La revista

La picard¨ªa original es ¨¦sta: una mujer se finge hombre que hace el papel de una mujer. Original hasta un punto: el Siglo de Oro espa?ol est¨¢ lleno de estas ficciones, y Shakespeare hacia re¨ªr a la reina Isabel con sus hombres vestidos de mujeres que hac¨ªan papeles de hombres. ?sta tiene un toque homosexual. No, no: un toque no, sino una catarata, lo cual produce un regocijo grande entre los espectadores: aunque, justificaci¨®n definitiva, al final es la pareja heterosexual la que se casa y deja de fingir: un final conveniente. A m¨ª me recuerda, en general, las antiguas revistas del teatro Mart¨ªn, del Maravillas o del Pav¨®n, pero afortunadamente con m¨¢s libertad, con las insinuaciones convertidas en efectos insistentes y con sus n¨²meros t¨®picos: Sevilla, Nueva York, Par¨ªs, el cabaret, las vicetiples, los g¨¢nsteres y la rubia del g¨¢nster, la buhardilla del artista ca¨ªdo... Mucha gente habr¨¢ visto aqu¨ª la famosa pel¨ªcula de 1982, de Blake Edwards (con Julie Andrews), y encontrar¨¢n seguramente que la esforzada intervenci¨®n espa?ola hace las cosas m¨¢s expl¨ªcitas y el lenguaje bastante m¨¢s directo.

Paloma San Basilio luce su espl¨¦ndida voz de teatro; quiz¨¢ es demasiado peque?a para poder hacer de hombre / mujer, pero pone en ello su talento. Valladares, gran actor de la revista (y tambi¨¦n del teatro en general), hace una salida del armario excelente. Y las vicetiples ya no son aquellas pobres muchachitas de posguerra con piernas flaquitas y llenas de moratones sino un verdadero grupo de baile y canci¨®n, con sus trajes de lentejuelas y entre un decorado interesante.

Adaptador y director, Azpilicueta conoce bien el teatro que quiere hacer. Y los invitados de la primera representaci¨®n tambi¨¦n ten¨ªan bastantes representantes del mundo gay; no s¨®lo ellos aplaudieron con ganas al terminar la obra.