir, lo que busca cualquier viajero en Par¨ªs. No es f¨¢cil que pueda hallarse una colecci¨®n m¨¢s completa, rara y personal del Par¨ªs contempor¨¢neo. Publican media docena de t¨ªtulos por a?o, los venden a seis euros y algunos, como el de besarse en Par¨ªs (el ¨²nico que la propia colecci¨®n ha publicado tambi¨¦n en ingl¨¦s, The best places to kiss in Paris), ha vendido m¨¢s de cincuenta mil ejemplares.
Un libro sobre la calma aut¨®ctona supondr¨ªa un gran esfuerzo de la imaginaci¨®n. Barcelona es una ciudad repleta de motos y de malas costumbres
No los he le¨ªdo todos, desde luego. Pero asegurar¨ªa que O¨´ trouver le calme a Paris est¨¢ entre los m¨¢s recomendables. Termas, bibliotecas, jardines, tiendas, hoteles, caf¨¦s, iglesias, museos... s¨®lo importa que en esos lugares pueda hallarse la calma. S¨ª, claro, tambi¨¦n hay una detallada descripci¨®n de las amenidades de los 19 cementerios activos en Par¨ªs. Entre ellos el de Picpus, tal vez el m¨¢s reservado, donde yacen un gran n¨²mero de v¨ªctimas del Terror. La escritura de este librito supon¨ªa un reto. Buscar y encontrar una calma estable y de calidad es afrontar uno de los problemas fundamentales de la organizaci¨®n urbana. Uno sale de la ciudad para encontrar la calma. Pero es evidente que una gran ciudad debe poder proporcionarla. Par¨ªs cumple. Y cumple su autor, Christophe Destournelles. Hay muchos momentos buenos y ¨²tiles en este manual escrito contra la fatiga y el vocer¨ªo de los d¨ªas corrientes. Un pasaje resulta especialmente representativo. El autor se pregunta cu¨¢l es, entre las 24, la hora plet¨®rica de la calma. Su respuesta es el fruto de la investigaci¨®n y no el de la l¨ªrica. "Despu¨¦s de numerosas noche de vigilia el autor ha podido precisar la hora en que la ciudad (casi) duerme: entre las tres y las cuatro de madrugada". Pero lo mejor es lo que est¨¢ despierto: los croissants salidos del horno de la Ancienne Com¨¦die, las cervezas en el Tambour y las ostras de Au Pied de Cochon. De alguna manera hay que celebrar la calma.
Uno siempre tiene la tentaci¨®n de transportar este tipo de libros a su ciudad. De hecho algunas editoriales barcelonesas lo han intentado. Y ha sido muy revelador. En la situaci¨®n de Barcelona la tentaci¨®n es perfectamente in¨²til. Desde luego respecto al caso concreto de la calma: cien p¨¢ginas dedicadas a la calma aut¨®ctona supondr¨ªan un sobrehumano esfuerzo de la imaginaci¨®n. Barcelona es una ciudad muy densa, encajonada, repleta de motos y de malas costumbres. Adem¨¢s tiene autoridades capaces de pactar, como ha sucedido este verano en los barrios de Gr¨¤cia y Sants, la continuaci¨®n del estr¨¦pito hasta el alba a fin de que los muchachos no se dediquen a romper escaparates y farolas. El silencio es poco comercial y Barcelona es una ciudad vendida.
Sin embargo, no se trata s¨®lo de la imposibilidad del silencio. Hace unos a?os, alrededor del f¨¦rtil y feliz desvar¨ªo ol¨ªmpico, a algunas personas de esta ciudad les dio por medirse con Par¨ªs, Londres y Nueva York. Alg¨²n ¨¢nimo exterior recibieron. Recuerdo unos carteles en la estaci¨®n de St. Paul. Barcelonne, l¨¤ o¨´ le talent tourbillonne. Fueron dos temporadas. Como cuando el Huelva sube a Primera Divisi¨®n. No creo que nadie deba entristecerse. Se trata de ciudades (de realidades) absolutamente incomparables desde cualquier punto de vista. Es rid¨ªculo mencionarlo, pero hay que hacerlo, porque el gobierno de la ciudad (y en parte el Gobierno de Catalu?a) sigue anclado en aquellas dos temporadas que marcaron las biograf¨ªas de muchas personas dirigentes. Su incapacidad de hoy es perfectamente descriptible y parte de un elogio: s¨®lo han sabido gestionar los sue?os.
Es mucho m¨¢s pr¨¢ctico acostumbrarse a ver las grandes ciudades como centros del propio ser urbano. Barcelona nunca ser¨¢ Par¨ªs; pero, en efecto, Par¨ªs est ¨¤ nous, Par¨ªs es nuestro. Nada de met¨¢foras. Los vuelos son r¨¢pidos y baratos, y los ligeros desequilibrios de la moneda pueden corregirse con algo de cuidado y la aceptaci¨®n de que viajando uno suele ser m¨¢s pobre que en casa, aunque vuelva m¨¢s rico. Vivir, en algunos lugares modernos, es vivir en un punto de partida.
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