Brindis al sol
La pol¨ªtica se libra en el terreno de la imagen. Y todo proyecto pol¨ªtico se construye sobre algunas dosis de ficci¨®n. Pero en el caso espa?ol la ficci¨®n ha alcanzado al conjunto del sistema. Estamos en un debate estatutario y cualquiera dir¨ªa que estamos en una cadena de procesos constituyentes. Es idea compartida por cuatro de los cinco principales partidos catalanes (la excepci¨®n es el PP) que Catalu?a es una naci¨®n. Una idea razonable porque se dan muchas de las caracter¨ªsticas que la teor¨ªa pol¨ªtica establece para hablar de naci¨®n. Probablemente, la amplia mayor¨ªa parlamentaria que esta idea tiene no se corresponde con una mayor¨ªa social equivalente. Todos conocemos la teor¨ªa de la espiral del silencio, que explica c¨®mo una idea va creciendo y va haci¨¦ndose hegem¨®nica sobre la p¨¦rdida de voz de los que disienten de ella. As¨ª se construyen las correcciones pol¨ªticas. Y as¨ª se ha ido quedando al margen de ella el PP, a pesar de que el presidente Pujol no tuvo reparo en incluirlo en sus alianzas. La naci¨®n catalana no tiene Estado propio. Sin embargo, estamos suficientemente cerca de la segunda revoluci¨®n laica para entender que naci¨®n, Estado, lengua y cultura son cosas distintas, no forzosamente condenadas a coincidir.
De la idea de que Catalu?a es una naci¨®n los distintos partidos sacan conclusiones distintas. El PSC propone una articulaci¨®n de Espa?a como naci¨®n de naciones, sobre la base de un proyecto que se empe?a en llamar federal para no asustar pero que es confederal. Iniciativa per Catalunya se sit¨²a en un horizonte parecido. Esquerra Republicana parte del principio "una naci¨®n, un Estado" y sit¨²a al Estado catal¨¢n como objetivo final. CiU practica un cierto nacionalismo vergonzante, en atenci¨®n a la diversidad y moderaci¨®n de una parte de su electorado y al miedo a las grandes mudanzas propio de un partido conservador, expresando la eterna insatisfacci¨®n sobre cualquier forma de articulaci¨®n de Catalu?a en Espa?a, pero manteniendo la ambig¨¹edad sobre la meta a alcanzar. Quiz¨¢s, el cambio generacional ponga fin, alg¨²n d¨ªa, a las medias verdades del pujolismo.
Sin embargo, estas diferencias no han impedido que el debate estatutario se desarrollara en un territorio de ficci¨®n: se est¨¢ haciendo un Estatuto y se razona en t¨¦rminos de Constituci¨®n. El Estatuto es una ley espa?ola, no estrictamente catalana, que regula el lugar de Catalu?a en el conjunto del Estado. Y que, por tanto, est¨¢ sometido a normas de rango superior, en especial la Constituci¨®n. Esto, tan simple, parece como si no tuviera importancia, porque las ideolog¨ªas nacionalistas mantienen siempre viva la deslegitimaci¨®n de un derecho con pecado original. Llevar al Estatuto m¨¢s all¨¢ de lo legalmente aceptable podr¨ªa ser entendido como estrategia para abrir un nuevo proceso constituyente en toda Espa?a. Pero en la actual coyuntura es imposible que este proceso prospere: basta mirar la composici¨®n de las Cortes. A lo sumo, puede conducir al rechazo del Estatuto y la consiguiente confrontaci¨®n. Una confrontaci¨®n que servir¨¢ para alimentar los recelos y los resentimientos de siempre y garantizar que la distancia entre ficci¨®n y realidad siga creciendo. Algunos piensan que as¨ª se realiza la construcci¨®n nacional.
En ¨¦stas, el Estatuto valenciano llega al Congreso y es presentado como modelo a seguir. De momento, hay un dato interesante: la intransigencia del PP va por comunidades. El tribunal superior de justicia, la agencia tributaria o cierta alusi¨®n a los derechos hist¨®ricos no son tab¨² donde gobierna el PP. Pero lo m¨¢s ilustrativo es la cl¨¢usula Camps. El Estatuto quiere para Valencia lo mismo que el que consiga m¨¢s. Muy leg¨ªtimo: pero es un ejemplo de cl¨¢usula brindis al sol. Es decir, sin relevancia jur¨ªdica alguna. De Catalu?a, vendr¨¢n muchas m¨¢s. Para que todos juntos sigamos fieles al juego de la ficci¨®n.
Lo que no saben los ciudadanos es que en medio de tanta ret¨®rica los acuerdos finales depender¨¢n de florentinas transacciones de trastienda: que Maragall se comprometa ante Mas a no convocar elecciones despu¨¦s de cerrar el acuerdo del Estatut o que el tripartito garantice que cambiar¨¢ el sistema electoral, ser¨¢ m¨¢s decisivo que el concierto o los derechos hist¨®ricos. Gobernar es lo que importa.
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