"El fiscal ha pillado el n¨²cleo de la conspiraci¨®n contra m¨ª y mi esposa en la Casa Blanca"
El embajador Joseph, Joe, Wilson tiene 56 a?os y a la hora de elegir el lugar de la entrevista, entre el hotel Watergate y el Four Seasons, ha optado por este ¨²ltimo, a orillas del r¨ªo Potomac, quiz¨¢ porque s¨ªmbolos como el escenario del esc¨¢ndalo del Watergate sobran en el drama que viven ¨¦l y su esposa, la agente clandestina de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Valerie Plame, cuyo nombre fue filtrado a la prensa el 14 de julio de 2003 por altos cargos de la Administraci¨®n Bush a la prensa. Wilson, luce polo celeste, vaqueros y sandalias, y se fuma un puro en la terraza del hotel. Conf¨ªa en que Patrick Fitzgerald, el fiscal especial que investiga los posibles delitos de la campa?a contra ¨¦l y su esposa, procese en pocos d¨ªas a Karl Rove, el principal asesor del presidente George W. Bush y Lewis Scooter Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney. "Fitz los ha pillado. Ha cogido a los conspiradores, ha llegado al n¨²cleo de la conspiraci¨®n en la Casa Blanca", aventura Wilson. Siguen los tramos esenciales de una larga entrevista que concedi¨® a EL PA?S:
"Mientras yo esperaba un ataque personal, ellos decidieron en la Casa Blanca ir a por m¨ª, s¨ª, pero a trav¨¦s de mi esposa"
"Sigo pensando, como cuando le conoc¨ª, que, si hay alguien dispuesto a llegar hasta el final, esa persona es el fiscal especial Patrick Fitzgerald"
"En N¨ªger logr¨¦ saber que no hab¨ªa uranio disponible para vender y que el OIEA ten¨ªa bajo control todas las ventas"
"Llam¨¦ otra vez al Departamento de Estado y dije a mis interlocutores: 'Si no cont¨¢is la verdad, lo har¨¦ yo mismo"
Pregunta. El 29 de septiembre, hace dos semanas, el fiscal especial Patrick Fitzgerald lleg¨® a un acuerdo con la periodista de The New York Times Judith Miller para que salga de prisi¨®n y preste declaraci¨®n al d¨ªa siguiente, viernes 30, ante el gran jurado. Ese mismo d¨ªa 29, Fitzgerald habl¨® con usted, ?qu¨¦ se est¨¢ cociendo?
Respuesta. El jueves 29 de septiembre, Patrick Fitzgerald me llam¨® por tel¨¦fono, s¨ª. He visto una sola vez a Fitzgerald, a primeros de 2004, poco despu¨¦s de su designaci¨®n. Me reun¨ª entonces con ¨¦l y con John Eckenrode, agente especial a cargo del FBI de Filadelfia, responsable de la unidad de investigaci¨®n que lleva el caso de las filtraciones del nombre de mi esposa,Valerie Plame.
P. ?Qu¨¦ sensaci¨®n le dej¨® la voz de Fitzgerald el otro d¨ªa? ?Sonaba a procesamientos?
R. (Risas). Hablamos durante diez minutos. El fiscal quer¨ªa una serie de datos. Mi sensaci¨®n fue la misma que cuando le vi por primera vez. Es una persona muy seria y reflexiva, est¨¢ dispuesto a llegar hasta el final en este caso.En aqu¨¦l primer contacto personal me dijo: primero, no soy una persona parcial o partidista; segundo, odio las filtraciones a la prensa. Veintid¨®s meses despu¨¦s, el hombre me merece todav¨ªa m¨¢s respeto. Es lo bastante listo como para no enviar a Judith Miller a la c¨¢rcel durante 85 d¨ªas a menos que tuviera muy amarrado el caso, lo suficiente incluso como para minimizar las cr¨ªticas que le pueden llover en la muy improbable hip¨®tesis de que cierre el caso sin procesamientos.
P. Usted se pregunt¨® en agosto de 2003 si "no ser¨ªa divertido ver a Karl Rove sacado a empujones de la Casa Blanca con sus manos esposadas". ?Ser¨¢ realidad?
R. La conversaci¨®n con el fiscal fue muy precisa. Quer¨ªa confirmar algunos datos. Sigo pensando, como cuando le conoc¨ª, que si hay alguien dispuesto a llegar hasta final esa persona es Patrick Fitzgerald. Y si no puede hacerlo ser¨¢ porque no ha podido reunir los elementos para ello. Si quiere que le diga lo que siento, ser¨¦ directo: Fitz, como se le llama, los ha pillado. Ha cogido a los conspiradores. Logr¨® llegar al n¨²cleo de la conspiraci¨®n en la Casa Blanca.
P. Vayamos, pues, al principio. Estamos en febrero de 2002. ?Por qu¨¦ le llaman a usted a la CIA y le env¨ªan a N¨ªger? ?Su mujer tiene algo que ver con esa iniciativa?
P. Tras los atentados del 11-S, en los informes que recibe de la CIA a diario el vicepresidente Dick Cheney se advierte de que el embajador de Irak ante el Vaticano, Wissam al Zahawie, ha realizado un viaje a tres pa¨ªses africanos, uno de ellos N¨ªger, en febrero de 1999. Seg¨²n la CIA, el Servicio de Inteligencia Militar Italiano (SISMI) sugiere que el verdadero objetivo de ese viaje es la compra de uranio enriquecido. Se trata de una afirmaci¨®n. No est¨¢ verificada. Para la CIA no es un dato nuevo. En el a?o 2000, el servicio de inteligencia brit¨¢nico tambi¨¦n inform¨®, sin pruebas, el inter¨¦s de Irak por el uranio de N¨ªger. El tema interesa especialmente a Cheney. El uranio se puede usar como combustible en los reactores nucleares y tambi¨¦n, si se procesa de manera diferente, es la materia prima para fabricar armas at¨®micas. Pasan varios meses. En febrero de 2002, Cheney y su jefe de gabinete, Lewis Scooter Libby, realizan varias visitas a la sede de la CIA. Piden que se investigue si hay m¨¢s datos sobre N¨ªger.
P. Y ah¨ª entra usted...
R. No todav¨ªa. Cheney no dice, por supuesto, "env¨ªen a Wilson a N¨ªger". Es m¨¢s sencillo: "?Por qu¨¦ no miran en profundidad este tema?", sugiere. La CIA se pone manos a la obra. Su direcci¨®n de operaciones resuelve dos cosas: hacer una reuni¨®n con todas las personas que sab¨ªan sobre uranio, incluy¨¦ndome a m¨ª y a otros miembros del Departamento de Estado. ?Por qu¨¦ yo? Porque conoc¨ªa N¨ªger muy bien, porque ya hab¨ªa viajado all¨ª, a iniciativa de la CIA, hac¨ªa un par de a?os para investigar otros asuntos relacionados con el uranio. Conoc¨ªa al primer ministro, Ibrahim Mayaki, y al ex ministro de Energ¨ªa y Minas Mai Manga. En esa reuni¨®n, en la que desde luego no participa mi esposa, Valerie, se decide cubrir todos los flancos. La CIA me pide que viaje a N¨ªger, el Departamento de Defensa resuelve enviar al general de la Marina Carleton Fulford y el Departamento de Estado solicita un informe a Barbro Owens-Kirkpatrick, nuestra embajadora en Niamey, capital de N¨ªger. Viajo el 26 de febrero de 2002. Mi misi¨®n es verificar si ha existido un memor¨¢ndum de entendimiento para vender uranio a Irak.
P. ?Y qu¨¦ averigua?
R. Lo primero es que cualquier contrato de venta requiere tres firmas: la del primer ministro, el ministro de Energ¨ªa y Minas y la del ministro de Asuntos Exteriores. Hablo con los tres. Me aseguran que no existe tal documento, que la operaci¨®n es un invento y que si hay un papel con esas firmas se tratar¨ªa de una falsificaci¨®n. Logro saber, adem¨¢s, que no hab¨ªa uranio disponible para vender y que el Organismo Internacional de Energ¨ªa At¨®mica (OIEA) ten¨ªa bajo control todas las operaciones.
P. ?Regresa usted y redacta su informe negativo?
R. Llego a Washington el 5 de marzo. Y ese mismo d¨ªa me visita en mi casa un agente de la CIA para conocer el resultado. Le inform¨® de las gestiones. Ese informe oral, me dice el agente, lo pondr¨¢ por escrito en el formato t¨¦cnico de la agencia y lo elevar¨¢ a sus superiores. Pero, atenci¨®n, me aseguran al tiempo que tanto el general Fulford como la embajadora Owen-Kirkpatrick ya han elevado sus respectivos informes. Son tambi¨¦n negativos. La Operaci¨®n Uranio es una invenci¨®n...
P. ?Y se olvida del tema?
R. Sigo la pol¨ªtica de la Administraci¨®n Bush, participo en coloquios y escribo art¨ªculos sobre Irak. Pero mi misi¨®n en N¨ªger permanece en secreto... Hasta el 28 de enero de 2003.
P. Pero, mientras, en el mes de agosto de 2002, Cheney empieza a hablar de modo obsesivo de la amenaza nuclear iraqu¨ª. ?Qu¨¦ pensaba al escucharle?
R. Cheney no menciona a ?frica ni a N¨ªger...
P. El 19 de diciembre de 2002, el portavoz del Departamento de Estado hizo p¨²blico que la declaraci¨®n de Irak de d¨ªas antes sobre armas de destrucci¨®n masiva "ignoraba los esfuerzos de conseguir uranio enriquecido en N¨ªger para fabricar armas nucleares". ?No era el momento para decir lo que usted sab¨ªa?
R. No supe de esa declaraci¨®n hasta bastante m¨¢s tarde. La primera referencia p¨²blica fue, para m¨ª, el informe del Gobierno brit¨¢nico publicado en septiembre de 2002...
P. Y llegamos al 28 de enero de 2003. Bush afirma en su discurso del estado de la Uni¨®n que, seg¨²n el Reino Unido, Irak ha buscado uranio enriquecido en ?frica...
R. Aqu¨ª ya no puedo aguantar m¨¢s... Son las 16 palabras famosas. Aunque Bush citaba al Gobierno brit¨¢nico, mi curiosidad pudo m¨¢s. Llam¨¦ al Departamento de Estado y habl¨¦ con un colega. Le dije que, si el presidente se refer¨ªa a N¨ªger, eso quer¨ªa decir que mi informe y los otros dos que fueron elevados en marzo de 2002 estaban equivocados. ?O se trataba de un error del presidente? En ese caso era necesario corregirlo. Me dijo que quiz¨¢ se tratase de otro pa¨ªs de ?frica. Le cre¨ª. Y decid¨ª guardar silencio.
P. La guerra se acerca. ?Recuerda a Mohamed el Baradei, director del OIEA, que acaba de obtener el Nobel de la Paz?
R. S¨ª, claro. Me he alegrado mucho por el premio...Espero que ayude a recordar mi caso...
P. ?Qu¨¦ sinti¨® cuando El Baradei denunci¨® ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el 7 de marzo de 2003, 12 d¨ªas antes de la invasi¨®n de Irak, que los documentos sobre la presunta compra de uranio enriquecido de Irak a N¨ªger eran falsos?
R. Le escuch¨¦ por televisi¨®n decir que el pa¨ªs de ?frica en cuesti¨®n era N¨ªger, y que los documentos eran una invenci¨®n. Y me dije: ?Con que al fin de cuentas estamos hablando todo el tiempo de N¨ªger! Era la presunta operaci¨®n que yo hab¨ªa ido a investigar. Fue evidente para m¨ª que los documentos a los que se refer¨ªa El Baradei eran los mismos que hab¨ªan servido de base al informe de la CIA que llev¨® al vicepresidente Cheney a solicitar m¨¢s datos.
P. ?Por qu¨¦ no sali¨® usted inmediatamente despu¨¦s de escuchar a El Baradei a contar lo que hab¨ªa pasado? Porque, ?su testimonio no ten¨ªa un gran valor antes de que comenzar la guerra?
R. Por aquellos d¨ªas estaba muy claro que ¨ªbamos a la guerra... Una salida m¨ªa en esos t¨¦rminos no hubiera evitado la guerra. Para tener un efecto real, para influir, hubiera debido ser meses antes... Quiz¨¢ en enero, despu¨¦s del discurso del presidente Bush sobre el estado de la Uni¨®n... Pero la prensa hab¨ªa decidido no hacer caso. Con esta gente en la Casa Blanca era dif¨ªcil tener impacto. Mire, las armas de destrucci¨®n masiva eran un aspecto perif¨¦rico.
P. ?Qu¨¦ hizo despu¨¦s?
R. Un portavoz del Departamento de Estado dijo respecto a los documentos falsos: "Nos lo tragamos". Era mentira. No "nos tragamos" esos documentos fabricados. Se estudiaron y se lleg¨® a la conclusi¨®n de que eran falsos. Tras esa declaraci¨®n del portavoz, me hicieron una entrevista por televisi¨®n. Cuando me preguntaron c¨®mo se pod¨ªa explicar que el Gobierno se hubiese "tragado" tal montaje, expliqu¨¦ que si la Administraci¨®n Bush revisaba sus archivos pod¨ªa encontrarse con la sorpresa de que sab¨ªa m¨¢s sobre el asunto de lo que se afirmaba. Una de dos: o el portavoz era un farsante o estaba mal informado. En esta escena de televisi¨®n est¨¢ el comienzo de la campa?a contra m¨ª y mi esposa... Me dicen que en la oficina del vicepresidente Cheney hubo una reuni¨®n en aquellos d¨ªas de marzo que me dedicaron monogr¨¢ficamente a m¨ª.
P. Con todo, sigui¨® usted d¨¢ndoles tiempo ?Qu¨¦ hizo en los meses que sigueron a la invasi¨®n de de Irak?
R. Entre los meses de marzo y junio de 2003, trat¨¦ de conseguir una explicaci¨®n del presidente. Habl¨¦ con gente en la Casa Blanca y en el Departamento de Estado. Y habl¨¦ de manera confidencial con periodistas. Aunque mi nombre no sali¨® en letra impresa, s¨ª se habl¨® de una misi¨®n de un diplom¨¢tico en ?frica. En el mes de junio de 2003, pues, comenc¨¦ a trabajar en un art¨ªculo. Otros periodistas publicaron historias sin citarme por mi nombre. Mientras, en la Casa Blanca, durante el mes de junio, la ansiedad de gente como Karl Rove, el cerebro de Bush, y Lewis Libby, la mano derecha de Cheney, comenz¨® a crecer. Mi nombre circulaba ya como el embajador que hab¨ªa viajado a N¨ªger. Tarde o temprano mi nombre saldr¨ªa. Ir¨ªan a por m¨ª. La historia que se contaba iba cambiando de boca en boca. Ten¨ªa que escribirla con mi propia firma. The New York Times public¨® mi art¨ªculo de 1.500 palabras. No pod¨ªa sospechar que el 6 de julio de 2003 activar¨ªa una bomba de relojer¨ªa. Ahora ya es evidente.
P. La Administraci¨®n Bush rectific¨® una semana m¨¢s tarde, lo que era un hecho inaudito, ?no?
R. En efecto. Un portavoz de la Casa Blanca llam¨® a varios medios de comunicaci¨®n y dijo que aquellas 16 palabras referidas al uranio enriquecido no debieron haber sido incluidas nunca en el discurso de Bush. El director de la CIA, George Tenet, se trag¨® el marr¨®n. Pens¨¦: ya est¨¢. Es todo lo que ten¨ªan que hacer. Esta historia hubiera quedado enterrada en cuatro d¨ªas y la Casa Blanca se habr¨ªa quitado el asunto de encima. Pero no, decidieron que yo merec¨ªa un castigo para advertir a todo aquel que tuviera la tentaci¨®n de cantar de que esto iba en serio, de que eran capaces de arruinarte la vida. Y llegaron a la conclusi¨®n de que para castigarme a m¨ª, para desacreditarme, lo mejor que pod¨ªan hacer era ir a por mi esposa....
P. El 14 de julio de 2003, ocho d¨ªas despu¨¦s de publicada su columna, un periodista public¨® el nombre de su mujer, Valerie Plame, y se?al¨® que era una agente de la CIA y que, adem¨¢s, le hab¨ªa recomendado a usted para el viaje a N¨ªger. ?Vendetta? ?Conspiraci¨®n? ?Aviso a navegantes?
R. Mientras yo esperaba un ataque personal, ellos decidieron en la Casa Blanca ir a por m¨ª, s¨ª, pero... a trav¨¦s de mi esposa. Hablaron con varios periodistas. Hasta que, finalmente, uno de ellos, Robert Novak, delat¨® en una columna a mi esposa. Los que instigaron esto han podido cometer un delito federal al revelar el nombre de un agente clandestino de la CIA. La Casa Blanca cambi¨®, pues, el campo de batalla. El asunto pas¨® del terreno pol¨ªtico al terreno legal. El poder absoluto de Bush y Cheney sirve en el campo pol¨ªtico, pero no es lo mismo el terreno legal. Ejemplos: un fiscal especial investiga desde hace 22 meses los posibles delitos de esta conspiraci¨®n.
P. El fiscal y los jueces han apostado fuerte al declarar a los periodistas en desacato por no querer hablar sobre sus fuentes. ?C¨®mo califica la actuaci¨®n de la prensa en este caso?
R. Los periodistas y las empresas apelaron contra la orden del juez que les obligaba a prestar declaraci¨®n ante el gran jurado bajo amenaza de desacato y prisi¨®n. La corte de apelaciones y el Tribunal Supremo lo desestimaron. Tengo respeto por todos los periodistas. Creo tambi¨¦n que los periodistas son ciudadanos como todos. Dir¨¦ algo m¨¢s: cuando una fuente te usa para sus objetivos criminales ya no tienes ning¨²n compromiso de confidencialidad con ella.
P. Su esposa, Valerie Plame, sigue en la CIA, ?no es as¨ª? ?C¨®mo est¨¢ ella?
R. Es joven, es hermosa y es la madre de mi segunda serie de gemelos, que ahora tienen seis a?os. Ha sido, a sus 42 a?os, el final de su carrera. No puede viajar fuera de Estados Unidos, ha perdido todas sus fuentes y contactos. Casi 20 a?os tirados por la borda. A¨²n est¨¢ en la CIA, s¨ª. Porque para acceder al sistema de pensiones te exigen 20 a?os de servicio, que se cumplen en enero pr¨®ximo. Valerie decidir¨¢ entonces sobre su futuro. Siento mucho lo que su Gobierno le hizo. Si en mis manos estuviera devolverle su anonimato lo har¨ªa, cr¨¦ame, en el acto.
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