Un caso sencillo dif¨ªcil de resolver
Dentro de la novela criminal, hay dos nombres que, en mi opini¨®n, son lo m¨¢s alto, las dos cumbres del g¨¦nero: Dorothy Sayers en lo policiaco y Dashiell Hammett en esa evoluci¨®n del g¨¦nero llamada novela negra. Dorothy Sayers (1893-1956) fue conocida en Espa?a en las ediciones policiacas populares de los a?os cincuenta y posteriormente desapareci¨® como todo lo policiaco en general. Ahora prima la novela negra mezcla de realismo y denuncia social, bastante mim¨¦tica por cierto, pero a su sombra van reapareciendo alguno de los grandes autores de anta?o (como los c¨¢nones que Valdemar est¨¢ editando de Chesterton -el padre Brown- y Conan Doyle -Sherlock Holmes-, los Arsenio Lupin de Maurice Leblanc en Edhasa, Agatha Christie, que nunca ha acabado de estar desaparecida, etc¨¦tera) y volver¨¢n probablemente autores como Ellery Queen, E. A. Freeman, Van Dine o Dickson Carr. Cuesti¨®n de tiempo.
EL MISTERIO DEL BELLONA CLUB
Dorothy L. Sayers
Pr¨®logo de P. D. James
Traducci¨®n de Flora Casas
Lumen. Barcelona, 2005
336 p¨¢ginas. 17,10 euros
Digo que la mejor de toda esa ¨¦poca pospadres fundadores me parece Dorothy Sayers y cualquier lector que haya le¨ªdo esa maravillosa novela de crimen y campanolog¨ªa que es Los nueve sastres (colecci¨®n Gimlet, Grupo 62, rese?ada en estas p¨¢ginas) creo que no estar¨¢ lejos de mi afirmaci¨®n. Dorothy Sayers es, sin duda, la m¨¢s literaria de todos los escritores de policiaco. Su concepci¨®n de un asunto a resolver se corresponde con la idea aristot¨¦lica de que "siempre se debe preferir lo imposible probable a lo posible improbable", m¨¢xima que se aplica su detective-protagonista Lord Peter Wimsey. ?ste, como la mayor¨ªa de los investigadores privados de esa ¨¦poca, re¨²ne ciertas caracter¨ªsticas necesarias, a saber: la primera, disponer de un tiempo ilimitado, no ser interferido por trabajos como los que atan al resto de los humanos; la segunda, la comodidad: puesto que disponen de tiempo, disponen de rentas. Los hay que cobran por sus servicios, pero siempre con elegante displicencia y sin factura, por as¨ª decirlo (Holmes, Poirot) y los hay que disponen de una peque?a fortuna (Philo Vance, Lord Wimsey). ?stos ¨²ltimos suelen ser entendidos en arte, cultos, bibli¨®filos, expertos en modos de matar... y gourmets. En El misterio del Bellona Club, Lord Peter consume Dry Mart¨ªn, un Cockburn del 86, whisky Worthington, Liebfraumilch con el pescado y, en cuanto a tintos, Chambertin o Roman¨¦e-Conti (o sea, Borgo?as sobre Burdeos).
En fin: gusto, dinero, tiempo
y una mente agud¨ªsima para ver y relacionar. Suelen ir acompa?ados por un secretario (Van Dine), compa?ero (Watson), criado (Bunter, con Lord Peter) fiel hasta la muerte y perfectamente complementario. Lo que caracteriza y diferencia a Dorothy Sayers -mujer cult¨ªsima, introducida en los mejores c¨ªrculos intelectuales, de alma victoriana, autora de una traducci¨®n can¨®nica del Dante...- es su concepci¨®n del relato. Por lo general, el autor de esta ¨¦poca sol¨ªa retar al lector a descubrir al asesino dejando las pistas h¨¢bilmente dispuestas y disimuladas en el texto. Pero Sayers no opera as¨ª; para ella lo importante de la historia es el desarrollo de la historia misma, es decir, antepone la construcci¨®n literaria al efecto sorpresa y ¨¦ste queda reducido a una conclusi¨®n l¨®gica, pero la intriga no se pierde ni por un momento. El misterio del Bellona Club es un buen ejemplo: es un caso sencillo y a la vista, no hay truculencias, ni efectos fuertes, ni revelaciones sorprendentes, ni detective que se hace el misterioso; es, simplemente, un asunto sencillo muy dif¨ªcil de indagar, algo que no parece nada llamativo y acaba siendo un verdadero nudo a desatar que se desata paso a paso y a la vista del lector. Por decirlo m¨¢s expresivamente, Sayers va sacando las cartas una a una, como en el p¨®ker descubierto y juega su baza final con todas las cartas a la vista excepto la tapada. El resultado es que no viene obligada a darnos la cl¨¢sica explicaci¨®n final complej¨ªsima del brillant¨ªsimo detective al aturdido lector, sino que aqu¨¦lla va viniendo por sus pasos sin perder un ¨¢pice de inter¨¦s, al limitarse a destapar la carta que completa la jugada. Para ella lo verdaderamente importante es el desarrollo de la trama, no el final-sorpresa y esta novela posee un final admirable: una charla tras la que late la espera de algo que va a suceder y sabemos, seguida de una serie de instant¨¢neas miniescenas encadenadas.
Adem¨¢s, los personajes tienen cuerpo, no son arquetipos ni marionetas, sobre todo Lord Peter, que va evolucionando de principio a fin, involucrado en una situaci¨®n que se vuelve dram¨¢tica tambi¨¦n para ¨¦l por su complejidad. Son personajes bien vistos, eficientes respecto a la trama, que mantienen un excelente equilibrio entre las cl¨¢usulas propias del g¨¦nero y su propio inter¨¦s como personas; eso quiere decir que no son particularmente complejos, pero s¨ª particularmente reconocibles. En ellos hay una actitud o un problema moral, propio de su fondo victoriano y expuesto con delicadeza y convicci¨®n. Todo ello hace de sus obras un mundo personal y reconocible en un estilo limpio, no exento de humor y, en su sencillez, extraordinariamente preciso. Lo dicho: una cumbre del g¨¦nero, una mujer de singular inteligencia y cultura, un detective magn¨ªfico y uno de esos relatos -cl¨¢sicos, s¨ª- que te hacen a?orar los felices fines de semana junto a un libro. La traducci¨®n de Floras Casas -conocida por sus excelentes versiones de Naipaul, entre otros- presenta algunos descuidos que no s¨¦ si son tales o quiz¨¢ falta de nota explicativa a pie de p¨¢gina. Peccata minuta, de todos modos.
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