Al servicio del loco

El cine espa?ol abre su abanico de posibilidades comerciales con Sinf¨ªn, un veh¨ªculo al servicio de Dani Mart¨ªn, cantante del grupo de pop El Canto del Loco, estrella de la m¨²sica espa?ola, icono de la belleza para buena parte de las jovencitas espa?olas y limitad¨ªsimo actor, sobre todo en materia de articulaci¨®n vocal. Dirigida por Manuel Sanabria y Carlos Villaverde, pareja art¨ªstica que hace un par de a?os se dio a conocer con La fiesta (cinta semiaficionada rodada con cuatro duros que salt¨® a un buen n¨²mero de salas gracias a la campa?a de marketing de una multinacional), Sinf¨ªn pasa por ser un producto realizado con frescura, aunque escrito a base de clich¨¦s y un esp¨ªritu un tanto conservador, que llama la atenci¨®n porque funciona mucho mejor cuando acude al drama de corto alcance que cuando apela a la comedia gamberra.

Un buen pr¨®logo, en el que se mezclan los proleg¨®menos de la ¨²ltima actuaci¨®n de un grupo de la movida madrile?a de los ochenta, im¨¢genes documentales de la transici¨®n y diversos recortes pol¨ªticos y musicales de la prensa de la ¨¦poca, da paso a una comedia con toques de romance y hasta de drama que casi nunca molesta y que pod¨ªa haberse convertido en un m¨¢s que digno producto si no fuera por algunas lamentables escenas de comedia bufa, zafia y de calidad ¨ªnfima que estropean el tan simp¨¢tico como intrascendente conjunto. As¨ª, cuando Sinf¨ªn pretende hacer re¨ªr, nunca lo consigue. Sin embargo, a pesar de aspirar a unas cotas art¨ªsticas mucho m¨¢s limitadas que las previstas para otras comedias recientes con la movida como tel¨®n de fondo (v¨¦ase la fallida El calentito), la pel¨ªcula contiene variados momentos de cine muy bien construido t¨¦cnicamente gracias a la notable planificaci¨®n de sus directores. Honrosas situaciones en las que, interpretativamente hablando, se pone las botas Armando del R¨ªo, un oasis en medio de un desierto repleto de actores no habituales (Mart¨ªn, Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, El Sevilla) y actuaciones muy por debajo de lo esperado.

Unas loables secuencias (por ejemplo, la del pr¨®logo) a las que, por cierto, este ¨²ltimo mi¨¦rcoles, festivo, en un atestado cine del centro de Madrid, casi nadie de la juvenil platea (con una gran mayor¨ªa de f¨¦minas) prestaba la menor atenci¨®n. ?Por qu¨¦? Porque en esos instantes el ¨ªdolo Mart¨ªn no era el protagonista del asunto ni cantaba sus adoradas canciones.