El naturalista universal
Alejandro de Humboldt, naturalista, viajero y explorador, ha pasado a la historia como el precursor de una nueva forma universal de ver la naturaleza, embri¨®n de la actual ecolog¨ªa. Joven, rico, humanista y fil¨®sofo, emprendi¨® en 1799 un viaje por Espa?a y Am¨¦rica que abri¨® nuevas v¨ªas cient¨ªficas.
Pocos cient¨ªficos se han anticipado a su ¨¦poca tan claramente como lo hizo el viajero y explorador de la naturaleza Alejandro de Humboldt. Conocidos naturalistas, historiadores y fil¨®sofos se refieren hoy a ¨¦l como el primer ec¨®logo de la historia y el hombre que con su concepci¨®n del mundo fue precursor de la actual mundializaci¨®n; incluso le califican, caso del fil¨®sofo alem¨¢n Ottmar Ette, de "pionero de la edad de la Red". Sin embargo, Humboldt es pr¨¢cticamente un desconocido, un olvidado en gran parte del mundo globalizado al que se adelant¨®, incluyendo su Alemania natal -el escritor Hans Magnus Enzensberger, empe?ado en recuperarle, reedita su obra- y Espa?a, pa¨ªs que le permitiera, a finales del siglo XVIII, realizar su gran viaje de m¨¢s de cuatro a?os por tierras americanas. En ¨¦l alumbrar¨ªa Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo y su famosa, Geograf¨ªa de las plantas en los pa¨ªses tropicales, donde se entrelazan las disciplinas m¨¢s variadas -bot¨¢nica, geolog¨ªa, matem¨¢ticas, historia, zoolog¨ªa- y surge un m¨¦todo emp¨ªrico de hacer ciencia con conciencia universal que se definir¨ªa en adelante como "ciencia humboldtiana". Una ciencia en la que encajan a la perfecci¨®n dos adjetivos muy actuales: global e intercultural.
"Busca la idea de libertad en los seres humanos y en la naturaleza"
"En el volc¨¢n Chimborazo r¨ªen como locos y casi caen a un barranco"
"Le encantaba que le pintaran. No hay otro con tantos retratos"
Cuando Humboldt lleg¨® a Espa?a, en 1799, era un joven de 30 a?os, guapo, rico, intr¨¦pido y vitalista, deseoso de conocer y ampliar en la pr¨¢ctica sus conocimientos cient¨ªficos. Ten¨ªa detr¨¢s una excelente educaci¨®n en ciencias y letras nada habitual en la ¨¦poca, pero que ¨¦l, procedente de la nobleza prusiana, hab¨ªa recibido en el castillo familiar de Tegel -"el castillo del aburrimiento", en sus palabras-. Hab¨ªa dejado atr¨¢s un ambiente estrecho y r¨ªgido que le asfixiaba -"mi habitaci¨®n me parec¨ªa una tumba abierta"-, pese a contar entre sus amigos a escritores como Goethe y Schiller, con los que ¨¦l y su hermano Wilhelm manten¨ªan frecuentes encuentros, y un trabajo de inspector de minas que, por su preparaci¨®n t¨¦cnica, le rendir¨ªa excelentes resultados en sus viajes posteriores.
?ste es el personaje que, despu¨¦s de pasar por Par¨ªs y alternar con la flor y nata de los ilustrados y revolucionarios franceses -para siempre ser¨ªa ya un defensor a ultranza de las ideas de la Revoluci¨®n Francesa-, llega a Madrid bien provisto de los instrumentos cient¨ªficos m¨¢s avanzados de la ¨¦poca y acompa?ado de su amigo el naturalista y m¨¦dico franc¨¦s Aim¨¦ Bonpland. Su sue?o: llegar a ?frica o encaminarse a tierras americanas.
Un famoso viajero, Joseph Towsend, ya recomendaba para viajar por Espa?a, en ¨¦poca de Carlos III, "una buena constituci¨®n f¨ªsica, y llevar dos buenos criados, cartas de cr¨¦dito para las principales ciudades y recomendaciones para las mejores familias del pa¨ªs", como recuerdan Miguel ?ngel Puig-Samper y Sandra Rebok, estudiosos de la figura de Humboldt y a punto de concluir un libro sobre su estancia en Espa?a. Cuando Humboldt lleg¨® a Barcelona cumpl¨ªa gran parte de estas sugerencias. "Presentaba una apariencia f¨ªsica inmejorable, y la resistencia de su constituci¨®n hab¨ªa quedado demostrada tanto en las experiencias galv¨¢nicas -con descargas el¨¦ctricas- probadas en su propio cuerpo como en su trabajo como inspector de minas. El segundo consejo s¨®lo se cumpl¨ªa parcialmente, ya que ven¨ªa a Espa?a acompa?ado ¨²nicamente de su amigo Bonpland, considerado un criado o a lo m¨¢s un secretario por las autoridades espa?olas. Y respecto al tercer asunto, Humboldt no ten¨ªa problemas, ya que tras la muerte de su madre hab¨ªa heredado una gran fortuna que pensaba invertir en su viaje".
Una figura que nos descubre la exposici¨®n Alejandro de Humboldt. Una nueva visi¨®n del mundo (4 de octubre a 8 de enero de 2006) se podr¨¢ visitar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Cuadros, libros, esculturas, instrumentos, documentos, dibujos, animales, dioramas y enormes fotograf¨ªas que nos transportan al ambiente de selvas y volcanes, o a la ilustrada biblioteca de Berl¨ªn donde el cient¨ªfico pas¨® los ¨²ltimos a?os hasta su muerte, en 1859. Un recorrido por la vida, viajes e investigaciones del naturalista y su ¨¦poca. No hay que olvidar que s¨®lo su obra del viaje americano contiene m¨¢s de 1.400 grabados de plantas, animales, paisajes, monumentos, piezas de arqueolog¨ªa y c¨®dices de las culturas prehisp¨¢nicas. Fue la publicaci¨®n cient¨ªfica m¨¢s voluminosa y cara de la historia financiada por un particular.
"De alguna manera, es la exposici¨®n m¨¢s loca que pueda imaginarse, porque hay pira?as vivas y olivos de los primeros paisajistas, junto con documentos reci¨¦n recuperados e instrumentos cient¨ªficos, aunque todo muy bien estructurado", dice su comisario, el historiador alem¨¢n Frank Holl. "Humboldt no tiene final, cada d¨ªa descubro algo nuevo de ¨¦l. Es un ilustrado, un humanista, un admirador de la Revoluci¨®n Francesa, un dem¨®crata y un precursor. La libertad es una idea que busca en los seres humanos y en la naturaleza. ?l dec¨ªa que todas las personas est¨¢n destinadas a la libertad. Fue el hombre m¨¢s emp¨ªrico del mundo, pero, pese a que su sistema cabe perfectamente en nuestro mundo global con tantos conflictos, su figura est¨¢ muy olvidada". Holl recuerda que en Alemania, cuando se cita a Humboldt, la gente se refiere a Wilhelm, su hermano, creador de la universidad que hoy lleva su nombre. "?Qu¨¦ pas¨®? Mi teor¨ªa es que Alejandro no era un alem¨¢n t¨ªpico. Fue un cosmopolita ejemplar para todos, pero en la Alemania posrevolucionaria de 1848 hubo un movimiento muy conservador, y Alejandro no encajaba en esa sociedad, as¨ª que se olvidaron de ¨¦l".
Hay algo que sorprende de inmediato al echar la primera mirada a esta exposici¨®n: el nombre de Alejandro de Humboldt espa?olizado. Pr¨¢cticamente ha desaparecido cualquier referencia al nombre genuino del cient¨ªfico, Alexander, algo ciertamente chocante. Tiene una explicaci¨®n. El propio Humboldt, igual que en alg¨²n momento manifest¨® su deseo de que no le llamaran bar¨®n -aunque us¨® el t¨ªtulo nobiliario eventualmente-, tambi¨¦n traduce su nombre en cada pa¨ªs que visita. As¨ª, en Francia firma como Alexandre de Humboldt, y en Espa?a o Am¨¦rica, como Alejandro de Humboldt. "Llegamos a la conclusi¨®n de que era mejor utilizar el nombre espa?olizado, seg¨²n su deseo, que dej¨® muy claro en algunas cartas cuando dice 'quiero espa?olizarme del todo' o 'siento mucho tener que desespa?olizarme', a su vuelta de Am¨¦rica", dice Holl.
La exposici¨®n, la d¨¦cima de las montadas por Frank Holl y Cecilia Estrada por distintos pa¨ªses del mundo -China acaba de solicitarla-, est¨¢ distribuida cronol¨®gica y tem¨¢ticamente. Empieza con la juventud de Humboldt y termina con su muerte. Cada pa¨ªs o lugar que visita tiene su sala dedicada a un tema. Por ejemplo, Venezuela, a "la investigaci¨®n de r¨ªos y selvas", y recoge su visi¨®n de la ecolog¨ªa, de la armon¨ªa de la naturaleza, del intercambio de las fuerzas de la naturaleza y los seres humanos; Cuba, a la esclavitud, contra la que Humboldt luch¨® toda su vida; Nueva Granada (Colombia), a la bot¨¢nica, y en ella se exponen las acuarelas de Jos¨¦ Celestino Mutis e instalaciones que simbolizan las 3.800 plantas que Humboldt y Bonpland publicaron como nuevas -aunque en su herbario recogieron m¨¢s de 6.000, se quejar¨ªan repetidamente de la dificultad para conservarlas-, y tambi¨¦n el conocido boceto de Humboldt del volc¨¢n Chimborazo, donde relacion¨® plantas y altitud. El vulcanismo y Ecuador se dan la mano, y vemos los volcanes de M¨¦xico y Ecuador a los que los viajeros ascendieron -en algunos casos arrastr¨¢ndose entre los conos de lava petrificada-, y Per¨² destaca el estudio de la corriente marina del Pac¨ªfico, que luego se bautizar¨ªa como corriente de Humboldt.
"El peso de Espa?a en esta exposici¨®n es notable porque est¨¢ llena de libros maravillosos, primeras ediciones, documentos, cuadros, piezas que vienen de sus propios museos", se?ala la mexicana Cecilia Estrada, que explica la raz¨®n de las numerosas pinturas. "Lo importante no es que sean cuadros bonitos, sino que Humboldt modific¨® la pintura del paisaje. ?l critic¨® a los paisajistas por su concepci¨®n del paisaje, y sobre todo porque pintaban plantas que no se correspond¨ªan con la realidad. Manten¨ªa que a la naturaleza hay que reflejarla como es. A partir de entonces hay una serie de pintores que van tras sus huellas y tienen cuidado de lo que pintan, y en los cuadros empiezan a aparecer elementos esenciales como el agua o la monta?a".
El bi¨®logo Puig-Samper, director del departamento de publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) y estudioso de la historia de la ciencia espa?ola e iberoamericana y de sus expediciones, afirma que siempre se ha considerado que las desatendidas eran nuestras propias expediciones y que Humboldt estaba estudiado de forma exhaustiva. "Yo pensaba que ya estaba todo dicho sobre ¨¦l, pero en 1998 me pidieron un trabajo sobre Humboldt en Espa?a y me puse a indagar un poco, y lo que vi me sorprendi¨®. El propio Humboldt agradece de modo vehemente, en la introducci¨®n de su obra, la aprobaci¨®n de su viaje por Carlos IV, pero de una forma leve, aunque luego habla bastante de Canarias. Me revis¨¦ toda la biograf¨ªa, y, efectivamente, escribi¨® de todo lo humano y lo divino menos de Espa?a. Fue una sorpresa, as¨ª que empezamos a investigar en distintos archivos".
Puig-Samper y Sandra Rebok, investigadora contratada del CSIC (a punto de publicar en Alemania su tesis doctoral sobre la percepci¨®n de Humboldt), descubrieron cosas bastante sorprendentes, m¨¢s all¨¢ del curioso comentario del ilustre viajero sobre la situaci¨®n geogr¨¢fica del palacio de San Ildefonso -"ning¨²n otro monarca europeo tiene un palacio en la regi¨®n de las nubes"-: "Hay dos partes importantes que se reflejan en la exposici¨®n. Una, todo el proceso de interacci¨®n con la comunidad cient¨ªfica y pol¨ªtica espa?ola en la preparaci¨®n del viaje. Eso lo valoramos mucho. Y dos, la propia estancia de Humboldt y la reconstrucci¨®n de su itinerario desde que atraviesa la frontera por Barcelona, sigue a Valencia y de all¨ª a Madrid por La Mancha, y finalmente a La Coru?a, donde se embarca, y que curiosamente no se sab¨ªa. Tambi¨¦n hemos podido determinar cu¨¢l fue su actividad cient¨ªfica en Espa?a".
?Qu¨¦ hizo realmente Humboldt en Espa?a? ?Tuvo su estancia alg¨²n inter¨¦s en relaci¨®n con su viaje y obra posterior? Parece que, sobre todo, le sirvi¨® para experimentar con los instrumentos tra¨ªdos de Par¨ªs y tomar longitudes y latitudes de distintas ciudades, incluyendo Madrid. "Adem¨¢s de observaciones astron¨®micas, hace el descubrimiento cient¨ªfico de la meseta. Suponemos que de una manera m¨¢s popular y emp¨ªrica se conocer¨ªa, pero es sorprendente que hasta 1799 no se hubiera percatado nadie de tal hecho, de una manera cient¨ªfica y tan precisa como ¨¦l hace al levantar un perfil topogr¨¢fico de la Pen¨ªnsula. Luego, en la estancia canaria, un poco m¨¢s descrita, hemos podido precisar hasta qu¨¦ punto su ascensi¨®n al Teide influye en su Geograf¨ªa de las Plantas; la idea de asignar a las plantas por niveles de vegetaci¨®n altitudinal, que luego desarrolla en el Chimborazo. Y desde el punto de vista geol¨®gico, en el Teide empieza a comprender c¨®mo el vulcanismo tiene una importancia enorme en la formaci¨®n de la corteza terrestre, del relieve geol¨®gico. Entonces, Canarias supone un punto de inflexi¨®n en su pensamiento geol¨®gico".
Los investigadores se han sorprendido de las pocas impresiones personales que Humboldt deja en su diario de viaje a su paso por Espa?a, sobre todo cuando se compara con sus anotaciones americanas e incluso con los apuntes de su hermano Wilhelm, que viaj¨® a Espa?a poco despu¨¦s y escribi¨® un interesante diario con amplios comentarios sobre la poblaci¨®n, vestimentas y h¨¢bitos de los espa?oles.
"El art¨ªculo de Humboldt, publicado en la revista alemana Hertha en 1825, sobre el perfil topogr¨¢fico de la Pen¨ªnsula, es muy cient¨ªfico. Su manera de acercarse a la realidad es a trav¨¦s de instrumentos de medici¨®n; apenas encontramos comentarios sobre otras facetas. S¨®lo, en una carta, se queja un poco de que la gente no le deja realizar sus experimentos porque considera que hace cosas raras, y eso le obliga a hacer sus mediciones por la noche. Hay gran diferencia en c¨®mo se acerca a la realidad en Espa?a y en Am¨¦rica. Espa?a es una idea m¨¢s ilustrada, mientras que en Am¨¦rica el enfoque cambia, hay aspectos m¨¢s rom¨¢nticos; comienza a describir la naturaleza, a las gentes, a los ind¨ªgenas?", dice Rebok, quien se?ala que tambi¨¦n hay que diferenciar entre los escritos publicados por Humboldt y las apreciaciones que se pueden encontrar en cartas a amigos o colegas, mucho menos controladas. "En los diarios pueden verse comentarios que no encajan con la imagen que ¨¦l quiere dar de s¨ª mismo. Ejerce una especie de autocensura".
Desde el siglo XIX, explica Puig-Samper, los investigadores de historia de la ciencia en Alemania hab¨ªan venido buscando el documento, que supon¨ªan un gran memorial, que Humboldt hab¨ªa presentado al rey Carlos IV como proyecto del viaje a Am¨¦rica, y que nunca aparec¨ªa. "Yo pens¨¦ que, aunque Humboldt era prusiano, la persona que m¨¢s le hab¨ªa ayudado en Espa?a a la promoci¨®n de su viaje era el bar¨®n de Forell, el embajador de Sajonia, que ten¨ªa con Carlos IV, hijo de la princesa Mar¨ªa Amalia de Sajonia, una relaci¨®n muy estrecha. As¨ª que investigamos el fondo de Sajonia del Archivo Hist¨®rico Nacional, mirando papel a papel hasta encontrar, por intuici¨®n y tozudez, el famoso documento memorial dirigido al rey, que es bastante cortito, est¨¢ en franc¨¦s y presenta lo que desea hacer en territorio americano. El memorial iba acompa?ado de una especie de curr¨ªculo, una autobiograf¨ªa, y es curioso porque en ella se presenta como un experto en minas, lo que es importante para la Corona espa?ola, que est¨¢ intentando reformar la miner¨ªa de Almad¨¦n y la americana. Sin embargo, en la presentaci¨®n se define como un cient¨ªfico naturalista interesado por los fen¨®menos universales, como la configuraci¨®n de las capas geol¨®gicas o el estudio de la relaci¨®n de los seres inanimados y los org¨¢nicos. Pero lo m¨¢s interesante es ver que el viaje a Am¨¦rica se deriva de las facilidades que encuentra en la corte para viajar a aquel continente".
As¨ª que Humboldt consigue su pasaporte para Am¨¦rica y a cambio se compromete a hacer env¨ªos para las colecciones del Real Gabinete de Historia Natural y del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico. Es su ¨²nico compromiso y lo cumplir¨¢. Hace env¨ªos de plantas, de semillas, al Real Gabinete y al Bot¨¢nico, y se queja de que las instituciones espa?olas nunca le responden. Se sabe que parte de las colecciones que envi¨® se perdieron en un naufragio. "?l cumple, pero tambi¨¦n tiene la habilidad de volver del viaje por Francia, con lo que no tiene que dar explicaciones? Y hemos pensado que muy h¨¢bilmente, porque cuando sale de Espa?a por La Coru?a dedica su ¨²ltimo pensamiento a Alejandro Malaspina, que, tras su gran expedici¨®n alrededor del mundo, estaba preso en el castillo de San Ant¨®n por una conspiraci¨®n pol¨ªtica?", dice Puig-Samper.
Rebok se?ala que durante toda su vida, Hulboldt se mostr¨®, en su obra y cartas -escribi¨® unas 50.000- muy agradecido con Espa?a. "En muchos momentos expresa su deseo de volver, y tambi¨¦n destaca las investigaciones hechas por espa?oles, algunas no publicadas. Y al citarles en sus obras les da un reconocimiento internacional. Menciona con frecuencia al jesuita Jos¨¦ de Acosta, diciendo que en ¨¦l est¨¢ el germen de su concepto global de Am¨¦rica".
Hay una especie de leyenda negra de Humboldt en su relaci¨®n con los cient¨ªficos espa?oles. Una de las acusaciones que le hace la historiograf¨ªa m¨¢s tradicional es que se aprovech¨®, consciente o inconscientemente, del conocimiento hist¨®rico y cient¨ªfico espa?ol. "Eso es muy discutible. Es verdad que ¨¦l va recopilando material hecho, en su base, por cient¨ªficos criollos y peninsulares espa?oles; pero el m¨¦rito est¨¢ luego en darle forma, analizar, sistematizar, sintetizar y darlo a conocer a la comunidad cient¨ªfica europea. Y eso lo hace Humboldt", dice Puig-Samper, quien se?ala que el cient¨ªfico frecuent¨® a naturalistas como Jos¨¦ Clavijo y Fajardo, Felipe Buz¨¢, Jos¨¦ Cavanilles y el creador del Archivo de Indias y cosm¨®grafo mayor del reino, Juan Bautista Mu?oz.
Sabemos que en su estancia madrile?a, Humboldt hizo vida social y frecuent¨® tertulias como las de la condesa de Montijo y el duque de Parma -casado con la infanta Mar¨ªa Luisa-, al que calific¨® de "flor ex¨®tica en el desierto" por tratarse de un ilustrado que realizaba experimentos cient¨ªficos. Y tambi¨¦n que estaba obsesionado con ir a pasear y pescar a la Casa de Campo, entonces coto real, hasta el punto de pedir disculpas por su insistencia en ello. "Tuvimos la fortuna de hallar un documento donde le conceden el permiso para pasear con sus acompa?antes por el coto", dicen los investigadores.
Algunos coet¨¢neos como Schiller, y su propio hermano Wilhelm, criticaron en ocasiones a Humboldt, al que calificaron de "vanidoso y superficial" (Schiller lleg¨® a decir cosas mucho peores de ¨¦l) por su incansable actividad, que no despreciaba ni el buen comer, ni el baile, ni las salidas nocturnas parisienses. "Es un personaje dif¨ªcil de descubrir en su intimidad", se?ala Holl. "Los diarios de su viaje nunca eran personales. No era un rom¨¢ntico, porque los rom¨¢nticos expresan su emoci¨®n cuando ven la luna; ¨¦l mide la luna, pero no expresa sus sentimientos? Aunque hay ocasiones en las que dice estar totalmente feliz; por ejemplo, cuando ¨¦l y Bonpland suben al Chimborazo y r¨ªen como locos, tiran piedras y casi caen a un barranco? Eran dos j¨®venes un poco locos, que viajaron sin barco propio, sin cocineros, sin equipo, sin dibujante, y que en cada pa¨ªs contrataban a gente de la regi¨®n. Humboldt aprendi¨® perfectamente el espa?ol, ten¨ªa una memoria prodigiosa y parece que dorm¨ªa s¨®lo cuatro horas. Era un hombre con endorfinas propias? Disfrut¨® de la vida, pero no se le conocieron mujeres. Se ha especulado bastante con su tendencia homosexual".
El escritor Hans Magnus Enzersberger escribe refiri¨¦ndose a esta faceta de Humboldt: "T¨ªmido y solitario, repasa en su memoria los muchachos que le agradaron, sol¨ªan ser tranquilos y necesitados; ¨¦l les ayud¨® y call¨®". Una frase sugerente y cuidadosa. "Yo tengo la misma opini¨®n. Seguramente tuvo sentimientos homosexuales, siempre ha existido esta sospecha; pero Bonpland no era homosexual, tuvo much¨ªsimas mujeres en su vida, incluso se dijo que hab¨ªa tenido una relaci¨®n con la emperatriz Josefina. Yo creo que su viaje fue como una compensaci¨®n de un deseo que nunca dej¨® aflorar. Viaj¨® para escapar de un mundo muy cerrado, de una madre muy fr¨ªa, y se esforz¨® en probar que era un hombre fuerte; sub¨ªa a los volcanes, nunca se quejaba. El que sufr¨ªa mucho era el pobre Bonpland, que era quien se enfermaba?", relata Holl.
A su vuelta en Par¨ªs, despu¨¦s de gastar su fortuna en el viaje, viv¨ªa de forma muy modesta en una peque?a habitaci¨®n y s¨®lo ten¨ªa dinero para el caf¨¦. Su cu?ada le reprochaba que siendo un hombre tan famoso llevara la chaqueta con los codos rotos, pero a ¨¦l no parec¨ªan importarle estos detalles. Sin embargo, al mismo tiempo ejerc¨ªa de estrella cient¨ªfica. Ten¨ªa su aut¨®grafo en litograf¨ªa, y cuando le visitaban en su cuarto de trabajo lo repart¨ªa generosamente. "Le encantaba que le pintaran, no hay otro cient¨ªfico con tantos retratos como ¨¦l? Era vanidoso, pero de una manera simp¨¢tica. Cuando ten¨ªa m¨¢s de 80 a?os, un periodista norteamericano le visit¨® y, t¨ªmidamente, cuando le vio en su biblioteca tan anciano y con su pelo blanco, le dijo: 'Ahora veo una pir¨¢mide'. Y Humboldt le contest¨®: 'Usted ve una ruina'? Ten¨ªa sentido del humor y era contradictorio, pero su idea de la democracia, de la libertad, estaba por encima de todo", dice Holl.
Puig-Samper insiste en esa contradicci¨®n. "Nosotros le definimos a veces como un revolucionario cortesano, porque ¨¦l se define como un admirador de la Revoluci¨®n Francesa, y de hecho es amigo de Forster, uno de los revolucionarios alemanes m¨¢s importantes y su gu¨ªa y modelo pol¨ªtico. Pero eso choca con su posici¨®n tan cortesana en Espa?a y su actitud tan reverencial con Carlos IV. Incluso al final de su vida, cuando el rey de Prusia le pide que vuelva a Berl¨ªn, vuelve y se convierte en una especie de chambel¨¢n del rey? Y luego est¨¢ esa parte de ser amigo de los grandes pr¨®ceres de la independencia americana, que como hemos visto en la investigaci¨®n no siempre se ajusta a la realidad. Sabemos que es simpatizante de la revoluci¨®n independentista, se escribe con Bol¨ªvar y con algunos l¨ªderes independentistas; pero curiosamente tambi¨¦n descubrimos que se entrevist¨® con el embajador espa?ol en Londres, cuando se estaba produciendo el proceso de emancipaci¨®n, y recomienda a las autoridades espa?olas una posici¨®n muy reformista para no perder el imperio espa?ol. Les dice: 'Reformen las colonias, den m¨¢s autonom¨ªa a sus territorios y as¨ª no los perder¨¢n'. Act¨²a de consejero ¨¢ulico, al tiempo que es amigo de Bol¨ªvar y est¨¢ dando vivas a la independencia?". "Yo interpreto", a?ade Rebok, "que lo importante para ¨¦l es la ciencia, y dentro de eso, si hay que hacer concesiones a la situaci¨®n pol¨ªtica, pues las hace".
Contradicciones aparte, hay un consenso general en reconocer que Humboldt se anticip¨® a su ¨¦poca y nos dej¨® un legado plenamente vigente. ?l inici¨® un modelo de escritura, alejado del racionalismo fr¨ªo e ilustrado, donde el sentimiento subjetivo cobra importancia, y que pronto tendr¨ªa seguidores entre los naturalistas del siglo XIX, hasta que el nuevo modelo evolucionista de Darwin se implanta. "Como cient¨ªfico", dice Holl, "tuvo una visi¨®n generalista, que funciona como un sistema -hoy se llama teor¨ªa de sistemas-, que incluye la filosof¨ªa, la biolog¨ªa y el humanismo, que dej¨® plasmada en su obra Cosmos, a la que dedic¨® gran parte de su vida".
"Hay un grupo de gente", a?ade Puig-Samper, "que pensamos que existe una serie de valores universales en la obra de Humboldt que son rescatables, como la reivindicaci¨®n de los derechos humanos, de la democracia, unos valores de tolerancia hacia otras religiones y culturas sin perder la identidad propia. La visi¨®n de un personaje que es cient¨ªfico, pero tambi¨¦n fil¨®sofo y tiene otras aristas para el pensamiento moderno, y en ese sentido es muy interesante. Es curioso, porque su obra, en sentido estricto, no es original en cada parcela. Pero la visi¨®n global, que es lo que le interesaba realmente, la interrelaci¨®n de fen¨®menos, las descripciones generales del universo, es lo que queda. Tuvo una visi¨®n muy moderna de interacci¨®n de las ciencias y las humanidades. Integr¨® la formaci¨®n cient¨ªfica con la human¨ªstica, fue un adelantado en investigaci¨®n real".
Alfonso Navas, director del Museo Nacional de Ciencias Naturales, se muestra encantado con la exposici¨®n. "Ser¨¢ un ¨¦xito total, no me cabe la menor duda. La museograf¨ªa est¨¢ perfectamente adecuada; las piezas son emblem¨¢ticas, originales en su mayor¨ªa, y muy representativas. Es una pena que no pueda estar m¨¢s de tres meses, pero los originales de papel no puede estar expuestos m¨¢s tiempo. Y es una oportunidad para que los espa?oles conozcan a una figura que es todo un s¨ªmbolo, el paradigma de lo que es un naturalista y el inicio de las ciencias naturales modernas".
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