Alianza de civilizaciones
Hace s¨®lo unos d¨ªas, Fernando Savater puso en cuesti¨®n el uso del t¨¦rmino "civilizaci¨®n" para designar esos mundos que se enfrentan en el esquema de Huntington o cuya convergencia ha de ser buscada, de acuerdo con la iniciativa de Zapatero. "Civilizaci¨®n" ser¨ªa en sentido estricto el conjunto de soluciones t¨¦cnicas de que dispone una sociedad para afrontar sus problemas, de manera que Bush y Bin Laden pertenecer¨ªan a la misma civilizaci¨®n. Civilizaci¨®n, como madre, no hay m¨¢s que una. A juicio de Savater, m¨¢s apropiado es en consecuencia recurrir al concepto de "cultura", que apunta a las interpretaciones simb¨®licas, de las cuales dependen las metas a alcanzar por un conjunto social con ese instrumental civilizatorio disponible.
Ocurre, sin embargo, que correctos o no, los h¨¢bitos tienen la piel dura, y acaban logrando por s¨ª mismos carta de naturaleza. Por eso tal vez vale la pena asumir una imprecisi¨®n tan extendida, entendiendo el concepto de civilizaci¨®n, m¨¢s amplio que el de cultura, como forma espec¨ªfica de desarrollo hist¨®rico de una sociedad o pluralidad de sociedades que comparten agentes de cohesi¨®n culturales, religiosos y pol¨ªticos. Es en el sentido en que hablamos de "civilizaci¨®n bizantina" abarcando a la commonwealth formada en los Balcanes en torno a Constantinopla, y tambi¨¦n de civilizaci¨®n azteca, maya o china. Los factores culturales, religiosos, pol¨ªticos, as¨ª como la definici¨®n consiguiente de un modo de vida propio, har¨ªan posible la referencia a ¨¦sta o aquella civilizaci¨®n, aun cuando esquematismo se encuentre siempre al acecho.
Al hoy ex presidente iran¨ª Mohamed Jatami debemos la entrada en escena del que nos ocupa, y en la direcci¨®n anotada, al proponer en una entrevista concedida a la CNN el "di¨¢logo de civilizaciones". Sus dos civilizaciones eran de un lado la norteamericana, moldeada por la religiosidad de los peregrinos puritanos y el sentimiento de libertad, y de otro la iran¨ª, cuyos rasgos propios se ven realzados por la profesi¨®n de fe musulmana. Las diferencias observables en todos los ¨¢mbitos, desde la religi¨®n y los sistemas de valores hasta el nivel tecnol¨®gico, no hubieran debido ser obst¨¢culo para una fecunda coexistencia. No es un mal antecedente, aun cuando los protagonistas de la confrontaci¨®n sean de mayores dimensiones. El Islam es mucho m¨¢s que un credo religioso. Por encima de las diferencias surgidas de su implantaci¨®n en medios culturales muy diversos, envuelve al creyente, desde el nacimiento hasta la muerte, fijando a partir de una subordinaci¨®n radical a la divinidad una serie coherente de comportamientos pautados, rituales y valores obligatoriamente asumidos. Y m¨¢s all¨¢ del problema concreto del terrorismo y de las derivas integristas, esa forma de vida isl¨¢mica se encuentra desde la era colonial, y con particular intensidad en el ¨¢rea mediterr¨¢nea y en Oriente Medio, en conflicto con las sociedades dominantes que se autodefinen como occidentales, por lo dem¨¢s conscientes ellas mismas de la comunidad de intereses, valores y formas culturales. Islam y Occidente son, pues, dos conjuntos que con o sin la etiqueta de "civilizaciones", tienen identidades propias y se encuentran someros al riesgo del enfrentamiento pronosticado por Huntington. Frente al mismo, la propuesta de buscar una "alianza de civilizaciones" no es en principio por su enunciaci¨®n demasiado rigurosa, siendo un objetivo inalcanzable. S¨®lo que la etiqueta es buena para el marketing de las ideas e importa ante todo la calidad del producto.
Parece afortunada la elecci¨®n de la Turqu¨ªa de Erdogan como pa¨ªs impulsor del proyecto en la vertiente isl¨¢mica. Se trata de una sociedad sometida a una presi¨®n islamista, pero con un Estado laico, abierto como Estambul a Europa, y donde incluso el retorno de la fe asume en parte un contenido de modernizaci¨®n, por no hablar de la importante minor¨ªa de creyentes laicos, los diez o quince millones de alev¨ªes. Eso s¨ª, el Gobierno islamista debiera atender mejor a los residuos de la civilizaci¨®n bizantina que le ha tocado administrar, con una pol¨ªtica cultural de alianza y no de olvido, y sobre todo superar el inexplicable negacionismo que sigue aplicando al genocidio armenio de 1915. La deseada fraternidad no es compatible con el olvido de tales hechos. Nada costar¨ªa tal rectificaci¨®n, que en Espa?a nadie pide y cuya raz¨®n de ser en nuestro Gobierno todos parecen ignorar, y probablemente ignoran, pero de cara a otros pa¨ªses m¨¢s cultos o m¨¢s sensibles ser¨ªa una buena llave para ejercer el liderazgo musulm¨¢n de la alianza de forma cre¨ªble, deshaciendo de paso prejuicios antiturcos todav¨ªa vigentes en cuanto al ingreso en Europa.
En un plano m¨¢s general, el respaldo otorgado por Kofi Annan sirve ante todo para reforzar el proceso que est¨¢ a punto de abrirse. Es muy importante que las Naciones Unidas cobren cartas para resolver la m¨¢s importante fractura que en el orden pol¨ªtico-cultural se da hoy en su seno. Ning¨²n otro foro puede servir de plataforma m¨¢s eficaz para que el problema sea asumido por todos los implicados. La otra cara de la moneda es el precio a pagar por el protagonismo inevitable de las exigencias diplom¨¢ticas. Lo pude comprobar personalmente en un empe?o de menor entidad, al formar parte del grupo de trabajo sobre religi¨®n y terrorismo en la Cumbre Antiterrorista de Madrid, el pasado mes de marzo. Entre los islam¨®logos obsesionados por salvar la cara de su creencia predilecta, y con ella de las dem¨¢s creencias, caso del coordinador Mark Juergensmeier, y tambi¨¦n por su escrito del ausente John L. Esposito, miembro ahora del grupo de expertos para la Alianza, m¨¢s las exigencias defensivas de los diplom¨¢ticos presentes de pa¨ªses ¨¢rabes, no hubo forma siquiera de aflorar las causas religiosas del terrorismo tipo 11-S y 11-M. La cantinela era que todas las religiones eran buenas, a pesar de lo cual pod¨ªan ser instrumentalizadas al servicio de la violencia, y que las causas eran otras, tales como la desigualdad econ¨®mica o la "humillaci¨®n" sufrida por los musulmanes. Se lleg¨® al punto de cuestionar el encarcelamiento de los terroristas, ya que en prisi¨®n incubar¨ªan a¨²n mayor odio. En plena euforia, las declaraciones acerca del amor que conten¨ªan las religiones, fue a parar a algo que ahora hay que temer de nuevo: una vocaci¨®n censoria contra cualquier cr¨ªtica dirigida hacia ¨¦sta o aquella religi¨®n en los medios o en la ense?anza. Es la misma orientaci¨®n que de modo concreto en Inglaterra, hasta el 7-J, trat¨® de condenar toda b¨²squeda de las ra¨ªces del terror en determinados textos sagrados, calific¨¢ndola de "islamofobia". Entre nosotros esa inversi¨®n es todav¨ªa m¨¢s ocurrente: cuando el recurso a la "islamofobia" no basta, el rechazo a mirar de frente la yihad se refugia en la denuncia de una supuesta Cruzada.
Las v¨ªas de soluci¨®n, en la medida de lo posible, pasan por el acercamiento entre las religiones, y tambi¨¦n por su an¨¢lisis. La idea de Dios puede ser fuente de amor y de muerte, como ha sucedido con excesiva frecuencia en los integrismos, cat¨®lico antes, islamista ahora. Importa que haya una libre discusi¨®n, donde sean conocidas las tesis del tunecino Mohamed Charfi, el autor del espl¨¦ndido Islam y libertad, sin caer en la angelizaci¨®n que propondr¨¢ la erudita Karen Armstrong, autora tras el 11-S de un disparatado art¨ªculo sobre Mahoma como profeta de la no violencia, ambos presentes en el Grupo de Alto Nivel designado por Annan. Las relaciones en el v¨¦rtice deben intensificarse, y tambi¨¦n todas aquellas reformas que en todos los niveles, y en particular el educativo, proporcionen un mayor conocimiento. Ni mito de la Reconquista, ni de al-Andalus, ni menci¨®n del fundador de una religi¨®n como hombre excepcional guiado por Dios, y por tanto infalible, seg¨²n pudo leerse no hace mucho en estas mismas p¨¢ginas. Estudio del hecho religioso y de la historia de las religiones, s¨ª; adoctrinamiento en un solo credo, no. Respeto a las religiones, s¨ª; reverencia acr¨ªtica, no. Una de las consecuencias del proyecto en curso debiera ser que la relativizaci¨®n del papel de la religi¨®n en la vida de las sociedades constituye tal vez el mejor medio para el encuentro de las "civilizaciones".
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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