La apuesta arriesgada de Zapatero
Cree que, si las autonom¨ªas ven reconocida su identidad, Espa?a estar¨¢ m¨¢s unida
Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero afronta un serio riesgo ante el debate en las Cortes del proyecto de reforma del Estatuto de Catalu?a. Si fracasa, si los partidos no logran el consenso, lo m¨¢s grave ser¨ªa la conversi¨®n de un conflicto partidista en otro institucional, entre el Parlamento catal¨¢n y las Cortes. Si lo logran, se avanzar¨¢ en una Espa?a que al reconocer su pluralidad est¨¦ m¨¢s unida, seg¨²n el entorno de Zapatero.
Zapatero ha sido criticado por no haber controlado al presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, y no haber calculado que el proceso de reforma del Estatuto iba a estar sometido a una carrera al alza entre partidos nacionalistas que compiten por el poder. Eso explicar¨ªa el texto de m¨¢ximos que ha llegado a las Cortes.
Le preocupa m¨¢s el debate sobre el modelo de financiaci¨®n que el t¨¦rmino naci¨®n
Zapatero se implic¨® en la reforma del Estatuto en la campa?a catalana de 2003, y en el tramo final para la aprobaci¨®n del texto en el Parlamento catal¨¢n. En el a?o y medio de su debate en Catalu?a trat¨® de que se respetase el procedimiento y apenas intervino. S¨®lo lo hizo una vez para criticar el modelo de financiaci¨®n propuesto por la Generalitat, si bien ministros como Fern¨¢ndez de la Vega y Jordi Sevilla han realizado cr¨ªticas puntuales. Ha pedido a los partidos nacionales que esperen a enmendarlo en las Cortes.
Zapatero conf¨ªa ahora, seg¨²n su entorno, en que la reforma del Estatuto logre el consenso en las Cortes por la necesidad de los partidos catalanes -con la excepci¨®n, quiz¨¢s, del PP- de que el proyecto no fracase. La explicaci¨®n de la apuesta arriesgada de Zapatero radica en su confianza en un proyecto pol¨ªtico y en una historia heredada.
A primeros de 1998, el lehendakari Jos¨¦ Antonio Ardanza present¨® al presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar un plan con el que pretend¨ªa afrontar nuevas demandas de autogobierno y una gu¨ªa para la normalizaci¨®n en Euskadi. Se le bautiz¨® plan Ardanza. El secretario general del PSOE, Joaqu¨ªn Almunia, lo juzg¨® audaz, pero se mostr¨® favorable a debatirlo. No pens¨® lo mismo Aznar y dio portazo al plan. Meses despu¨¦s, el PNV sellaba con Batasuna el Pacto de Lizarra, con el aval de ETA, y, tras el fracaso de esta aventura, en 1999, el nuevo lehendakari, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, anuncia un plan soberanista: el plan Ibarretxe.
Esta historia marc¨® a Zapatero, entonces vocal de la Ejecutiva del PSOE. Pens¨® que si se hubiera negociado el plan Ardanza es probable que no hubiera venido despu¨¦s algo peor, como el plan Ibarretxe. Lo tiene tan grabado que lo record¨® el jueves, en un coloquio: "A las nuevas demandas no se puede responder con par¨¢lisis. Esto supone retrocesos y riesgos".
De modo que, cuando en Catalu?a se plantearon nuevas demandas de autogobierno y de revisi¨®n del modelo de financiaci¨®n y se plasmaron en propuestas de reforma del Estatuto de Sau de todos los partidos, menos el PP, en 2002, Zapatero, elegido secretario general del PSOE dos a?os antes, no dud¨® en que las afrontar¨ªa cuando se materializasen en un proyecto pactado en Catalu?a.
Aznar hab¨ªa hecho lo contrario, tras las elecciones catalanas de 1999. Aqu¨¦llas las gan¨® Jordi Pujol, pero, al no contar con mayor¨ªa, necesit¨® del PP para gobernar y Aznar le puso como condici¨®n que olvidara reformar el Estatuto. La pol¨ªtica de cierre auton¨®mico de Aznar tuvo serias consecuencias en Catalu?a, donde creci¨® la sensaci¨®n de agravio.
Zapatero se encontr¨® con esta herencia. En el reto tambi¨¦n estaba implicado el PSC, que abogaba por un pacto, con ERC e IU-IV, encabezado por Maragall, como alternativa al Gobierno de Pujol. Este reto auton¨®mico, que en Catalu?a ya estaba en las ofertas electorales de los partidos en 1995 y 1999, tambi¨¦n se planteaba en Andaluc¨ªa -Chaves hab¨ªa anunciado en 2002 la reforma del Estatuto-; en la Comunidad Valenciana, donde el PP quer¨ªa reformar su Estatuto para poder convocar elecciones; en Canarias y Galicia.
Para afrontar las nuevas reformas estatutarias y ante la cercan¨ªa de las elecciones catalanas de noviembre de 2003, Zapatero convoc¨® a los l¨ªderes territoriales del PSOE para aunar posiciones. De all¨ª sali¨® la Declaraci¨®n de Santillana del Mar, de agosto de 2003.
Zapatero, ex profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Le¨®n, redact¨® esa declaraci¨®n. El texto no fija los contenidos de las reformas estatutarias. Lo que fija es el procedimiento para realizarlas: se har¨¢n con amplio consenso, se ajustar¨¢n a la Constituci¨®n y al inter¨¦s general.
El programa electoral de las generales de 2004, que coordin¨® Zapatero, y que abord¨® el PSOE, tras la Declaraci¨®n de Santillana del Mar, le aporta contenidos. Se resume en un aumento del autogobierno y de la cooperaci¨®n entre las autonom¨ªas, con una oferta para los tres poderes: Conferencia de Presidentes, para el Ejecutivo; reforma del Senado, para el Legislativo, y el aumento del poder de los Tribunales Superiores de Justicia auton¨®micos, en el Judicial.
Zapatero rehuy¨® que el proceso de reformas estatutarias conllevara una reforma constitucional. No quiso abrir el t¨ªtulo octavo de la Constituci¨®n, sobre las autonom¨ªas. En su programa electoral se limit¨® a proponer dos reformas constituciones puntuales sobre las autonom¨ªas: la del Senado y la denominaci¨®n de las comunidades en la Constituci¨®n. Desarroll¨® su discurso territorial desde que fue elegido l¨ªder socialista en julio de 2000, mucho antes de que Maragall y Chaves presionaran para que el PSOE asumiera las reformas estatutarias.
Zapatero se define como patriota constitucional y no nacionalista. "Rechaza la visi¨®n esencialista de Espa?a, de la que tanta gala hace el sector m¨¢s radical del PP. Su orgullo como espa?ol procede de su pertenencia a una comunidad libre, que lucha por la justicia y la solidaridad. Por eso, le preocupa m¨¢s el debate sobre el modelo de financiaci¨®n que el t¨¦rmino naci¨®n. Es una visi¨®n nueva, basada en el republicanismo c¨ªvico y en la tradici¨®n de la revoluci¨®n democr¨¢tica", se?alan en su entorno.
Con esa visi¨®n, apuesta por la Espa?a plural. Cree que si las autonom¨ªas ven reconocida su identidad y su autogobierno, estar¨¢n m¨¢s dispuestas a cooperar entre ellas y con el Estado. "Zapatero cree que las autonom¨ªas tienen una oportunidad hist¨®rica y que una soluci¨®n pactada pueda servir, al menos, para una generaci¨®n. Por eso conf¨ªa en que los partidos pacten en las Cortes la revisi¨®n del texto del Estatuto catal¨¢n, que es un avance en esa direcci¨®n", dice su entorno.
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