Se?or¨ªas, muevan su trasero
Estos ¨²ltimos d¨ªas hemos tenido nueva confirmaci¨®n a trav¨¦s de un informe de la OCDE (Una mirada a la educaci¨®n, 2005) de algo que ya sab¨ªamos: Espa?a est¨¢ en la cola de los pa¨ªses de su entorno social y econ¨®mico en lo que al gasto p¨²blico en educaci¨®n se refiere. A pesar que ese informe no dec¨ªa nada sobre Catalu?a, una evidencia m¨¢s de que no existimos a los ojos del mundo como realidad pol¨ªtica que tomar en consideraci¨®n ni tan s¨®lo en los densos informes acad¨¦micos, sabemos lo que ocurre en nuestro pa¨ªs: si Espa?a est¨¢ por debajo de la media de estos pa¨ªses, Catalu?a est¨¢ por debajo de la media espa?ola. As¨ª de claro y de rotundo. Es decir, si Espa?a est¨¢ mal en t¨¦rminos educativos, Catalu?a est¨¢ peor.
No es ¨¦sta una revelaci¨®n ni una primicia. Hace ya muchos a?os que el esfuerzo presupuestario en educaci¨®n es claramente insuficiente si por suficiente tomamos la media de gasto de los pa¨ªses de la OCDE. Partimos de una realidad indiscutible: el gasto total por estudiante est¨¢ significativamente por debajo en Espa?a y en Catalu?a en referencia al gasto realizado por la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la OCDE. Si en estos pa¨ªses la media se situa en los estudiantes no universitarios sobre los 5.000 euros, en Espa?a no llegamos a los 4.000 y en Catalu?a nos acercamos a los 3.500. Es evidente que los recursos econ¨®micos siempre son limitados, pero esta afirmaci¨®n dicha sin m¨¢s comentarios se convierte en una gran coartada para que las cosas sigan por los mismos derroteros. Incluso alguien podr¨ªa advertir que ese an¨¢lisis no es del todo correcto en la medida en que los pa¨ªses ricos pueden destinar m¨¢s recursos absolutos que los menos ricos, sin que de ello se infiera que el esfuerzo de los m¨¢s ricos sea mayor que el de los menos ricos. Cierto. Si tengo 1.000 e invierto 100, mi esfuerzo es del 10%. Pero si tengo 600 e invierto 90, mi esfuerzo ser¨¢ del 15 %. Lo alarmante de la situaci¨®n es que tambi¨¦n en el nivel de esfuerzo realizado Espa?a y Catalu?a se sit¨²an en la cola de los pa¨ªses desarrollados.
Eso puede parcer chocante con la realidad percibida, ya que todos los gobernantes que hemos tenido, en Espa?a y en Catalu?a, se han llenado la boca de la importancia que para sus respectivos gobiernos ten¨ªa la educaci¨®n. Incluso hay gobernantes que han hecho suya la famosa expresi¨®n de Blair de "education, education, education" para recalcar lo importante que para su Gobierno era esta cuesti¨®n. Pues bien, la relevancia de una cuesti¨®n, su prioridad pol¨ªtica, el peso que los gobernantes dan a un ¨¢mbito de gobierno, se puede y se debe medir en el nivel de prioridad presupuestaria que se le otorga. Y si Catalu?a y Espa?a suspenden por lo que hace referencia a la aportaci¨®n por estudiante realizada en cifras absolutas no es s¨®lo porque hay pa¨ªses m¨¢s ricos y que disponen de m¨¢s, sino porque proporcionalmente la partida presuestaria destinada a la educaci¨®n es tambien menor. Es decir, menos dinero y menos esfuerzo. Y ah¨ª est¨¢ la clave del problema. Conclusi¨®n: contrariamente a lo que los gobernantes dicen, la educaci¨®n para ellos no parece muy importante. Si queremos ser pol¨ªticamente correctos, diremos que para nuestros gobiernos la educaci¨®n es importante, pero menos.
As¨ª pues, llegamos a la conclusi¨®n de que lo invertido no es s¨®lo insuficiente, sino que adem¨¢s -observando el escaso esfuerzo realizado- es vergonzoso e irresponsable. L¨®gicamente, en estas condiciones no podemos aspirar a tener unos resultados de excelencia educativa, y tampoco nos deber¨ªa extra?ar que ejerzamos un liderzgo entre los pa¨ªses desarrollados por el porcentaje de j¨®venes que no superan el bachillerato.
Es sabido que el presupuesto por s¨ª solo, por generoso que sea, no es suficiente para obtener un sistema educativo de calidad y que a su vez produzca amplios niveles de equidad. Hacen falta pol¨ªticas concretas para abordar los m¨²ltiples retos planteados. Afortunadamente, hay propuestas e ideas. El curso escolar que acabamos de empezar tiene ante s¨ª importantes retos legislativos, tanto en Espa?a como en Catalu?a. Soy partidario de que el legislador legisle y con las leyes se oriente aquello que objetivamente no funciona o simplemente se intuye mejorable. Pero es del todo imprescindible que, ante tanta fiebre legislativa (?cu¨¢ntas reformas hemos vivido en la educaci¨®n estos ¨²ltimos a?os?), el gobernante se decida a aportar m¨¢s recursos. Si en la d¨¦cada de los noventa fue la ense?anza universitaria la beneficiada, ahora le toca urgentemente a la ense?anza obligatoria.
Si el esfuerzo presupuestario se hubiera realizado en los a?os noventa, la reforma de la LOGSE no habr¨ªa fracasado. Fue un modelo que, entre otras aspiraciones, ampli¨® a los 16 a?os la educaci¨®n obligatoria y busc¨® un modelo comprensivo, es decir integrador dentro del sistema para todos los chicos y chicas en edad escolar, con voluntad de contrarrestar en los j¨®venes las condiciones sociales m¨¢s adversas que existen en nuestra sociedad. Pues bien, la aplicaci¨®n de ese modelo con voluntad integradora fracas¨® y el fracaso arrastr¨® en gran medida el prestigio social de una parte de nuestro sistema educativo. Como decimos popularmente, perdimos bous i esquelles.
Hagan las leyes que sean necesarias, modifiquen lo que se deba modificar, pero sobre todo incrementen el presupuesto. Se?or¨ªas, ustedes que pueden, muevan su trasero por la educaci¨®n. Destinen m¨¢s recursos para intentar reorientar un rumbo educativo que no s¨®lo no ofrece la m¨ªnima calidad deseada, sino que dualiza nuestra sociedad en materia educativa de manera alarmante.
Jordi S¨¢nchez es polit¨®logo.
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