Aridez norte?a

La caja de sorpresas en que se ha convertido la carrera perfilada hasta ahora por Nacho Vegas sigue siendo una opresiva olla a presi¨®n, de la que emana un discurso oscuro, complejo, hasta algo impenetrable en ocasiones, pero trufado de momentos de indudable inter¨¦s. Muy bien le ha venido ¨²ltimamente el plus de robustez impreso por el apoyo de una banda al uso, tanto en su ¨²ltima entrega discogr¨¢fica como en conciertos como el del jueves pasado. El ex Manta Ray sigue movi¨¦ndose con soltura entre la actualizaci¨®n de la figura del cantautor hispano (con referencias al paisaje y las sonoridades propias de su terru?o asturiano) y la loable adaptaci¨®n a un idioma tan maltratado (al menos musicalmente) como el castellano de unos referentes literarios generalmente anglosajones.

Brillaron con luz propia en su concierto valenciano los jirones el¨¦ctricos de Ella me confundi¨® con otra persona, Perdimos el control, o los ¨²ltimos compases de En el jard¨ªn de la duermevela, mientras que lo farragoso de algunos pasajes algo m¨¢s estancados en su propia pirotecnia l¨ªrica (generalmente m¨¢s a?ejos, caso de Canci¨®n de palacio # 7) sigan mostrando su faceta m¨¢s envarada y pretenciosa. Son pruebas testificales de su condici¨®n de maestro de la circunspecci¨®n y la afectaci¨®n aplicadas al canon de rock autoral, algo que no es ¨®bice para reconocerle su audacia (y oportunidad) para haberse hecho acreedor de un espacio propio e intransferible dentro de la actual oferta del pop estatal.