Una reforma cocinada a fuego lento
Vaivenes y crisis de un Estatuto que comenz¨® a debatirse hace 19 meses, pero cuyos primeros trazos fueron perceptibles en 1999, a ra¨ªz del pacto entre CiU y PP para la investidura de Jordi Pujol
El Estatuto catal¨¢n fue aprobado el pasado viernes, tras 19 meses de negociaci¨®n. Pero inici¨® su navegaci¨®n en noviembre de 1999, cuando CiU y PP pactaron investir por ¨²ltima vez presidente de la Generalitat a Jordi Pujol.
- El pacto del Caribe. Aquel jueves 11de noviembre de 1999, Jordi Pujol ten¨ªa las esperanzas puestas en el Caribe. Descolg¨® el tel¨¦fono y habl¨® con su hom¨®logo del Gobierno central, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Crecido por la mayor¨ªa absoluta, el l¨ªder del PP le advirti¨® desde Honduras de que si quer¨ªa el apoyo de su partido para salir elegido por sexta vez en primera votaci¨®n, Pujol deb¨ªa de seguir los manuales del cortejo: "Si alguien quiere votos tiene que hacer arrumacos, decir unas cosas..." Y Converg¨¨ncia i Uni¨® no se hab¨ªa caracterizado precisamente por su trato cort¨¦s al PP catal¨¢n. La relaci¨®n era m¨¢s bien de desprecio, pues los convergentes consideraban a los populares catalanes poco menos que una interferencia en sus comunicaciones con La Moncloa o la madrile?a calle de G¨¦nova.
El Pacto del Tinell quiso ser un manual de supervivencia en la Espa?a de Aznar
La auditor¨ªa sobre los ¨²ltimos a?os de Pujol frustr¨® la primera reuni¨®n sobre financiaci¨®n
El PP hizo presidente a Pujol a cambio de que CiU aparcara sus ¨ªmpetus nacionalistas
Mas, al conocer la noticia del acuerdo, llam¨® a Pujol incluso antes que a su esposa
El PP sab¨ªa que la relaci¨®n que le ped¨ªa CiU era un simple matrimonio de intereses: los populares har¨ªan presidente a Pujol en primera vuelta el martes 16 de noviembre de 1999, a cambio de que CiU se comprometiera a aparcar por una legislatura sus ¨ªmpetus nacionalistas. Ambas partes ver¨ªan cumplidos sus respectivos sue?os: Pujol ser¨ªa presidente, pero deb¨ªa guardar en la caja fuerte las esencias nacionalistas. La severa cura de adelgazamiento impuesta a CiU comprend¨ªa no mentar la reforma del Estatuto catal¨¢n ni pedir el concierto econ¨®mico. El pacto se firm¨® en los pasillos del Parlament, de pie y contra las columnas. CiU logr¨® sumar a sus votos los del PP (68), contra los 55 de PSC e Iniciativa (ICV) y las 12 abstenciones de una Esquerra temerosa todav¨ªa de acometer la freudiana tarea de matar al padre.
- La fragua del tripartito. El panorama invitaba a buscar la confluencia de las izquierdas. El PP se erig¨ªa en muro de la derecha espa?ola y se aliaba con CiU en aspectos dif¨ªcilmente defendibles desde el nacionalismo catal¨¢n. El l¨ªder de Esquerra, Josep Llu¨ªs Carod Rovira, le hizo durante la legislatura diversas ofertas de pacto a CiU, que Pujol rechaz¨® en ocasiones con gran una dureza argumental. No ser¨ªa hasta octubre del 2000 cuando el socialista Pasqual Maragall consigui¨® atraer a ERC a la creaci¨®n de una mayor¨ªa de izquierdas, alternativa a la de derechas que encarnaban CiU y PP. Las izquierdas ped¨ªan una reforma del marco estatutario y trataban de liberalizar el monopolio del catalanismo, que CiU hab¨ªa administrado en beneficio propio durante una veintena de a?os. La federaci¨®n nacionalista se opon¨ªa a la reforma. El 28 de enero de 2003, el mismo a?o de las elecciones auton¨®micas, CiU dio luz verde a la creaci¨®n de una ponencia para abordar la reforma estatutaria. Ello le permit¨ªa dar pedigr¨ª nacionalista a Artur Mas. En un salto de la nada al todo, el ya entronizado sucesor de Pujol propuso en abril de 2003 un concierto econ¨®mico como el vasco o el navarro, asegurando que, si ganaba las elecciones, en seis meses habr¨ªa un nuevo estatuto. Del tacticismo convergente, del wait and see, anglicismo tras el que Pujol escond¨ªa su pacto con el PP, se pasaba al gran nacionalismo.
- Concentraci¨®n antiaznarista. El domingo 14 de diciembre de 2003, Maragall, Carod y el l¨ªder de Iniciativa (ICV), Joan Saura, sal¨ªan sonrientes del barcelon¨¦s Sal¨®n del Tinell, donde acababan de firmar un pacto de Gobierno con un punto estrella: la reforma del Estatuto catal¨¢n. Frente a un PP enrocado, la izquierda catalana en el poder estaba dispuesta a impulsar un estatuto, propuesta a la que tambi¨¦n se sumar¨ªa una Converg¨¨ncia en la oposici¨®n. La promesa, el 13 de noviembre de 2003, del candidato socialista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero - "respetar¨¦ el Estatuto que apruebe el Parlamento de Catalu?a"- actuaba de acicate para un Ejecutivo de izquierdas que se preparaba para lo peor: vivir con un Gobierno de derechas en Madrid. El 21 de diciembre de 2003, con motivo de la toma de posesi¨®n del presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, Zapatero salud¨® desde el balc¨®n del Palau de la Generalitat. La met¨¢fora de la alianza de la Espa?a plurinacional con la Catalu?a federal estaba servida en aquella concentraci¨®n de representantes de partidos anatemizados por el aznarismo. De hecho, el Pacto del Tinell quer¨ªa ser un manual de supervivencia en una Espa?a gobernada por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, desde la Catalu?a que hab¨ªa organizado las manifestaciones m¨¢s numerosas de Espa?a contra la guerra de Irak.
Haciendo gala de su hecho diferencial, los populares catalanes, liderados por Josep Piqu¨¦, ped¨ªan tiempo para no dar una negativa categ¨®rica a la ponencia del Estatuto reci¨¦n constituida. Piqu¨¦ no quer¨ªa aparecer en plena campa?a en una foto junto a los satanizados republicanos de Carod, pero tampoco quedarse en el ostracismo pol¨ªtico. "Dadme tiempo y despu¨¦s de las elecciones tratar¨¦ de sumarme a la ponencia", ped¨ªa Piqu¨¦ en sus entrevistas con Joan Saura, consejero de Relaciones Institucionales, cuando tras el 12 de febrero de 2004 se pusieron en marcha los trabajos en sede parlamentaria.
- Naci¨®n, laicismo y toros. As¨ª, no tuvo nada de extra?o que cuando el PP perdi¨® el Gobierno sus militantes catalanes se sumaran a los trabajos de la ponencia. La foto de grupo en Miravet, con un castillo templario de fondo, el 12 de noviembre de 2004, era una muestra de la voluntad de resolver escollos por parte de los presidentes de los grupos parlamentarios. El clima de trabajo en el Parlament era bueno y distendido. Tanto que permit¨ªa sestear. Uno de los ponentes contabiliz¨® en 25 minutos la siesta m¨¢s larga de un orondo compa?ero de la oposici¨®n. "Es dif¨ªcil soportar un debate sobre derechos hist¨®ricos tras un buen almuerzo", sentenciaba ir¨®nicamente el ponente contabilizador del sesteo. Como en las buenas reuniones, no faltaban alusiones a los toros. Muchas de ellas las hizo uno de los letrados del Parlament, Joan Vintr¨®, empedernido seguidor de las grandes ferias. ?sa fue la primera parte, la cara amable del Estatuto, cuando la ponencia analizaba los informes remitidos en clave constitucional por el Instituto de Estudios Auton¨®micos (IEA), organismo dependiente de la Generalitat que preside el ex magistrado del Constitucional Carles Viver Pi-Sunyer.
Agua caf¨¦ y Coca-cola han ocupado el podio de las bebidas m¨¢s solicitadas por los diputados estatutarios. El caf¨¦ era la bebida preferida de convergente Francesc Homs, la socialista L¨ªdia Santos, el republicano Joan Ridao o el popular Francesc Vendrell. La coca-cola contaba entre sus asiduos con la democristiana N¨²ria de Gispert, el ecosocialista Joan Boada y, en su variedad light, con el socialista Miquel Iceta. La nota disidente la pon¨ªan los zumos de naranja del diputado de Iniciativa Jaume Bosch.
- El embrollo del 3%. El buen clima permiti¨® que en enero pasado nadie se rasgara las vestiduras en la ponencia cuando desde la izquierda -como cita erudita proveniente de los republicanos radicales de Alejandro Lerroux- alguien record¨®: "La iglesia que m¨¢s alumbra es la que arde". Se estaba debatiendo el car¨¢cter laico de la ense?anza p¨²blica y la cita sent¨® peor en los bancos de la derecha. Para entonces algo se estaba rompiendo: el tripartito present¨®, coincidiendo con la festividad de los Santos Inocentes del 2004, una auditoria de gesti¨®n sobre los ¨²ltimos a?os del pujolismo, la cual ni siquiera entraba a analizar la licitaci¨®n de la obra p¨²blica en Catalu?a. Pero para CiU fue excesivo. Artur Mas se neg¨®, al d¨ªa siguiente, a asistir a la primera cumbre entre Converg¨¨ncia y el tripartito para hablar de financiaci¨®n. De remate, en la sesi¨®n de control celebrada en el Parlament el jueves 24 de febrero de este a?o, tras el hundimiento del t¨²nel en el barcelon¨¦s barrio del Carmel, Pasqual Maragall, mirando a Artur Mas, dijo: "Ustedes tienen un problema que se llama 3%", en alusi¨®n a supuestas comisiones. La respuesta de Mas fue contundente: "Ahora mismo acaba de mandar esta legislatura a hacer pu?etas".
- Alarmas en el PSOE. El Estatuto se ralentiz¨® pero sigui¨® su marcha. Y a medida que llegaban los textos a Madrid crec¨ªa la preocupaci¨®n en medios gubernamentales. "El PSOE y el Gobierno central se pasaron varios meses sin mirar la documentaci¨®n que les envi¨¢bamos y luego cuando la leyeron se asustaron", subraya un destacado miembro del Gobierno catal¨¢n. Las declaraciones cr¨ªticas del ministro de Administraciones P¨²blicas, Jordi Sevilla, y de destacados dirigentes del PSOE se multiplicaron. CiU aprovech¨® la ocasi¨®n para criticar el texto de Estatuto, pues el PSC, a su juicio, iba a acabar subordin¨¢ndose al PSOE. El lunes 23 de mayo, en el Ministerio de Administraciones P¨²blicas se reun¨ªan el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Francisco Caama?o, y Jos¨¦ Miguel Vidal, miembro del gabinete de Presidencia del Gobierno, con una delegaci¨®n del PSC encabezada por L¨ªdia Santos. De ah¨ª surgi¨® la idea de aligerar el blindaje de competencias. El 9 de junio pasado, los socialistas catalanes pon¨ªan sobre la mesa su propuesta de compactaci¨®n de competencias, ante el rechazo de sus compa?eros de Gobierno de Esquerra e Iniciativa per Catalunya. Y es que a medida que avanzaba el Estatuto, el clima se enrarec¨ªa y crec¨ªan las presiones. Dos d¨ªas despu¨¦s, el 11 de junio, se celebr¨® la segunda cumbre de l¨ªderes, el llamado Miravet II. No hubo fotos, ni comunicado final conjunto, a pesar de los reiterados intentos que hizo Pasqual Maragall. Para entonces la plana mayor del PP hab¨ªa hecho fortuna con su idea de que el Gobierno de Zapatero era reh¨¦n del tripartito. Eran v¨ªsperas de elecciones en Galicia.
- Libre albedr¨ªo. Pero la discrepancia no solo apareci¨® entre tripartito y oposici¨®n. Los propios socios del Gobierno dieron un ejemplo de diversidad. El 8 de julio pasado se lleg¨® a la primera votaci¨®n del texto. Ante las dudas de Esquerra, Pasqual Maragall, el primer secretario del PSC, Jos¨¦ Montilla, y el vice-primer secretario, Miquel Iceta, se entrevistaron con la plana mayor republicana. El domingo 3 de julio, en una casa vecina a la de la familia Maragall, cenaron las direcciones de ambos partidos. Quiz¨¢s como un hecho premonitorio de la que se avecinaba, a Joan Puigcerc¨®s, secretario general de ERC, le sent¨® mal alguno de los platos. Aunque los republicanos votaron con el tripartito el 8 de julio, el 29 de ese mes, en segunda votaci¨®n, ERC trastoc¨® alianzas y se aline¨® con CiU. Era la respuesta republicana a los intentos del PSC, aseguraban desde ERC, de poner sordina al Estatuto. Converg¨¨ncia hab¨ªa conseguido que los republicanos se sumaran a sus tesis, mientras se remit¨ªa el texto aprobado al Consejo Consultivo.
- Citas en Barcelona. Mientras aguardaba el dictamen del Consejo Consultivo, Maragall trat¨® de buscar un acercamiento personal con su rival, Artur Mas. La reuni¨®n que ambos mantuvieron el 27 de julio marc¨® una inflexi¨®n. Las llamadas telef¨®nicas entre ambos se multiplicaron. Se habl¨® incluso de que este ser¨ªa el Estatuto del m¨®vil. Se vieron en el domicilio barcelon¨¦s de Maragall. Cada uno crey¨® haber seducido al otro, pero en realidad nadie estaba enamorado. Maragall, desde su casa de Rupi¨¤, telefoneaba a Zapatero, y tambi¨¦n a Mas. El secretario de Relaciones con las Cortes, Francisco Caama?o, -considerado como una de las voces autorizadas del Gobierno central por su proximidad a Zapatero- viaj¨® a Barcelona para aclarar conceptos y argumentar la inconstitucionalidad de los derechos hist¨®ricos ante dos alumnos de excepci¨®n: Maragall y Mas. El acercamiento parec¨ªa inevitable. Pero persist¨ªa la diferencia en la financiaci¨®n. El 5 de septiembre el Consejo Consultivo hizo p¨²blico su dictamen: el Estatuto conten¨ªa 19 art¨ªculos inconstitucionales y otros 35 susceptibles de serlo.
- En Madrid, con Zapatero. El lunes 19 de septiembre, mientras Josep Llu¨ªs Carod ordenaba a la direcci¨®n de Esquerra dar garant¨ªas de fidelidad al PSC, el l¨ªder de CiU emprend¨ªa su viaje a Madrid. Ello obedec¨ªa al esfuerzo de concertaci¨®n del presidente para visualizar su compromiso constructivo con los catalanes, seg¨²n fuentes socialistas. Lo que sucedi¨® en la entrevista entre Mas y Zapatero var¨ªa seg¨²n las fuentes. Desde el PSOE se ha asegurado que el presidente dej¨® claro que el concierto econ¨®mico que ped¨ªan los convergentes era inasumible. CiU en cambio vio en la reuni¨®n de La Moncloa una oportunidad de llevarlo adelante, pues la rebaja -aseguran que les dijeron- ya se producir¨ªa en Madrid, durante la tramitaci¨®n en el Congreso. Esa era la mejor escenograf¨ªa imaginada por CiU: el Madrid jacobino frente a la Catalu?a girondina. Y ya en t¨¦rminos de Revoluci¨®n Francesa, algunas fuentes aseguraban que Mas se interes¨® acerca de un eventual guillotinamiento de Maragall, es decir que no volviera a ser candidato, como condici¨®n para el pacto estatutario. CiU negaba esa versi¨®n y aseguraba que ¨¦sa ser¨ªa una maniobra indigna.
Ante las noticias que llegaban, los socialistas catalanes se movilizaron. El 22 de septiembre hubo una densa conversaci¨®n entre el primer secretario del PSC, Jos¨¦ Montilla, y Moncloa. "El PSC nunca avalar¨¢ un texto inconstitucional", zanj¨® Montilla. Ese d¨ªa el presidente del Gobierno volver¨ªa a recibir a Mas, esta vez en compa?¨ªa de Maragall. El presidente de la Generalitat se desplaz¨® en coche hasta Madrid, al igual que el l¨ªder de oposici¨®n. Maragall lleg¨® en torno a las cinco de la tarde y estuvo con Zapatero hasta las siete, hora en que lleg¨® Mas. El clima se enrareci¨® entre CiU y PSC. De las tres reuniones sobre financiaci¨®n previstas para esa semana, CiU s¨®lo acudi¨® a una de ellas en el c¨¦ntrico y discreto Hotel Taber de Barcelona. CiU estaba enrocada y el PSC herido, pues se sent¨ªa puenteado. La situaci¨®n se encon¨® a¨²n m¨¢s en un fin de semana de infarto. El viernes 23, el consejero de Econom¨ªa, Antoni Castells, entreg¨® su propuesta de financiaci¨®n a Mas en presencia de Maragall. Al cabo de dos d¨ªas, el domingo, CiU, desechaba "el papelucho" socialista. Los convergentes confiaban a¨²n en que flaquease la fidelidad de Esquerra al Gobierno tripartito. Fue un fin de semana duro para un Maragall que dudaba de todo. El clima era de pesimismo. La recreaci¨®n escenogr¨¢fica alcanz¨® su apogeo el jueves en el Parlamento catal¨¢n: el tripartito rechaz¨® la oferta de CiU y le hizo otra. Cuatro horas despu¨¦s de suspenderse el pleno, el consejero Castells y el portavoz convergente, Felip Puig, alcanzaron el acuerdo bas¨¢ndose en la propuesta del tripartito, a la que se sumaron elementos defendidos por CiU. El acuerdo sobre el Estatuto encontr¨® un escollo inesperado en el laicismo en la ense?anza. Al final, abrazos y fotograf¨ªas. Mas, al conocer la noticia del acuerdo, llam¨® a Jordi Pujol, incluso antes que a su propia esposa. Maragall llam¨® a Zapatero. El viernes pasado, por 120 votos a favor y 15 en contra, los del PP, el Estatuto fue aprobado.
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