T¨®tem y cat¨¢strofe
Apocal¨ªpticos y tot¨¦micos frente a la urbanidad de masas: tal podr¨ªa ser, glosando al primer Umberto Eco, el dilema de los arquitectos actuales. Si el semi¨®logo distingu¨ªa entre los apocal¨ªpticos que temen la cultura de masas y los integrados que se someten a ella, las actitudes ante la ciudad contempor¨¢nea pueden tambi¨¦n polarizarse entre los que juzgan la urbanizaci¨®n sin l¨ªmites del territorio como una tragedia ecol¨®gica y social, y los que se suman a la marea inmobiliaria levantando signos de identidad o de fuerza. El cuarto de mill¨®n de v¨ªctimas del tsunami puso de manifiesto la fragilidad f¨ªsica de la suburbanidad moderna con una demoledora violencia emotiva, y los huracanes que golpearon Luisiana y Tejas -de la devastaci¨®n anunciada de Nueva Orleans a la evacuaci¨®n ca¨®tica de Houston- han sacudido tambi¨¦n la autoestima de Estados Unidos con frustraci¨®n y p¨¢nico, alimentando v¨¦rtigos milenaristas y un apocalipsis en sordina. En este panorama de riesgo e incertidumbre -acentuado por las cat¨¢strofes naturales y el espectro del cambio clim¨¢tico, pero abierto por el 11-S y sus ecos, del 11-M madrile?o al 7-J londinense-, las estrellas de la arquitectura rematan o comienzan t¨®tems urbanos que no se sabe bien si entender como iconos arrogantes de afirmaci¨®n masculina frente a las tribulaciones del tiempo o exorcismos verticales que simulan velar el sue?o inerme de una ciudad asediada por sombras.
En este planeta convulso, los l¨ªderes de la arquitectura compiten en ceguera con los l¨ªderes sociales
Un buen int¨¦rprete de los temblores de la ¨¦poca es el ge¨®grafo Jared Diamond, que describi¨® las razones del ¨¦xito de Occidente en un libro que obtuvo el Pulitzer y vendi¨® un mill¨®n de ejemplares, complementado ahora por otra obra, Collapse, donde se ocupa del reverso de la moneda: los motivos del fracaso de algunas sociedades del pasado, de los habitantes de la isla de Pascua a los vikingos de Groenlandia, que sirven de ejemplo y advertencia para otras contempor¨¢neas, como China, Estados Unidos o Australia, cuyo desarrollo actual muestra los mismos rasgos que condujeron al hundimiento de las sociedades fallidas. Entre estos factores, el determinante para Diamond es la respuesta social a los problemas ambientales, y su persuasiva descripci¨®n del colapso gradual de la vida colectiva tras la devastaci¨®n de un h¨¢bitat fr¨¢gil -como consecuencia de decisiones sociales m¨¢s deliberadas que inevitables- ha producido el esperable impacto en la angustiada conciencia postsunami, y habr¨¢ de tenerlo a¨²n mayor cuando se sedimente la percepci¨®n de vulnerabilidad que Katrina y Rita han generado en el coraz¨®n del imperio. Mientras tanto, Diamond describe la vida en las urbanizaciones de Los ?ngeles protegidas por polic¨ªa privada, donde la gente bebe agua embotellada, depende de pensiones privadas y env¨ªa a sus hijos a escuelas privadas -de manera que le importa bien poco el deterioro de la polic¨ªa, del suministro de agua, de la seguridad social o de las escuelas p¨²blicas- y se pregunta cu¨¢nto tardar¨¢n los excluidos en amenazar los barrios ricos como en el pasado asaltaron los palacios de los reyes mayas o derribaron las estatuas de la isla de Pascua. Ninguna valla mantendr¨¢ fuera a los pobres, dice, y eso es algo que no necesita repetir a los que leemos cada d¨ªa las desesperadas noticias de Melilla y Ceuta, con una frontera desbordada no tanto por los asaltos como por el descomunal gradiente de fertilidad y renta.
En este planeta convulso, los l¨ªderes de la arquitectura compiten en ceguera con los l¨ªderes sociales, y aqu¨¦llos persiguen sus carreras narcisistas como ¨¦stos atienden s¨®lo a las fintas pol¨ªticas o econ¨®micas que permiten mantener en pie el precario edificio de una nomenklatura irresponsable. Sirvan de ejemplo dos personajes que los medios describen con frecuencia como genios, y que por diferentes motivos llevan varias semanas generando noticias. Santiago Calatrava, que abre el 18 de octubre una exposici¨®n de sus esculturas, dibujos y maquetas en el Metropolitan neoyorquino; que inaugura hoy en Valencia un Palau de les Arts colosal y caligr¨¢fico como un c¨®mic de Flash Gordon; que puso en septiembre con Hillary Clinton la primera piedra -o mejor la primera traviesa- de su erizado y l¨ªrico centro de transportes en la Zona Cero; que present¨® en agosto en Malm? un rascacielos retorcido -Turning Torso- que seg¨²n The Architect's Newspaper marea a sus ocupantes, y en cuya torsi¨®n salom¨®nica Umbral s¨®lo ha sabido hallar una "teor¨ªa del churro"; y que mostr¨® en julio un proyecto en forma de broca -de nuevo en torsi¨®n org¨¢nica y manierista- para levantar en Chicago, la cuna del rascacielos, el que ser¨¢ el m¨¢s alto de Estados Unidos, tan desafiante en su espl¨¦ndido emplazamiento, y tan displicente respecto a las preocupaciones de seguridad provocadas por el 11-S, que ha suscitado cr¨ªticas como la del promotor Donald Trump: "Nadie que est¨¦ en su sano juicio levantar¨ªa un edificio de esa altura en el mundo horrible de hoy". Pues bien, ese mismo Calatrava que lleva un trimestre en los titulares es protagonista de una an¨¦cdota que relata The New York Times e ilustra bien la condici¨®n autorreferente de la arquitectura actual: seg¨²n Brian Carley, vicepresidente de la Fordham Company -promotora del rascacielos de Chicago, al que denominan Aguja Fordham-, la esposa del arquitecto se volvi¨® hacia ¨¦l durante una entrevista en Z¨²rich: "Sabes, Brian, lo llames como lo llames, lo conocer¨¢n como el Calatrava".
Nos guste o nos pese, Robertina tiene raz¨®n, y la designaci¨®n con el nombre de Nouvel de la espectacular y estrepitosa ampliaci¨®n del Museo Reina Sof¨ªa abierta el 26 de septiembre no hace sino reconocer la notoriedad medi¨¢tica que hoy distingue a los arquitectos estrella, celebridades que compiten en brillo con sus clientes p¨²blicos o privados; en el hotel Puerta Am¨¦rica, botado s¨®lo cuatro d¨ªas antes, Nouvel tiene que sumarse al abigarrado elenco de figuras del dise?o que lleva a bordo, y ¨¦sa es la ¨²nica raz¨®n por la cual el edificio de los toldos de colores no se conoce por su nombre, sino por el apelativo de "el hotel de las estrellas", lo que viene a confirmar el diagn¨®stico; y en la todav¨ªa torre Agbar, inaugurada por el Rey el 16 del mismo mes, el protagonismo del arquitecto ha sido tan clamoroso que este mismo diario no dudaba en titular "La torre de Nouvel, nuevo t¨®tem del cielo barcelon¨¦s", relegando tanto al Rey como al presidente de la compa?¨ªa y de La Caixa, Ricard Fornesa, y ello mientras la OPA de Gas Natural sobre Endesa -que afecta a sedes corporativas y a la localizaci¨®n del control sobre la energ¨ªa- aglutina el debate pol¨ªtico y econ¨®mico del pa¨ªs: un asunto m¨¢s decisivo que la originalidad o la extravagancia de un ob¨²s de hormig¨®n azarosamente perforado con fenestraci¨®n pixelada y caprichosamente coloreado con las celos¨ªas v¨ªtreas que lo forran como un preservativo de fantas¨ªa. Tambi¨¦n Gas Natural, por cierto, tiene en construcci¨®n su propia sede, dise?ada por el desaparecido Enric Miralles con la singularidad deseada por la compa?¨ªa para subrayar su implantaci¨®n en Barcelona tras la fusi¨®n entre Catalana de Gas y Gas Madrid, y tras la adquisici¨®n al Estado de Enag¨¢s, el monopolio p¨²blico de distribuci¨®n, como consecuencia de los pactos entre el PSOE y CiU en 1993. ?Recuerda esto Maragall cuando celebra la OPA de Gas Natural como el retorno de Endesa a sus or¨ªgenes en Fecsa?
Pero las grandes pugnas de
los territorios por la energ¨ªa y el agua, que apenas disimula la esgrima est¨¦tica de los artistas invitados, se libran en el campo com¨²n de un crecimiento ind¨®mito que socava las bases ambientales de nuestra supervivencia. El brillo el¨¦ctrico de nuestros paisajes luminosos no disipa las tinieblas del futuro: cegados por el kilovatio, olvidamos Katrina y Kioto. Los arquitectos levantan t¨®tems encendidos, y fingen ignorar que el priapismo es una disfunci¨®n er¨¦ctil. En la noche de Sin City, sus iconos semejan dioses que protegen de la oscuridad, y son sin embargo falsos ¨ªdolos que se saben impotentes ante la cat¨¢strofe que se cierne sobre la ciudad alegre y confiada. Como ha recordado Jim¨¦nez Lozano releyendo a la historiadora brit¨¢nica Eileen Power, "lo cierto es que los romanos estaban ciegos ante lo que les estaba sucediendo", y hablaban de la Roma immortalis en v¨ªsperas de su ca¨ªda.
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