De Bangladesh al desierto del S¨¢hara
Dos inmigrantes asi¨¢ticos sobreviven ocho d¨ªas caminando bajo el sol tras ser abandonados por el Ej¨¦rcito marroqu¨ª
Marruecos no cesa su deportaci¨®n al desierto del S¨¢hara de los inmigrantes que tratan de cruzar a Europa desde su territorio. Y no s¨®lo africanos. Ayer aparecieron en la zona controlada por el Frente Polisario dos asi¨¢ticos, de Bangladesh, que apenas pod¨ªan caminar. Ocho d¨ªas estuvieron perdidos en la nada, un dram¨¢tico r¨¦cord. "Tienen hipotermia, su temperatura no llega a 35 grados", explicaba el doctor de M¨¦dicos del Mundo que los atendi¨® en Bir Lehlu, donde hay 95 africanos.
Vieron la muerte muy cerca. Cuando el Frente Polisario los encontr¨® ya no les quedaba nada de agua. "Los marroqu¨ªes nos abandonaron con dos botellas y nos obligaron a seguir hacia delante. Tratamos de volver, pero nos dispararon", explica con un hilo de voz Mohamed Arif Hoshain, de 23 a?os. Aunque lograron encontrar algo de agua de lluvia, llegaron exhaustos. "Yo vend¨ª mis tierras para llegar a Europa, pero me timaron", cuenta casi llorando. "Pagu¨¦ 12.000 d¨®lares. Me llevaron de Bangladesh a Doha (Qatar) y luego a Casablanca. Pero me enga?aron. Me quitaron el pasaporte. Ten¨ªa miedo. Fui a la polic¨ªa marroqu¨ª para pedir que me devolvieran a mi pa¨ªs. Me pegaron. Me duele mucho el tobillo. Me encerraron y me llevaron al desierto".
La imagen de los dos inmigrantes impresion¨® incluso a los africanos del campamento
Su compa?ero, Arun Mandol, de 32 a?os, no puede ni hablar. Tuvo que ayudar a Mohamed a caminar. Aguant¨® hasta el ¨²ltimo minuto en pleno desierto, pero se ech¨® a llorar en cuanto le dieron un poco de agua y una manta. Estaba aterrorizado. Ning¨²n africano hab¨ªa aguantado ocho d¨ªas en esas condiciones.
La imagen de estos dos peque?os asi¨¢ticos llegando ayer al campamento de Bir Lehlu con la cara desfigurada impresion¨® incluso a los 95 africanos que han sufrido un infierno parecido. Destiny Afred, un nigeriano, los mira preocupado y sentencia: "He visto muchos asi¨¢ticos en el ¨²ltimo a?o, indios, paquistan¨ªes, me encontr¨¦ con varios en Mal¨ª, que hac¨ªan el mismo camino. Ellos sufren m¨¢s, no son tan fuertes como nosotros, los africanos. Es incre¨ªble que hayan resistido ocho d¨ªas". Marruecos sigue negando esta deportaci¨®n, pero lo cierto es que en las cantimploras que llevan los inmigrantes al ser encontrados pone "Casablanca", y tienen latas de comida marroqu¨ªes, las que les da el Ej¨¦rcito cuando les abandona en la zona controlada por el Polisario.
A estos dos banglades¨ªes les espera, muy probablemente, un futuro similar al de los 46 compatriotas suyos que est¨¢n desde hace seis meses en un campamento cercano, en Tifariti, otra base militar controlada por los saharauis. All¨ª pasan las horas, en medio del desierto, sin m¨¢s que hacer que esperar una soluci¨®n. Parece finalmente que su Gobierno tiene intenciones de hacerse cargo de ellos y repatriarlos.
Ayer, tras los primeros cuidados m¨¦dicos, se especulaba con la posibilidad de que estos dos nuevos asi¨¢ticos se unan a su grupo de compatriotas para compartir su destino.
Mientras los dos reci¨¦n llegados agradecen la ternura que les proporcionan los m¨¦dicos, la primera buena noticia tras semanas de golpes, encierros, deportaciones y angustia en el desierto, los 95 africanos comienzan a recibir la ayuda internacional. Ahora casi todos van vestidos con monos de trabajo de la ITV (inspecci¨®n t¨¦cnica de veh¨ªculos) espa?ola, que han llegado a los saharauis a trav¨¦s de la colaboraci¨®n de ONG espa?olas.
Lo malo es que tambi¨¦n les han llegado zapatos que estaban pensados para los saharauis. A casi todos les ha tocado un n¨²mero por debajo del 40, y la mayor¨ªa son hombres fuertes y grandes, lo suficiente como para cruzar ?frica entera para llegar a Europa, y usan un 45 de pie. Por eso ayer se les ve¨ªa a¨²n con sus zapatos destrozados, casi sin suela, consumidos por la arena del desierto.
Los africanos pasan sus horas en el patio de lo que fue una escuela saharaui, sin nada que hacer m¨¢s que cambiarse de la zona de sol a la de sombra. Nadie les impide marcharse, pero nada les espera afuera m¨¢s que el desierto. Sus ¨²nicas ocupaciones son las de hervir sus ropas para desinfectarlas, amasar pan y, sobre todo, ingeni¨¢rselas, a trav¨¦s de los militares de la ONU, los cooperantes o los periodistas, para buscar un tel¨¦fono m¨®vil por sat¨¦lite con el que llamar a sus padres para contarles que no han muerto, que est¨¢n en pleno desierto, pero vivos, y que alg¨²n d¨ªa volver¨¢n a casa. Aunque insisten en que, cueste lo que cueste, lo har¨¢n despu¨¦s de haber pasado por Europa y con mucho dinero en el bolsillo para d¨¢rselo a sus familias y a su pueblo.
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