De la valla de Ceuta al muro del S¨¢hara
Varios subsaharianos deportados por Rabat explican c¨®mo los encontr¨® el Polisario tras vagar tres d¨ªas por el desierto
La decisi¨®n de jugarse la vida para llegar a Europa no tiene marcha atr¨¢s para los subsaharianos abandonados por Marruecos en el desierto. Ni siquiera tres o cuatro d¨ªas al sol sin apenas agua ni comida, convencidos de que morir¨ªan, han abierto brecha en su f¨¦rrea voluntad. "Nos quer¨ªan matar, nos lanzaron al desierto y nos dijeron que en cinco kil¨®metros llegar¨ªamos a Argelia y encontrar¨ªamos a alguien", relata indignado el camerun¨¦s Thomas D'Aquin.
Lo cierto es que hab¨ªa m¨¢s de 300 kil¨®metros de pedregal hasta la ciudad m¨¢s cercana. S¨®lo su inagotable capacidad de supervivencia y el encuentro con el Frente Polisario les salv¨® la vida.
D'Aquin habla desde Bir Lehlu, una base militar en la zona controlada por los independentistas saharauis, al otro lado del muro construido por Marruecos para defenderse de los ataques del Polisario, y lo tiene claro: "Olv¨ªdense, vamos a volver a intentarlo, regresar a nuestras casas sin dinero no es una opci¨®n. Nos quieren matar, pero da igual, llegaremos a Espa?a como sea. Tenemos que salvar a nuestras familias, para eso salimos y no volveremos hasta que lo consigamos. Tal vez no lo intentemos m¨¢s por Marruecos despu¨¦s de que nos trataran como ganado, pero buscaremos otra manera. Siempre la hay si te juegas la vida".
"Regresar sin dinero no es una opci¨®n. Quieren matarnos pero llegaremos a Espa?a como sea"
"Cuando los saharauis nos encontraron nos hab¨ªamos sentado a esperar la muerte"
Marruecos niega haber dejado en el desierto a estos subsaharianos, pero lo cierto es que los 92 africanos de Bir Lehlu explicaron ayer con detalle a los periodistas todas sus peripecias por Marruecos, con descripciones geogr¨¢ficas comprobables y versiones coherentes entre ellos, que vienen de nueve pa¨ªses distintos (48 de Gambia y 18 de Camer¨²n, los grupos m¨¢s numerosos).
De hecho, algunos han sido reconocidos por periodistas espa?oles que les han seguido en su interminable viaje en autob¨²s por Marruecos. Aunque ni el Polisario ni los helic¨®pteros de la Minurso (la misi¨®n de pacificaci¨®n de la ONU) han logrado encontrar cad¨¢veres en medio del desierto, casi todos han dejado atr¨¢s a compa?eros que no pod¨ªan seguirles. Algunos dicen haber visto morir a mujeres (no hay ni una en todo el campo).
Uno de los responsables de la Minurso, que ayer se acerc¨® junto a M¨¦dicos del Mundo y una representante de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional al lugar donde est¨¢n acogidos los subsaharianos, asegura que, si hubiera cuerpos, ser¨ªa muy dif¨ªcil verlos desde un helic¨®ptero porque los heridos suelen quedarse cerca de los peque?os tarajales, arbustos que dan la ¨²nica sombra del desierto.
La supervivencia al raso durante tres o cuatro d¨ªas es tan inexplicable que los periodistas preguntan una y otra vez c¨®mo lo han hecho. "La clave est¨¢ en que llovi¨® un d¨ªa, y eso les dio un poco m¨¢s de tiempo", explica Mohamed Khadad, coordinador del Polisario, que tiene una lista de recogidos en la que figuran dos menores (de 17 a?os).
Todos los emigrantes est¨¢n aliviados porque han sobrevivido, y muy agradecidos al Polisario, pero el susto no se olvida. El nigeriano Timothy Osemcoenichal, de 22 a?os, recuerda, como todos los dem¨¢s, que primero tuvieron que cruzar terreno minado. "Hab¨ªa un pasillo como para una persona, y nos gritaron, a la izquierda muerte y la derecha tambi¨¦n. Luego camin¨¢bamos s¨®lo por el d¨ªa para poder ver las minas, hab¨ªa much¨ªsimas".
A ¨¦l lo detuvieron cerca de Nador. En el desierto, su grupo se fue disgregando, cada uno eleg¨ªa su camino para salvar la vida. "Nos perdimos", recuerda. "Siempre nos han mentido. Primero nos dijeron que nuestra embajada se har¨ªa cargo de nosotros. Y luego nos dejan en el desierto con la promesa de que en cinco kil¨®metros est¨¢bamos salvados. Caminamos un d¨ªa entero y resulta que est¨¢bamos de nuevo en Marruecos. Ten¨ªamos sed pero nadie quer¨ªa ayudarnos, nos echaron otra vez. Cuando nos encontraron los saharauis nos hab¨ªamos sentado a esperar la muerte. Se nos hab¨ªa acabado el agua". Lo que m¨¢s les duele, m¨¢s que el maltrato, es haberse quedado sin dinero.
Para ellos es una derrota completa. Aseguran que los militares marroqu¨ªes se lo han robado todo, y ense?an sus bolsillos arrancados, sus ropas deshechas, y las huellas de los golpes. La mayor¨ªa llevaba, seg¨²n ellos, entre 300 y 500 euros, lo que han podido acumular para pagar el salto a Europa. Algunos, como Osemcoenichal, llevan cuatro a?os en Marruecos buscando una oportunidad para saltar, ahorrando dinero, fracasando muchas veces.
Todos empezaron igual: con una subvenci¨®n de todo su pueblo, que tienen la firme intenci¨®n de devolver con creces cueste lo que cueste. Lamin, otro gambiano, explica que en su peque?o pa¨ªs, cuando el padre se hace viejo, el hermano mayor debe marcharse para pagar los estudios y la vida de los m¨¢s peque?os. ?l tiene tres.
Marruecos insiste en negarlo todo, pese a la llegada de la prensa hasta este inh¨®spito paraje. Tambi¨¦n lo hizo cuando abandon¨® la primera vez en Ain Chouater, al suroeste, cerca de Bouarfa, a m¨¢s de 1.000 inmigrantes.
De eso hace poco m¨¢s de una semana, pero a Dembo Sangang, un gambiano de 18 a?os, le ha parecido un siglo. Con su rodilla hinchada como un bal¨®n, hasta el punto de que los representantes de la Minurso est¨¢n preocupados por su evoluci¨®n, cuenta c¨®mo le han echado al desierto ya tres veces. Lleva s¨®lo ocho meses fuera de casa, pero ya le ha pasado de todo. Primero intent¨® cruzar con un flotador por Ceuta, y se llev¨® una paliza de los marroqu¨ªes y una deportaci¨®n a Oujda. Luego, con la crisis de Melilla, lo llevaron al desierto por primera vez, sin agua ni comida. Lleg¨® hasta Argelia, y de all¨ª tambi¨¦n lo echaron. Cuando volvi¨® a Marruecos, le mandaron otra vez al desierto. Y al final, le metieron de nuevo con sus compa?eros en autobuses y, tras m¨¢s de cuatro d¨ªas esposados, orinando dentro del autocar y pr¨¢cticamente sin comer, les dejaron de nuevo en el desierto, esta vez con un poco de agua y pan. Le pegaron una patada en la rodilla que lo dej¨® cojo, dice.
Sus amigos gambianos Issa y Bubakan, que est¨¢n junto a ¨¦l, orgullosos de haber logrado que sobreviva el alev¨ªn del grupo, se turnaban para llevarlo a hombros hasta que los encontraron los saharauis. Pero no se le han quitado las ganas. "S¨®lo quiero curar mi pierna para volver a intentarlo, si puedo caminar puedo seguir. No me planteo volver a mi pueblo, toda mi familia ha financiado este viaje para que les ayude desde Europa, no puedo regresar sin nada. No hay prisa, alg¨²n d¨ªa llegar¨¦ a Espa?a. Inshallah": si Al¨¢ quiere.
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